Si te interesa aprender el abc de la magia, puedes inscribirte en una clase sobre antiguas runas en Hogwarts. Las runas, una serie de caracteres y símbolos extraídos del primer alfabeto germánico conocido, siempre se han asociado a la magia y el misterio. De hecho, la palabra runa significa «misterio» o «secreto» en danés.
Según la antigua leyenda alemana, las primeras runas fueron descubiertas por el dios noruego Odín, quien sufrió con valor un doloroso ritual de sacrificio en su búsqueda del conocimiento. Después de atravesar su costado con una lanza, Odín permaneció colgado nueve días de las ramas del árbol escandinavo de la vida. A medida que su cuerpo se movía con el viento, algunas ramitas se desgajaron y fueron cayendo al suelo, donde dibujaron formas parecidas al alfabeto rúnico.
Algunas runas nórdicas y su interpretación tradicional.
(Fuente de la imagen 87)
Por supuesto, las pruebas históricas dibujan un panorama algo diferente: por lo visto las runas fueron inventadas por los mortales en Dinamarca o en Suecia, hacia el año 200 d. C. Las runas germánicas más antiguas (conocidas como runas futhark) eran muy rudimentarias y a menudo consistían en apenas unas líneas rectas combinadas de diferentes formas. Se usaban para diversos propósitos que nada tenían que ver con la magia, como escribir cartas, dar instrucciones e identificar a los dueños de una propiedad. Una de las inscripciones rúnicas más conocidas, la piedra rúnica sueca Sigurd, conmemora la construcción de un puente.
Echar las runas
La antigua práctica de utilizar runas para predecir el futuro experimentó un notable resurgimiento en el siglo pasado. Cuando los vikingos y los anglosajones usaban runas para la adivinación, empezaron a tallar símbolos rúnicos en finas tiras de madera procedente de ramas de árboles frutales. Estas tiras eran lanzadas al azar sobre un trapo blanco y limpio; luego el maestro de runas escogía tres (mientras miraba hacia el cielo para recibir la inspiración divina) e interpretaba su significado. Hoy día, un aspirante a adivino puede conseguir un lote de entre 16 y 33 «piedras rúnicas»: piezas redondas u oblongas de piedra o arcilla con caracteres rúnicos inscritos. En el moderno sistema de adivinación con runas, las piedras se mezclan en una bolsa y se echan luego sobre una superficie plana. Algunos lectores de runas interpretan todas las piedras que quedan boca arriba. Otros cierran los ojos y escogen solo tres, que representan el pasado, el presente y el futuro. Mientras que algunos adivinos basan sus lecturas exclusivamente en lo que los entendidos saben acerca del antiguo significado de los símbolos, muchos han inventado su propio método de interpretación.
Ya desde sus comienzos, sin embargo, se daba a las runas un significado mágico. Los vikingos y otros pueblos germánicos las usaban como instrumentos de adivinación, y talladas en las espadas los hacían invencibles en la batalla; las inscribían en amuletos de piedra para protegerse de las enfermedades y de la hechicería, y las cincelaban en las lápidas para disuadir a los ladrones de tumbas. A partir del 450 d. C., las runas también adquirieron popularidad en Inglaterra, donde los magos anglosajones las usaban para hacer amuletos y predecir el futuro.
Hasta hoy, han sido encontradas más de cuatro mil inscripciones rúnicas en Suecia, Noruega, Dinamarca e Inglaterra, la mayoría del período de esplendor vikingo, hacia el 800 d. C. Se han hallado runas no solo en armas, amuletos y lápidas, sino también en monedas, joyas y en unas misteriosas tablas de madera. Incluso hay algunas inscritas en el borde del mágico pensadero del profesor Dumbledore.
Lamentablemente, la popularidad del alfabeto latino hizo que la escritura rúnica decayera de manera drástica durante el último milenio. Hoy día, a pesar de los esfuerzos de instituciones como Hogwarts, solo un puñado de brujos y muggles son capaces todavía de leer los misteriosos caracteres que tanto costaron al pobre Odín.
Muchos sabemos que la salamandra es un bonito y pequeño anfibio de vivos colores con el que podemos encontrarnos mientras paseamos por el bosque. Si has visto alguna, probablemente te has parado un momento a contemplarla y luego has continuado tu camino sin prestarle más atención. En siglos pasados, sin embargo, estas pequeñas criaturas parecidas a lagartos despertaban exclamaciones de placer y asombro. Las salamandras de antes, como las que lleva Hagrid a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, tenían fama de juguetear entre las llamas sin quemarse. Según la leyenda, no solo podían salir del fuego sin chamuscarse, sino que el contacto de su piel helada llegaba incluso a extinguir las llamas.
