Taking the Arrow Out of the Heart

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Taking the Arrow Out of the Heart Page 8

by Alice Walker


  fue amor a primera vista.

  Allí estabas parada

  en el jardín del complejo

  presidencial

  junto con su otra inquilina tu hermana

  y ambas reían nerviosamente

  como muchachas de Spelman

  en un té en Morehouse.*

  Vi en ti a mi compañera de cuarto

  de Uganda

  con su orgullosa y honesta

  mirada;

  su estoica falta

  de pretensión:

  Vi a mis otras condiscípulas

  de Kenia, Tanganika

  Sierra Leona

  y

  la siempre

  desafiada

  Liberia.

  Dorcas, Constance,

  Mary, Caroline.

  No eran sus nombres verdaderos

  para nada; aunque no

  entendería esto hasta mucho más tarde.

  Aloisea Inyumba,

  tú podías mantener,

  vivir,

  ofrecer

  con tus sabios y audaces ojos,

  la que eras realmente.

  Por esto, los afroamericanos

  podríamos haberte envidiado.

  Pero el amor a tu mirada libre

  echaría abajo esto.

  ¡Y tú estabas tan clara!

  Mientras visitábamos los orfanatos

  y las oscuras y polvorientas chozas

  llenas de desnutridos

  a quienes juraste

  alimentar y albergar correctamente:

  Esta miseria no es parte del sueño de Ruanda,

  dijiste. ¡Cambiaremos esto!

  Me mostraste lugares y compartiste experiencias

  que no podía creer

  que existieran realmente.

  La respuesta de una mujer al problema

  de la gente sin hogar

  en especial niños sin hogar

  es llevarlos

  al propio hogar.

  Los niños no han nacido

  para vivir en orfanatos. No parecía dudar

  tu mente

  sobre esto.

  Aloisea Inyumba.

  Tú eras la más hermosa

  de todas las bellezas

  que presencié

  en tu hermoso país.

  Zainab, nuestra amiga,

  también guerrera estelar

  por el bien de mujeres y niños

  y por su inclusión

  en el bienestar del mundo,

  también una guerrera por el bien

  de los hombres,

  me dijo de tu muerte.

  Todo lo que pude pensar en ese momento

  fue: ¿También esto? ¿Cómo podemos soportarlo?

  Estaba tan deshecha al oír esta noticia que no pude llorar

  hasta ahora.

  Pues recordé no solo tu trabajo incansable

  por tu pueblo y tu lealtad a tus

  amigos que trabajaban a tu lado, bien fuera en altos

  o bajos puestos,

  recordé tu generosidad.

  Alice, dijiste,

  cuando te dije: ¡Amo Ruanda!

  vuelve y vive aquí.

  Me reí.

  No, dijiste, con toda seriedad:

  Vuelve. Aquí estás en tu casa.

  Y te digo más: Cuando vuelvas

  veré que te den un pedazo de tierra

  para cultivar tu jardín

  y, dijiste sonriendo pícara,

  lo mejor de todo,

  ¡te daremos vacas!

  ¡Vacas!

  Otro amor de mi vida, tal y como, al parecer,

  son el amor de las vidas

  de muchos ruandeses.

  ¿Cuál es el sueño, Aloisea?

  Dejémoslo claro otra vez,

  mientras el mundo se reanima

  a posibilidades

  hasta este momento

  apenas imaginadas:

  ¿Es el de una nación pacífica

  en la cuál cada niño es deseado

  y adorado;

  donde cada mujer

  tiene una voz,

  donde la dignidad de cada hombre

  se arraiga en la no violencia?

  Oh, mi hermana amada,

  caminar contigo en un huerto

  de coles y tomates,

  descansar en una ladera en Ruanda

  rodeadas de nuestras vacas…

  Dicha total.

  Otras mujeres de África

  vivirán este sueño

  después de nosotras.

  Pero eres tú quien

  en tus pocos años

  lo salvaste

  refulgente

  para todos nosotros.

  * N. del T.: Spelman y Morehouse son colegios universitarios para mujeres y hombres respectivamente, en Atlanta, Georgia

  Descansa en lo Bien Hecho, hermana querida

  de nuestro clan. Aloisea Inyumba:

  Ministra de Género y Familia;

  Kigali, Ruanda.

  Aloisea Inyumba, Presente

  Aloisea, my younger sister,

  it was love at first sight.

  For there you stood

  in the garden of the presidential

  compound

  along with its sister occupant

  and you were both giggling

  like Spelman girls

  at a Morehouse tea.

  I saw in you my roommate

  from Uganda

  with her proud and honest

  gaze;

  her stoic lack

  of pretension:

  I saw my other classmates

  from Kenya, Tanganyika

  Sierra Leone

  and

  the always

  challenged

  Liberia.

