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Poet in New York

Page 4

by Frederico Garcia Lorca


  Es por el silencio sapientísimo

  cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la

  lengua

  las heridas de los millonarios

  buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

  Blood has no doors in your night, face up.

  There is no shame. Furious blood under the skin

  alive in the dagger’s spine and in the breast of the landscapes,

  under the clamps and small yellow flowers of the celestial

  moon of cancer.

  Blood that seeks death down a thousand roads,

  death covered with flour and the ash of fragrant weeds,

  rigid skies sloping where the colonies of planets

  roll down to beaches with abandoned objects.

  Blood that looks slowly out the corner of its eye,

  made of crushed grass, underground nectars.

  Blood that rusts the careless winds in a footprint

  and dissolves butterflies on the window glass.

  It’s the blood that comes, that will come,

  down flat and tiled roofs everywhere

  to burn the chlorophyll of blonde women,

  to moan at the foot of the beds before the sinks’ insomnia,

  and crash in a dawn of tobacco and yellow haze.

  One must flee,

  flee past corners and hide in the highest floors,

  because the forest’s marrow will penetrate the cracks

  to leave on your flesh the faint footprint of an eclipse

  and the false sadness of a faded glove and a chemical rose.

  *

  It’s in the wisest silence,

  that’s when the waiters and cooks and those who clean with

  their tongues

  the wounds of the millionaires

  search for the king in the streets or in the angles of saltpeter.

  Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango,

  escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros;

  un viento sur que lleva

  colmillos, girasoles, alfabetos

  y una pila de Volta con avispas ahogadas.

  El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el

  monóculo;

  el amor, por un solo rostro invisible a flor de piedra.

  Médulas y corolas componían sobre las nubes

  un desierto de tallos sin una sola rosa.

  *

  A la izquierda, a la derecha, por el Sur y por el Norte,

  se levanta el muro imposible

  para el topo y la aguja del agua.

  No busquéis, negros, su grieta

  para hallar la máscara infinita.

  Buscad el gran sol del centro

  hechos una piña zumbadora.

  El sol que se desliza por los bosques

  seguro de no encontrar una ninfa,

  el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,

  el tatuado sol que baja por el río

  y muge seguido de caimanes.

  Negros, Negros, Negros, Negros.

  Jamás sierpe, ni cebra, ni mula

  palidecieron al morir.

  El leñador no sabe cuándo expiran

  los clamorosos árboles que corta.

  Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey

  a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.

  A south wind of wood, slanting in the black mud,

  spits at the broken barges and hammers nails into its shoulders;

  a south wind carrying

  fangs, sunflowers, alphabets,

  and a battery with drowned wasps.

  What we forgot was expressed by three drops of ink on the

  monocle,

  love by a single invisible face from the stone’s level.

  Medullas and corollas composed above the clouds

  a desert of stalks without a single rose.

  *

  To the left, to the right, to the south and the north

  an impossible wall goes up

  for the mole and the needle of water.

  Don’t look, blacks, in its crevice

  to find the infinite mask.

  Look for the great sun of the center.

  Turn into a buzzing hive.

  The sun slides through the forest

  sure not to find the nymph,

  the sun that destroys numbers and never has crossed a dream,

  the tattooed sun that goes to the river

  and moans pursued by caimans.

  Blacks.

  Never did serpent or zebra or mule

  pale before dying.

  The woodsman doesn’t know when the clamorous trees

  he cuts down die.

  Wait under the vegetable shadow of your king

  till hemlock, thistle, and nettle trouble the farthest roofs.

  Entonces, negros, entonces, entonces,

  podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,

  poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas

  y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas

  asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

  ¡Ay, Harlem disfrazada!

  ¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!

  Me llega tu rumor,

  me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,

  a través de láminas grises,

  donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,

  a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,

  a través de tu gran rey desesperado,

  cuyas barbas llegan al mar.

  Then, blacks, then,

  you can kiss in a frenzy the bicycle wheels,

  place pairs of microscopes in the nests of squirrels,

  and dance at last, no doubt, while the bristling flowers

  murder our Moses close to the rushes of heaven.

  Oh Harlem disguised!