(Fuente de la imagen 88)
Las propiedades ignífugas de la maravillosa salamandra se debatían con entusiasmo en las antiguas Grecia y Roma. En su Historia natural, Plinio el Viejo cuenta que la valiente salamandra estaba tan fascinada por la visión del fuego que podía lanzarse a las llamas como para derrotar al enemigo. Algunos individuos más imaginativos insinuaban que las salamandras podían acudir al rescate cuando una casa se estaba quemando. Otros pensadores de la Antigüedad, sin embargo, consideraban con escepticismo estas ideas y prefirieron experimentar un poco. El médico romano Galeno, y otros como él, hablaban de agarrar salamandras desprevenidas, arrojarlas a las llamas y verlas achicharrarse.
A pesar de los resultados de varios de estos experimentos, la creencia de que la salamandra era inmune al fuego se mantuvo hasta bien entrado el Renacimiento. Se vendía entonces, a un precio astronómico, una tela de «lana de salamandra» que, según se decía, era incombustible. Esta tela se usaba en la confección de prendas para quienes se dedicaban a oficios que obligaban a acercarse a las llamas y en la fabricación de envoltorios para mandar cosas valiosas (e inflamables). Aunque no existe la lana de salamandra (las salamandras nunca han sido peludas), los compradores de esta tela no iban del todo desencaminados. El material era realmente resistente al fuego. Por lo visto, los comerciantes descubrieron que el producto alcanzaba un precio más elevado si decían que procedía del legendario «lagarto» y ocultaban su verdadera fuente: el amianto, un mineral.
Aunque no es cierto que las salamandras sobrevivan al fuego, está bastante claro de dónde surgió esta creencia. Se ha visto realmente a las salamandras correteando sobre las cenizas. Eso se debe a que a estas criaturas les gusta hibernar en viejos troncos o leños. Cuando los leños van a parar a la chimenea, allá van también las salamandras que viven en ellos. Despertadas de su letargo de este modo tan desagradable, a veces son capaces de escapar de las llamas, protegidas durante uno o dos segundos por las secreciones naturales de su piel. Aunque un hecho así nada tiene de milagroso, le ha valido a la salamandra un lugar en la imaginación popular y en el diccionario: además de un pequeño anfibio, la salamandra es «una estufa de carbón de combustión lenta, de forma cuadrada».
Harry tiene a Hedwig, Hermione tiene a Crookshanks y a Neville lo acompaña su querido sapo Trevor. Al igual que sucede con las lechuzas y los gatos, desde tiempos inmemoriales la tradición popular relaciona a los sapos con las brujas y los hechiceros. Aunque no hay duda de que Trevor es un compañero encantador, la mayoría de los sapos tienen la reputación de ser bastante desagradables.
Durante los años de la caza de brujas, en la Escocia y la Inglaterra del siglo XVII, se decía que las brujas tenían espíritus aliados en forma de sapo: demonios disfrazados de animales que podían ser enviados a realizar cualquier fechoría para sus amas. Después de todo, ¿no era más fácil para un sapo que para una bruja colarse en el pozo de un vecino y envenenar el agua, o colocar a escondidas un encantamiento maligno bajo la almohada de su víctima? También corría el rumor de que los sapos desempeñaban un papel importante en la ceremonia de iniciación de las nuevas brujas, que debían alimentar o besar sapos como parte del proceso de declaración de lealtad al diablo. En ocasiones se decía que las propias brujas se transformaban en sapos.
Según la creencia popular, las brujas vestían a sus sapos mascota con diminutas capas y les colgaban cascabeles de las ancas. Parece ser que a estos sapos les gustaba la ropa elegante.
(Fuente de la imagen 89)
Durante las declaraciones en los juicios por brujería, algunos testigos aseguraban
haber visto a brujas bautizando y dando nombre a sus sapos, vistiéndolos de terciopelo negro o escarlata y atándoles campanillas a las patas. Tantos cuidados sugieren que las brujas estaban muy unidas a sus mascotas, y que mucha gente, por aquel entonces, consideraba arriesgado hacer daño a un sapo, por si era el compinche de una bruja. Un cuento de Somerset, Inglaterra, narra cómo una anciana salió a pasear con sus tres mascotas, los sapos Duke, Dick y Merryboy, en una cesta. Cuando se paró a mirar a tres granjeros que segaban trigo, uno se escapó y saltó frente a la guadaña de uno de los hombres. Riendo, el granjero dejó caer la hoja sobre el sapo y lo mató. «¡Ya veréis! —les gritó la mujer—. ¡Ninguno de vosotros terminará el trabajo hoy!» Al cabo de unos instantes, el primer granjero se hizo un corte en la mano con la guadaña. El segundo no tardó en cortar la puntera de una de sus botas con la hoja y luego el tercero se cortó la bota de parte a parte. Asustados, los granjeros abandonaron el campo, sin acabar el trabajo del día.
