7
   Silver-plated hills,
   gray heights, cardinal rocks
   where the Duero twists
   its crossbow
   around Soria, somber oaks,
   harsh stony wastelands, bald peaks,
   white roads and poplars by the river,
   Soria twilights, mystical and warlike,
   today I feel a sadness for you
   at the bottom of my heart, a sadness
   that is love. Sorian fields,
   where the rocks seem to dream,
   be with me! Silver-plated hills,
   gray heights, cardinal rocks!
   8
   Again I’ve come to see the gold poplar trees,
   poplars of the road along the bank
   of the Duero, between San Polo and San Saturio,25
   beyond the old town walls
   of Soria—a barbican
   facing Aragón, on Castilian land.
   These black poplars by the river
   accompany the rustle of dead leaves
   with the plashing noise of water on windy days.
   On their bark they have
   the carved initials of lovers, and numbers
   to date the year.
   Poplar trees of love whose branches
   yesterday were crammed with nightingales,
   poplars that tomorrow will be harps
   in spring’s perfumed wind,
   poplars of love near the water
   flowing and passing by and dreaming,
   poplars on the edges of the Duero,
   come with me. My heart carries you!
   9
   Yes, be with me, Sorian fields,
   still afternoons, mountains of violet,
   ilexes of the river, green dream
   of the gray ground and brown earth,
   painful melancholy
   of the decaying city,
   have you entered my soul
   or were you already deep in her?
   People of the high Numantian plain
   who cling to God like old Christians,
   may the sun of Spain fill you
   with happiness, with light and abundance!
   23 A high peak east of Soria in Aragón.
   24 The Spanish “Soria pura / cabza de Extremadura” are words Machado is quoting from the town’s escutcheon.
   25 Sanctuaries on the west bank of the Duero, to which Machado liked to walk on the road under “the poplars along the bank” of the Duero River. San Polo was a Knights Templar convent (monastery or convent). The Hermitage of San Saturio is a Romanesque shrine to the patron saint of Soria.
   La tierra de Alvargonzález
   Al poeta Juan Ramón Jiménez.
   1
   Siendo mozo Alvargonzález,
   dueño de mediana hacienda,
   que en otras tierras se dice
   bienestar y aquí, opulencia,
   en la feria de Berlanga
   prendóse de una doncella,
   y la tomó por mujer
   al año de conocerla.
   Muy ricas las bodas fueron
   y quien las vio las recuerda;
   sonadas las tornabodas
   que hizo Alvar en su aldea;
   hubo gaitas, tamboriles,
   flauta, bandurria y vihuela,
   fuegos a la valenciana
   y danza a la aragonesa.
   2
   Feliz vivió Alvargonzález
   en el amor de su tierra.
   Naciéronle tres varones,
   que en el campo son riqueza,
   y, ya crecidos, los puso,
   uno a cultivar la huerta,
   otro a cuidar los merinos,
   y dio el menor a la Iglesia.
   3
   Mucha sangre de Caín
   tiene la gente labriega,
   y en el hogar campesino
   armó la envidia pelea.
   Casáronse los mayores;
   tuvo Alvargonzález nueras,
   que le trajeron cizaña,
   antes que nietos le dieran.
   La codicia de los campos
   ve tras la muerte la herencia;
   no goza de lo que tiene
   por ansia de lo que espera.
   El menor, que a los latines
   prefería las doncellas
   hermosas y no gustaba
   de vestir por la cabeza,
   colgó la sotana un día
   y partió a lejanas tierras.
   La madre lloró, y el padre
   diole bendición y herencia.
   4
   Alvargonzález ya tiene
   la adusta frente arrugada,
   por la barba le platea
   la sombra azul de la cara.
   Una mañana de otoño
   salió solo de su casa;
   no llevaba sus lebreles,
   agudos canes de caza;
   iba triste y pensativo
   por la alameda dorada;
   anduvo largo camino
   y llegó a una fuente clara.
   Echóse en la tierra; puso
   sobre una piedra la manta,
   y a la vera de la fuente
   durmió al arrullo del agua.
   El sueño
   1
   Y Alvargonzález veía,
   como Jacob, una escala
   que iba de la tierra al cielo,
   y oyó una voz que le hablaba.
   Mas las hadas hilanderas,
   entra las vedijas blancas
   y vellones de oro, han puesto
   un mechón de negra lana.
   2
   Tres niños están jugando
   a la puerta de su casa;
   entre los mayores brinca
   un cuervo de negras alas.
   La mujer vigila, cose
   y, a ratos, sonríe y canta.
   —Hijos, ¿que hacéis? —les pregunta.
   Ellos se miran y callan.
   —Subid al monte, hijos míos,
   y antes que la noche caiga,
   con un brazado de estepas
   hacedme una buena llama.
   3
   Sobre el lar de Alvargonzález
   está la leña apilada;
   el mayor quiere encenderla,
   pero no brota la llama.