  Oh Harlem, threatened by a crowd of headless suits!

  Your rumbling comes to me,

  your rumbling comes through trunks and elevators,

  through layers of gray

  where your cars float covered by teeth,

  through dead horses and small crimes,

  through your great desperate king,

  whose beard reaches the sea.

  IGLESIA ABANDONADA

  (Balada de la Gran Guerra)

  Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.

  Yo tenía un hijo.

  Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos.

  Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa

  y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote.

  He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!

  Saqué una pata de gallina por detrás de la luna y luego

  comprendí que mi niña era un pez

  por donde se alejan las carretas.

  Yo tenía una niña.

  Yo tenía un pez muerto bajo las cenizas de los incensarios.

  Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar!

  Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos

  y las cerillas apagadas

  se comían los trigos de la primavera.

  Yo vi la transparente cigüeña de alcohol

  mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes

  y vi las cabañas de goma

  donde giraban las copas llenas de lágrimas.

  En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!,

  cuando el sacerdote levante la mula y el buey con sus fuertes

  brazos

  para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados

  paisajes del cáliz.

  Yo tenía un hijo que era un gigante,

  pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de

  cielo.

  ABANDONED CH
URCH

  (Ballad of the Great War)

  I had a son named Juan.

  I had a son.

  He was lost through the arches on the Friday of the dead.

  I saw him play on the final ladders of the mass

  and he tossed a small tin can into the priest’s heart.

  I have pounded on the coffins. My son! My son!

  I took out a hen’s foot from behind the moon and then

  I understood my daughter was a fish

  into which the wagons retreat.

  I had a daughter.

  I had a dead fish under the censer’s ashes.

  I had a sea. Of what? My God! A sea!

  I rose to ring the bells but the fruit had worms

  and the blown-out tapers

  ate the spring wheat.

  I saw the transparent stork of alcohol

  cleanse the blackened heads of agonizing soldiers

  and I saw the rubber cabins

  where goblets twirled full of tears.

  In the anemones of the offertory I’ll find you, my heart,

  when the priest raises the mule and the ox on his strong arms

  to chase away the nocturnal frogs surrounding the frozen

  landscape of the chalice.

  I had a son who was a giant,

  but the dead are stronger and know how to devour pieces of

  sky.

  Si mi niño hubiera sido un oso,

  yo no temería el sigilo de los caimanes,

  ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles

  para ser fornicado y herido por el tropel de los regimientos.

  ¡Si mi niño hubiera sido un oso!

  Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los

  musgos.

  Sé muy bien que me darán una manga o la corbata;

  pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces

  vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas

  que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las

  esquinas:

  él tenía un hijo.

  ¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo

  que no era más que suyo, porque era su hijo!

  ¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!

  If my son had been a bear,

  I would not fear the secrecy of caimans

  or see the sea tied to the trees

  to be raped and wounded by the pounding regiments.

  If my son had been a bear!

  I’ll wrap myself in this hard canvas not to feel the moss’s cold.

  I know well they’ll give me a sleeve, a tie;

  but in the center of the mass I’ll break the helm and then

  there will come to the stone the madness of penguins and gulls

  who will force those sleeping and singing in corners to say:

  He had a son!

  A son! A son

  who was only his, because he was!

  His son! His son!

  III

  Calles y sueños

  A Rafael R. Rapún

  Un pájaro de papel en el pecho

  dice que el tiempo de los besos no ha llegado.

  —Vicente Aleixandre

  III

  Streets and Dreams

  To Rafael R. Rapún

  A paper bird in the breast

  says the time of kisses has not arrived.

  —Vicente Aleixandre

  DANZA DE LA MUERTE

  El mascarón. ¡Mirad el mascarón!

  ¡Cómo viene del África a New York!

  Se fueron los árboles de la pimienta,

  los pequeños botones de fósforo.

  Se fueron los camellos de carne desgarrada

  y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

  Era el momento de las cosas secas,

  de la espiga en el ojo y el gato laminado,

  del óxido de hierro de los grandes puentes

  y el definitivo silencio del corcho.

  Era la gran reunión de los animales muertos,

  traspasados por las espadas de la luz;

  la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza

  y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

  En la marchita soledad sin honda

  el abollado mascarón danzaba.