  Dorcas, Constance,

  Mary, Caroline.

  Not their real names

  at all; though I would not

  understand this until much later.

  Aloisea Inyumba,

  you were able to keep,

  to live under,

  to offer

  with your wise and fearless eyes

  who you really were.

  For this, we black Americans

  might have envied you.

  But love of your free look

  would demolish this.

  And you were so clear!

  As we poked into orphanages

  and dim and dusty huts

  filled with the malnourished

  whom you vowed

  to feed and properly shelter:

  This misery is not part of Rwanda’s dream,

  you said. We will change it!

  You showed me places and shared experiences

  I could not believe

  could actually exist.

  A woman’s answer to the question

  of homeless people

  especially homeless children

  is to take them

  into one’s home.

  Children were not meant

  to live in orphanages. There seemed no doubt

  in your mind

  about this.

  Aloisea Inyumba.

  You were the most beautiful

  of all the beauties

  I witnessed

  in your beautiful country.

  Zainab, our friend,

  also a stellar warrior

  for the good of women and children

  and by their inclusion

  in the health of the world,

  also a warrior for the good

  of men,

  told me of your death.

  All I could think of at that moment

  was: This too? How can we bear it?

  I was so undone to hear this news I could not weep

  until now.

  For I remembered not only your tireless work

  for your people and your loyalty to your

  friends who worked beside you, whether in high places

  or in low,

  I reca
lled your generosity.

  Alice, you said,

  when I said to you: I love Rwanda!

  Come back and live here.

  I laughed.

  No, you said, in all seriousness:

  Come back. You are home here.

  And I tell you what: When you come back

  I will see to it that you are given a plot of land

  to grow your garden on

  and, you said smiling impishly,

  best of all,

  we will give you cows!

  Cows!

  Another love of my life, as, apparently,

  they are the love of the lives

  of many Rwandans.

  What is the dream, Aloisea?

  Let us make it clear again,

  as the world reawakens

  to possibilities

  until now

  barely thought:

  Is it the peaceful nation

  in which every child is wanted

  and adored;

  where every woman

  has a voice?

  Where every man’s dignity

  is rooted in nonviolence?

  Oh, my beloved sister,

  to walk with you in a garden

  of collards and tomatoes,

  to rest on a hillside in Rwanda

  flanked by our cows . . .

  Bliss.

  Other women of Africa

  will live this dream

  after us.

  But it is you who

  in your brief years

  saved it

  shining

  for us all.

  Rest in Well Done, beloved sister

  of our clan. Aloisea Inyumba:

  Minister of Gender and Family;

  Kigali, Rwanda.

  Confieso no entender la mente que necesita causar este sufrimiento

  para Nurit Peled que me envió la fotografía Palestinos camino al trabajo; Rutina matinal

  Confieso

  no entender la mente

  que necesita causar esto: trabajadores palestinos

  amontonados como ganado

  en una larga fila

  para ir a sus lugares de mal pagados

  empleos.

  ¿Cuán feliz puede hacerte

  causar este sufrimiento?

  ¿Cuánto puedes dormir

  cuando se acerca la mañana

  y pretendes no saber

  que ellos emprenden penosamente

  su camino?

  Soportando insultos

  cuantiosos por milla.

  Con frío,

  hambrientos

  increíblemente pobres.

  Con náuseas

  por el dolor

  y el miedo

  pero andando fatigosa, desesperadamente

  hacia delante.

  Por la gente

  por los niños

  por el orgullo de ser

  quienes son ahora y quienes fueron antes.

  Sin detenerse nunca.

  Caminando penosamente adelante:

  hacia la gélida

  bienvenida

  de tu puerta trasera.

  I Confess I Do Not Understand the Mind That Needs to Cause This Suffering

  for Nurit Peled who sent me the photograph Palestinians Going to Work—Morning Routine

  I confess

  I do not understand the mind

  that needs to cause this: Palestinian workers

  herded like cattle

  in a long line

  to their places of ill paid

  employment.

  How happy can you make yourself by

  causing this suffering?

  How long can you sleep

  as morning comes

  and you pretend they are not

  trudging

  your way?

  Withstanding insults

  so many to a mile.

  Cold

  hungry

  unimaginably poor.

  Nauseated

  from grief

  and fear

  but trudging desperately

  onward.

  For the people

  for the kids

  for the pride of being

  who they are now and were before.

  Never stopping.

  Trudging onward:

  toward the frigid

  welcome

  of your back door.

  No es de aquí

  (de Chitauri Blues, una obra en proceso)

  para la querida Kaleo que me abrió esta puerta

  Cualquiera que desprecie a los elefantes excepto por sus colmillos

  no es de aquí.