Piedras de sapo
¿No puedes permitirte comprar un diamante? ¿Qué me dices entonces de una piedra de sapo? Estas piedras, grises o pardas, puede que no brillen al sol, pero según la leyenda estos objetos mágicos cambian de color o de temperatura en presencia de un veneno. Las piedras de sapo, que normalmente se engarzaban en anillos y otras joyas, eran muy populares en la Edad Media, y se creía que procedían del interior de la cabeza de sapos muy viejos.
Según la tradición, una piedra de sapo podía extraerse de la cabeza de un sapo si era necesario, aunque el animal vomitaba amablemente su tesoro si se le pedía. Si alguien te regalaba un anillo con una piedra de sapo, podías comprobar si la piedra era auténtica colocándola ante un sapo. Si saltaba hacia delante, era auténtica; si se daba la vuelta desdeñoso, era un fraude. (En realidad, las piedras de sapo no son más que piedras vulgares vagamente parecidas a un sapo por su forma y color).
Además de servir como detectores de venenos, las piedras de sapo eran apreciados talismanes para atraer la felicidad perfecta y la victoria en la batalla. También se usaban como amuleto para proteger las casas y los barcos de cualquier daño, y se creía que tenían propiedades curativas contra las mordeduras y las picaduras.
Ahora bien, según algunas tradiciones populares, la relación entre los sapos y las brujas no ha sido siempre tan buena. Cualquier sapo que no tuviera la suerte de ser adoptado como mascota se convertía en un potencial ingrediente para preparar pociones y lanzar conjuros. Para acabar con un enemigo, una bruja podía bautizar un sapo con el nombre de este y luego matar al bicho de un modo especialmente desagradable. Se suponía que estuviera donde estuviese, la víctima humana sufría el mismo destino. Para hacerse invisibles, se rumoreaba que las brujas se untaban una loción de saliva de sapo mezclada con savia de cardo.
La idea, muy extendida, de que los sapos eran ingredientes básicos de las pociones nocivas probablemente tenía su origen en el hecho de que estas criaturas segregan un veneno poco potente cuando se asustan. Los efectos de este mecanismo natural de defensa solían exagerarse. Prueba de ello es la afirmación de Elianos, un escritor romano del siglo III, el cual aseguraba que beber vino mezclado con sangre de sapo causaba la muerte instantánea. En 1591, un grupo de brujas confesas admitieron su intención de asesinar al rey Jaime VI de Escocia empapando una de sus prendas de vestir con el veneno de un sapo negro. El complot fracasó, decían, porque habían sido incapaces de conseguir la prenda adecuada. Pero insistían en que si hubieran tenido éxito, el rey habría sufrido una terrible agonía. (En vez de eso vivió para convertirse en el rey de Inglaterra y escribir su Demonología, un libro que apoyaba la persecución sistemática de brujas).
Como resultado de la prolongada asociación entre sapos y brujería, la proximidad de estos animales se consideraba un riesgo. Incluso algunas personas, en una época tan cercana como el siglo XVIII, creían que el simple hecho de mirar a uno de estos pequeños anfibios resultaba peligroso, porque causaba desfallecimientos repentinos, palpitaciones y convulsiones. También se decía que los sapos mordían al ganado y a otros animales, causándoles enfermedades. Pero deshacerse de esta plaga no era tarea fácil. Incluso si no había brujas por los alrededores, uno dudaba antes de matar un sapo, puesto que se creía que hacerlo desencadenaba tormentas eléctricas. Y si se te ocurría simplemente trasladar a estas criaturas, bueno, mejor no tocarlas con las manos, porque podían salirte verrugas.
Cuando los compañeros de Harry descubren que puede hablar con las serpientes, muchos se horrorizan y sospechan lo peor: que Harry es en realidad un brujo oscuro. Después de todo, en la comunidad de los brujos las serpientes son prácticamente un sinónimo del Diablo. La Marca Oscura, símbolo de los mortífagos, consiste en una lengua de serpiente que sale de la boca de una calavera humana; el emblema de Slytherin, la casa que aparentemente a más entusiastas de las artes oscuras acoge, es una serpiente, y lord Voldemort se nutrió del veneno de su viperina compañera Nagini. Pero cabe la posibilidad de que solo hayamos oído la mitad de la historia respecto a las serpientes, y de por qué Harry puede charlar con tanta facilidad con una boa constrictor u ordenar a una serpiente agresiva que se comporte. En culturas de todo el mundo, las serpientes han sido tenidas en gran estima y se las ha relacionado no solo con el Diablo, sino también con la sabiduría, la inteligencia y la curación.