  Medio lado del mundo era de arena,

  mercurio y sol dormido el otro medio.

  El mascarón. ¡Mirad el mascarón!

  ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

  *

  Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío

  donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.

  Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,

  con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

  DANCE OF DEATH

  The mask, look at the mask!

  How it comes from Africa to New York!

  The pepper trees left,

  the small buds of phosphorus.

  The flesh-torn camels left

  and the valleys of light the swan lifted with its beak.

  It was the moment of dry things,

  of the wheat stalk in the eye and the laminated cat,

  of the rusted iron of the great bridges

  and the ultimate silence of cork.

  It was the great reunion of dead animals,

  pierced by swords of light;

  the eternal joy of the hippopotamus with its hooves of ash

  and of the gazelle with the everlasting flower in its throat.

  In the faded solitude without a sling

  the dented mask was dancing.

  Half the world was sand,

  the other half mercury and sleeping sun.

  The mask, look at the mask!

  Sand, caiman, and fear over Nueva York!

  *

  Canyons of lime imprisoned an empty sky

  where the voices of those dying under guano sounded.

  A sky cleansed and pure, identical to itself,

  soft down and sharp lily of its invisible mountains

  acabó con los más leves tallitos del canto

  y se fue al diluvio empaquetado de la savia,

  a través del descanso de los últimos desfiles,

  levantando con el rabo pedazos de espejo.

  Cuando el chino lloraba en el tejado

  sin encontrar el desnudo de su mujer

  y el director del banco observaba el manómetro

  que mide el cruel silencio de la moneda,

  el mascarón llegaba a Wall Street.

  No es extraño para la danza

  este columbario que pone los ojos amarillos.

  De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso

  que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.

  El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,

  ignorantes en su frenesí de la luz original.

  Porque si la rueda olvida su fórmula,

  ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos:

  y si una llama quema los helados proyectos,

  el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.

  No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.

  El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,

  entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados

  que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,

  ¡oh salvaje Norteamérica!, ¡oh impúdica!, ¡oh salvaje,

  tendida en la frontera de la nieve!

  El mascarón. ¡Mirad el mascarón!

  ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!

  *

  destroyed the slightest stems of song

  and went to the deluge dense with sap

  through the pause of the final parades,

  lifting pieces of mirror with its tail.

  When the Chinaman cried on the roof

  without finding the nude of his wife
/>
  and the bank director watched the pressure gauge

  that measures the cruel silence of coins,

  the mask arrived on Wall Street.

  It isn’t foreign to the dance

  this columbarium that yellows the eyes.

  From the sphinx to the vault there is a tense thread

  that pierces the heart of all poor children.

  The primitive drive dances with the mechanical drive,

  ignorant in their frenzy of original light.

  Because if the wheel forgets its formula

  it still can sing nude with herds of horses:

  and if a flame burns the frozen plans,

  the sky will have to flee before the tumult of the windows.

  This place isn’t foreign to the dance, I say it.

  The mask will dance between columns of blood and numbers,

  between hurricanes of gold and moans of idled workers,

  who will howl, dark night, for your time without lights.

  O savage North America. O impudent and savage,

  lying on the frontier of snow!

  The mask, look at the mask!

  The wave of mud and fireflies over New York!

  *

  Yo estaba en la terraza luchando con la luna.

  Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.

  En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.

  Y las brisas de largos remos

  golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

  La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro

  para fingir una muerta semilla de manzana.

  El aire de la llanura, empujado por los pastores,

  temblaba con un miedo de molusco sin concha.

  Pero no son los muertos los que bailan,

  estoy seguro.

  Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.

  Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;

  son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,

  los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,

  los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,

  los que beben en el banco lágrimas de niña muerta

  o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

  ¡Que no baile el Papa!

  ¡No, que no baile el Papa!

  Ni el Rey,

  ni el millonario de dientes azules,

  ni las bailarinas secas de las catedrales,

  ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.

  Solo este mascarón,

  este mascarón de vieja escarlatina,

  ¡solo este mascarón!

  I was on the terrace struggling with the moon.

  Swarms of windows riddled with bullets a thigh of night.

 

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