  Cualquiera que decapite montañas

  no es de aquí.

  Cualquiera que asesine

  ríos, océanos,

  y el aire

  no es de aquí.

  Cualquiera que “desaparezca” continentes

  de búfalos

  y zorros, tortugas y selvas tropicales

  petróleo, oro, diamantes

  y sándalo

  no es de aquí.

  Usted puede seguir durmiendo

  si quiere.

  Pero esa es la manera más fácil

  de decir

  quién no es terrícola.

  Deje

  de quedarse dormido

  ante esto.

  (Los grandes traficantes de droga,

  que tiran de las cuerdas mundiales,

  no los adolescentes con sus

  lamentables

  bolsas de marihuana,

  no son de aquí).

  Los terrícolas

  ven la hierba

  (los caciques Joseph y Seattle

  por ejemplo)

  como el cabello

  de la cabeza de la madre,

  las piedras

  como sus huesos

  y dientes.

  El petróleo y el agua

  como su sangre y su sudor.

  Las vetas de oro

  como sus meridianos.

  Los diamantes sus lágrimas

  por la tensión,

  el sándalo su perfume.

  La terrícola

  pone sus pies sobre

  los hombros de la madre,

  agradecida.

  Ella no es de allá fuera

  (donde el concepto de madre puede incluso no existir).

  Ella sabe

  que es

  de aquí.

  Nos han desplazado

  casi totalmente

  de nuestras propias mentes

  de nuestras almas

  y—debido a este

  abandono fatal—

  de nuestro indefenso

  planeta.

  Estamos desvaneciéndonos.

  El bocado que somos para ellos

  no necesita de conciencia.

  Los que son

  de allá.

  Pero tomemos nuestro lugar

  no obstante

  como seres terrestres:

  somos de aquí

  y

  al despertar

  decidamos no

  dormirnos otra vez

  u olvidar

  que proteger

  a la Madre Tierra

  (y al Padre Cielo

  que también está bajo

  ataque)

  es protegernos

  todos nosotros

  que somos

  de aquí.

  Cósmicos locales

  que rechazamos dejar

  que nuestro oscuro Paraíso

  de la galaxia trasera

  sea violado, ensuciado y

  saqueado

  ante nuestros

  heridos

  ojos

  por turistas cósmicos.

  Not from Here

  (from Chitauri Blues, a work in progress)

  for beloved Kaleo who opened this door to me

  Anybody who despises elephants except for their tusks

  is not from here.


  Anybody who decapitates mountains

  is not from here.

  Anybody who assassinates

  rivers, oceans,

  and the air,

  is not from here.

  Anybody who “disappears” continents

  of buffalo

  and foxes, turtles and rain forests

  oil, gold, diamonds

  and sandalwood

  is not from here.

  You can sleep on

  if you like.

  But this is the easiest way

  to tell

  who is not Earthling.

  Stop

  nodding off

  about this.

  (The big-time drug dealers,

  pulling global strings,

  not the teenagers with their

  pitiful

  nickel bags,

  are not from here.)

  Earthlings

  see grass

  (Chiefs Joseph and Seattle

  for example)

  as hair

  on the Mother’s head

  rocks

  as her bone

  and teeth.

  Oil and water

  as her blood and sweat.

  Veins of gold

  as her meridians.

  Diamonds her tears

  of stress,

  sandalwood her perfume.

  The Earthling

  has her feet on the

  Mother’s shoulders

  gratefully.

  She is not from out there

  (Where the concept of Mother might not even exist.)

  She knows

  she is

  from here.

  They have removed us

  almost completely

  from our own minds

  our souls

  and from our defenseless

  —because of this

  fatal absence—

  planet.

  We are in swoon.

  The snack we are to them

  has no need of consciousness.

  The ones who are

  from there.

  But let us take our stand

  nonetheless

  as Earthlings:

  we are from here

  and

  on awakening

  let us resolve not

  to fall asleep again

  or forget

  that to protect

  Mother Earth

  (and Father Sky

  who is also under

  attack)

  is to protect

  us all

  who are

  from here.

  Cosmic locals

  who refuse to have

  our obscure, back galaxy

  Paradise

  raped, trashed and

  cannibalized

  before our

  stricken

  eyes

  by cosmic tourists.

  Te lo digo, Desanimado, venceremos

  Te lo digo

  Desanimado

  venceremos.

  Y te mostraré

  por qué.

  Somos los descendientes

  de los desechados

  por ignorancia:

  hacemos salir

  el sol

  con nuestras sonrisas

  y extraemos música

  de la basura.

  ¿Quien puede hacer desaparecer

  por completo

  tal genialidad?

 

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