La fascinación humana por las serpientes es muy anterior al lenguaje escrito, se remonta a la época de las primeras pinturas y tallas que se han conservado en rocas y en cuevas. Muchos han sido los cultos dedicados a las serpientes, más que a ningún otro animal. En distintas épocas fueron sagradas en el norte de Europa, para los aztecas centroamericanos y para las tribus del oeste de África, así como para los pueblos de Oriente Medio, de la cuenca mediterránea, de China y de la India. En la India, las nagini son unas serpientes que se representan como mujeres hermosas con cabeza de serpiente o rodeadas de serpientes enroscadas. La serpiente de Voldemort comparte el nombre con estos benignos seres, de quienes se cree que protegen contra toda clase de peligros, incluidas las picaduras de serpiente.
Incluso cuando se las veneraba, las serpientes eran, sin embargo, temidas. Serpientes perversas y engañosas formaban parte de muchos mitos egipcios. En el Libro de los muertos del antiguo Egipto, la monstruosa serpiente Apofis aparece con frecuencia como un agresivo y traicionero instrumento del mal. Conocida como «el demonio de la oscuridad», Apofis mantenía una permanente batalla con Ra, el dios del Sol, y el amanecer y el crepúsculo marcaban las sucesivas derrotas de la enemiga de Ra. En la mitología escandinava, la serpiente Nidhogg, también conocida como la Pavorosa Mordedora, vive a los pies del Árbol de la Vida, royéndolo continuamente, y representa los poderes malignos del universo. La serpiente más malévola de Occidente es la del Génesis del Antiguo Testamento: la responsable de que Adán y Eva fueran expulsados del Paraíso. En otros pasajes de la Biblia, las serpientes aparecen con frecuencia como algo peligroso y terrorífico, y en la tradición judeocristiana, la serpiente ha seguido siendo el símbolo del Diablo, mientras que para los musulmanes simboliza la perdición humana.
La conocida silueta circular de una serpiente que se muerde la cola, llamada ouroboros, simboliza las cualidades positivas que casi todas las culturas primitivas otorgaban a las serpientes. Se dice que esta imagen representa el ciclo eterno de la vida, muerte y renacimiento.
(Fuente de la imagen 90)
A pesar de esta poderosa asociación de las serpientes con el mal, se les han atribuido a menudo cualidades nobles en los mitos, el folklore y la religión. Los egipcios, que las temían, reverenciaban a la cobra como depositaria de la sabiduría suprema. La diosa Madre de Creta, protectora del hogar, aparece en las monedas acariciando una serpiente. En muchas sociedades agrícolas, las serpientes eran un símbolo de fertilidad y la clave de una buena cosecha. (Por una buena razón: se comían los roedores que habrían dado buena cuenta de los cereales). Para los antiguos griegos, la serpiente enroscada alrededor de la vara de Asclepio, el dios de la medicina, simbolizaba la curación (véase varita mágica). Los ciudadanos de
Roma tenían serpientes como mascota y los amuletos tallados en forma de serpiente eran muy populares. Debido a que cambia de piel, la serpiente se asocia en casi todo el mundo con el renacimiento y la renovación.
Posiblemente porque la mayoría tenemos muy poco contacto con estos animales, incluso sus características más básicas son poco conocidas. Por ejemplo, cuando Harry habla con las serpientes, está haciendo algo verdaderamente raro, porque estos reptiles no tienen orejas ni pueden oír como los humanos u otros animales, aunque son muy sensibles a las vibraciones sonoras. La inmensa mayoría de las serpientes son inofensivas. De las 2700 clases de serpientes que existen en el mundo, solo 400 son venenosas, y menos de 50 especies representan un verdadero peligro para los humanos. Sin embargo, mucha gente les tiene tanto pánico a estos casi siempre amables reptiles, que siente escalofríos ante su simple mención.
El silbido de la serpiente, sus movimientos sigilosos y su inexpresividad le han valido la fama de misteriosa e inescrutable. Escurridiza y sinuosa (aunque no viscosa), la serpiente aparece y desaparece silenciosamente, sin previo aviso. Muchas pueden emitir silbidos penetrantes, hincharse o despedir malos olores y, por supuesto, la capacidad que tienen algunas para matar con venenos letales o con un abrazo fatal es una buena razón para que la gente evite encontrarse con ellas.
Dado que tanta gente siente terror por las serpientes, no es extraño que estas guarden lugares importantes, como cuevas de tesoros, manantiales que dan la vida o la Cámara de los Secretos de Hogwarts. Eso también explica por qué miles de personas normales y corrientes de todo el mundo tienen toda clase de serpientes, tanto inofensivas como mortales, por mascota. No podemos decir que haya algo de cierto en la leyenda inglesa que dice que tener una piel de serpiente en casa evita que se cuelen dentro los reptiles. Pero, desde luego, una serpiente viva en el salón es una excelente manera de mantener a raya a los visitantes indeseados.
El Diccionario del Mago Page 25