The Immortal Boy
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Cinco explosiones sin ningún grito se mezclaron dócilmente con la lluvia de pólvora que reventaba el cielo saludando al niño Dios.
UE LA PRIMERA vez que me hizo una caricia. Quedé petrificada. Estábamos en camiseta y él pasó el dorso de sus dedos por mi antebrazo. Sentí cómo todos los vellos se erizaban. Ese niño tenía el poder de hacer galopar mi corazón a mil. Volvió a pasar sus dedos por mi brazo y me sonrió. Aunque hacía sol y todo brillaba, su sonrisa era como una puerta hacia la luz. Sentí el renacuajo moviéndose entre mis dedos. Los destellos de su cola transparente brillando con el sol. Hacía calor y estábamos juntos. Había entrenado y estaba segura de poder tragarme ese renacuajo, si eso era lo que él quería.
—No —me dijo, y me soltó la mano—. Si se queda con los renacuajos en la barriga se muere, les pasa a todos, menos a mí.
Yo lo miré esperando que me dijera más, que me sacara de la sorpresa, pero queriendo sólo que volviera a tocarme el brazo para sentir su contacto tibio.
—¿No le han dicho que soy inmortal?
Asentí. No tenía sentido mentir sobre algo que todos sabíamos. Además, me parecía que lo que nos unía en ese momento era tan fuerte que ya nada lo podía deshacer.
—Es verdad. A mí las balas no me hicieron nada. En cambio todos mis hermanos se murieron —dijo, y oí como la voz se le atascaba en la garganta. Lo miraba atentamente.
—Me salvé porque vomité los renacuajos —continuó con esfuerzo y sin dejar de mirarme a los ojos.
—No comas renacuajos si no te quieres morir —dijo, y me di cuenta de que sus ojos marrones se habían puesto ligeramente verdes. Entonces, solté al bicho que se retorcía en mi palma, le sonreí y entendí que era yo la que tenía que tocarlo. Le pasé entonces la punta de los dedos por la mejilla, y a mi tacto siguió una lágrima gruesa.
—No quiero ser inmortal. Y ya no me quiero morir, quiero ser normal —soltó, y con un movimiento rápido sacó la palangana donde tenía sus renacuajos y los liberó en el agua. Los animales se perdieron rápidamente en la orilla y bajo el limo de la chamba. Volví a tocarle la mejilla, y él tomó mi mano entre la suya.
—Debíamos sembrar flores —opinó—. Comer flores no hace daño —completó, y se levantó sin soltarme la mano. Lo seguí casi sin darme cuenta de mi cuerpo, era como si me moviera siguiendo la luz de su sonrisa.
Nos quedamos mirándonos un segundo. Yo veía los brillos plateados que serpenteaban en su cara. Debía ser el sol reflejado sobre el agua o la felicidad que yo sentía. No importaba. Mi cara también tenía reflejos, y él también los miraba, pero pronto me di cuenta de que eran lágrimas. Estaba llorando de felicidad. Él cogió mis manos como si me fuera a decir algo, pero volvió a cerrar la boca sin pronunciar palabra.
Entonces entendí lo que me había querido decir y asentí.
ACERCA DEL AUTOR
Francisco Montaña Ibáñez es un reconocido escritor de literatura infantil y profesor de la Universidad Nacional de Colombia (IIE). El Inmortal es su primer libro publicado en los Estados Unidos y el primero en ser traducido al inglés.
ALGUNAS NOTAS SOBRE LA PRODUCCIÓN DE ESTE LIBRO
El arte de la cubierta y la chaqueta fue creado digitalmente por Filip Peraic´. El collage de los interiores fue creado por Richard Oriolo, utilizando objetos del pasado y del presente, así como juegos de mano. La composición del texto estuvo a cargo de Oriolo, que usó Walbaum MT Std, un tipo de letra diseñado por Carl Crossgrove, Charles Nix y Juan Villanueva para Monotype, quienes renovaron los diseños de principios del siglo XIX del grabador de punzones alemán Justus Erich Walbaum, utilizando remates modernos que combinan belleza y calidez. En las páginas iniciales y finales se usó Wide Latin, introducida a finales del siglo XIX por el tipógrafo inglés Stephenson Blake. Este libro electrónico fue creado por Westchester Publishing Services.
Producción supervisada por Leslie Cohen y Freesia Blizard
Cubierta y chaqueta diseñadas por Filip Peraic´
Interiores diseñados por Richard Oriolo