   —Padre, la hoguera no prende,
   está la estepa mojada.
   Su hermano viene a ayudarle
   y arroja astillas y ramas
   sobre los troncos de roble;
   pero el rescoldo se apaga.
   Acude el menor, y enciende,
   bajo la negra campana
   de la cocina, una hoguera
   que alumbra toda la casa.
   4
   Alvargonzález levanta
   en brazos al más pequeño
   y en sus rodillas lo sienta;
   —Tus manos hacen el fuego;
   aunque el último naciste
   tú eres en mi amor primero.
   Los dos mayores se alejan
   por los rincones del sueño.
   Entre los dos fugitivos
   reluce un hacha de hierro.
   Aquella tarde...
   1
   Sobre los campos desnudos,
   la luna llena manchada
   de un arrebol purpurino,
   enorme globo, asomaba.
   Los hijos de Alvargonzález
   silenciosos caminaban,
   y han visto al padre dormido
   junto de la fuente clara.
   2
   Tiene el padre entre las cejas
   un ceño que le aborrasca
   el rostro, un tachón sombrío
   como la huella de un hacha.
   Soñando está con sus hijos,
   que sus hijos lo apuñalan;
   y cuando despierta mira
   que es cierto lo que soñaba.
   3
   A la vera de la fuente
   quedó Alvargonzález muerto.
   Tiene cuatro puñaladas
   entre el costado y el pecho,
   por donde 
la sangre brota,
   más un hachazo en el cuello.
   Cuenta la hazaña del campo
   el agua clara corriendo,
   mientras los dos asesinos
   huyen hacia los hayedos.
   Hasta la Laguna Negra,
   bajo las fuentes del Duero,
   llevan el muerto, dejando
   detrás un rastro sangriento;
   y en la laguna sin fondo,
   que guarda bien los secretos,
   con una piedra amarrada
   a los pies, tumba le dieron.
   4
   Se encontró junto a la fuente
   la manta de Alvargonzález,
   y, camino del hayedo,
   se vio un reguero de sangre.
   Nadie de la aldea ha osado
   a la laguna acercase,
   y el sondarla inútil fuera,
   que es la laguna insondable.
   Un buhonero, que cruzaba
   aquellas tierras errante,
   fue en Dauria acusado, preso
   y muerto en garrote infame.
   5
   Pasados algunos meses,
   la madre murió de pena.
   Los que muerta la encontraron
   dicen que las manos yertas
   sobre su rostro tenía,
   oculto el rostro con ellas.
   6
   Los hijos de Alvargonzález
   y tienen majada y huerta,
   campos de trigo y centeno
   y prados de fina hierba;
   en el olmo viejo, hendido
   por el rayo, la colmena,
   dos yuntas para el arado,
   un mastín y mil ovejas.
   Otras días
   1
   Y están las zarzas floridas
   y los ciruelos blanquean;
   y las abejas doradas
   liban para sus colmenas,
   y en los nidos, que coronan
   las torres de las iglesias,
   asoman los garabatos
   ganchudos de las cigüeñas.
   Ya los olmos del camino
   y chopos de las riberas
   de los arroyos, que buscan
   al padre Duero, verdean.
   El cielo está azul, los montes
   sin nieve son de violeta.
   La tierra de Alvargonzález
   se colmará de riqueza;
   muerto está quien la ha labrado,
   mas no le cubre la tierra.
   2
   La hermosa tierra de España
   adusta, fina y guerrera
   Castilla, de largos ríos,
   tiene un puñado de sierras
   entre Soria y Burgos como
   reductos de fortaleza,
   como yelmos crestonados,
   y Urbión es una cimera.
   3
   Los hijos de Alvargonzález,
   por una empinada senda,
   para tomar el camino
   de Salduero a Covaleda,
   cabalgan en pardas mulas,
   bajo el pinar de Vinuesa.
   Van en busca de ganado
   con que volver a su aldea,
   y por tierra de pinares
   larga jornada comienzan.
   Van Duero arriba, dejando
   atrás los arcos de piedra
   del puente y el caserío
   de la ociosa y opulenta
   villa de indianos. El río,
   al fondo del valle, suena,
   y de las cabalgaduras
   los cascos baten las piedras.
   A la otra orilla del Duero
   canta una voz lastimera:
   “La tierra de Alvargonzález
   se colmará de riqueza,
   y el que la tierra ha labrado
   no duerme bajo la tierra.”
   4
   Llegados son a un paraje
   en donde el pinar se espesa,
   y el mayor, que abre la marcha,
   su parda mula espolea,
   diciendo: —Démonos prisa;
   porque son más de dos leguas
   de pinar y hay que apurarlas
   antes que la noche venga.
   Dos hijos del campo, hechos
   a quebradas y asperezas,
   porque recuerdan un día
   la tarde en el monte tiemblan.
   Allá en lo espeso del bosque
   otra vez la copla suena:
   “La tierra de Alvargonzález
   se colmará de riqueza,
   y el que la tierra ha labrado
   no duerme bajo la tierra.”
   5
   Desde Salduero el camino
   va al hilo de la ribera;
   a ambas márgenes del río
   el pinar crece y se eleva,
   y las rocas se aborrascan,
   al par que el valle se estrecha.
   Los fuertes pinos del bosque
   con sus copas gigantescas
   y sus desnudas raíces
   amarradas a las piedras;
   los de troncos plateados
   cuyas frondas azulean,
   pinos jóvenes; los viejos,
   cubiertos de blanca lepra,
   musgos y líquenes canos
   que el grueso tronco rodean,
   colman el valle y se pierden
   rebasando ambas laderas
   Juan, el mayor, dice: —Hermano,
   si Blas Antonio apacienta
   cerca de Urbión su vacada,
   largo camino nos queda.
   —Cuando hacia Urbión alarguemos
   se puede acortar de vuelta,
   tomando por el atajo,
   hacia la Laguna Negra
   y bajando por el puerto
   de Santa Inés a Vinuesa.
   —Mala tierra y peor camino.
   Te juro que no quisiera
   verlos otra vez. Cerremos
   los tratos en Covaleda;
   hagamos noche y, al alba,
   volvámonos a la aldea
   por este valle, que, a veces,
   quien piensa atajar rodea.
   Cerca del río cabalgan
   los hermanos, y contemplan
   cómo el bosque centenario,
   al par que avanzan, aumenta,
   y la roqueda del monte
   el horizonte les cierra.
   El agua, qu va saltando,
   parece que canta o cuenta:
   “La tierra de Alvargonzález
   se colmará de riqueza,
   y el que la tierra ha labrado
   no duerme bajo la tierra.”
   Castigo
   1
   Aunque la codicia tiene
   redil que encierre la oveja,
   trojes que guarden el trigo,
   bolsas para la moneda,
   y garras, no tiene manos
   que sepan labrar la tierra.
   Así, a un año de abundancia
   siguió un año de pobreza.
   2
   En los sembrados crecieron
   las amapolas sangrientas;
   pudrió el tizón las espigas
   de trigales y de avenas;
   hielos tardíos mataron
   en flor la fruta en la huerta,
   y una mala hechicería
   hizo enfermar las ovejas.
   A los dos Alvargonzález
   maldijo Dios en sus tierras,
   y al año pobre siguieron
   largos años de miseria.
   3
   Es una noche de invierno.
   Cae la nieve en remolinos.
   Los Alvargonzález velan
   un fuego casi extinguido.
   El pensamiento amarrado
   tienen a un recuerdo mismo,
   y en las ascuas mortecinas
   del hogar los ojos fijos.
   No tienen leña ni sueño.
   Larga es la noche y el frío
   arrecia. Un candil humea
   en el muro ennegrecido.
   El aire agita la llama,
   que pone un fulgor rojizo
   sobre las dos pensativas
   testas de los as
esinos.
   El mayor de Alvargonzález,
   lanzando un ronco suspiro,
   rompe el silencio, exclamando:
   —Hermano, ¡qué mal hicimos!
   El viento la puerta bate
   hace temblar el postigo,
   y suena en la chimenea
   con hueco y largo bramido.
   Después, el silencio vuelve,
   y a intervalos el pabilo
   del candil chisporrotea
   en el aire aterecido.
   El sugundo dijo: —Hermano,
   ¡demos lo viejo al olvido!
   El Viajero
   1
   Es una noche de invierno.
   Azota el viento las ramas
   de los álamos. La nieve
   ha puesto la tierra blanca.
   Bajo la nevada, un hombre
   por el camino cabalga;
   va cubierto hasta los ojos,
   embozado en negra capa.
   Entrado en la aldea, busca
   de Alvargonzález la casa,
   y ante su puerta llegado,
   sin echar pie a tierra, llama.
   2
   Los dos hermanos oyeron
   una aldabada a la puerta,
   y de una cabalgadura
   los cascos sobre las piedras.
   Ambos los ojos alzaron
   llenos de espanto y sorpresa.
   —¿Quién es? Responda—gritaron.
   —Miguel—respondieron fuera.
   Era la voz del viajero
   que partió a lejanas tierras.
   3
   Abierto el portón, entróse
   a caballo el caballero
   y echó pie a tierra. Venía
   todo de nieve cubierto.
   En brazos de sus harmanos
   lloró algún rato en silencio.
   Después dio el caballo al uno,
   al otra, capa y sombrero,
   y en la estancia campesina
   buscó el arrimo del fuego.
   4
   El menor de los hermanos,
   que niño y aventurero
   fue más allá de los mares
   y hoy torna indiano opulento,
   
 
 Border of a Dream: Selected Poems of Antonio Machado (Spanish Edition) Page 14