Aquella que se escande en fragmentos caprichosos y en estelas discontinuas,
Y grita: el fascismo, el fascismo, pero sólo yo
La escucho, yo
El escritor encerrado en el cuarto de huéspedes
Tratando de soñar inútilmente
Una carta ideal
Llena de aventuras y de escenas sin sentido
Que encubran la carta verdadera,
La carta terrorífica del adiós
Y de cierto tipo de amnesia
Infrecuente,
Mientras la hermana del poeta golpea las puertas de las habitaciones vacías
Como quien golpea las puertas sucesivas del Pensamiento
Y grita o susurra el fascismo,
Al tiempo que el poeta de 20 encula con dos golpes secos
Al poeta de 23 y éste hace ug ug,
Una verga de 23 centímetros como un gusano de acero
En el recto del poeta de 23,
Y la boca del poeta de 20 se pega como un hisopo
En el cuello
Del poeta de 23
Y los pequeños dientes de nácar del poeta de 20
Buscan los músculos, las articulaciones, el hueso en el cuello,
En la nuca, huelen los cerebelos
Del poeta de 23.
Y la hermana grita
El fascismo, el fascismo, un fascismo extraño, ciertamente, un fascismo casi translúcido
Como la mariposa de los bosques profundos,
Aunque en las retinas de ella lo que prevalece es la Gran Ola Metálica
Del Pacífico
Y los poetas gritan
Hartos de tanto histerismo:
¡Acaba de una puta vez tu putañera lectura
De Raúl Zurita!
Y justo en el momento de decir Zurita
Se corren,
De suerte que el apellido de nuestro poeta nacional
Es proferido casi agónicamente
Como una caída libre en la sopa de letras hirviente
De la poesía
Y luego el silencio se instaura en los juguetes
Y el viento, un viento venido de otro continente e incluso puede
Que de otro tiempo, recorre
La casa de madera, se mete
Por debajo de las puertas, por debajo de las
Camas, por debajo de los sillones,
Y los jóvenes poetas se visten y salen a cenar
Al restaurante «Los Meandros», también llamado
«La Sevillana Ilustrada»
En homenaje a la patrona,
Una especialista o tal vez sólo una redicha
En Bocángel y Juan Del Encina
Y la hermana mayor llora
Ovillada en el sillón tocado por la luna
Y sus hipos recorren la casa de madera
Como un pelotón de fantasmas,
Como un pelotón de soldados de plomo,
Hasta arrancarme de mi sueño lleno de candidez y mutaciones,
Mi sueño de vapor
Del que emerjo de un salto
Avisado por un ángel del peligro
Y entonces me aliso el pelo y la camisa floreada
Antes de salir al pasillo a investigar qué sucede,
Pero sólo la brisa nocturna y el sonido del mar
Contestan mis preguntas.
¿Y qué es eso que crece como el pelo en las cabezas muertas?
¿Y qué es eso que crece como las uñas en las garras que el Destino
Se encargó –porque sí– de velar y enterrar
En las faldas de una montaña de ceniza?
La vida, supongo, o esta inercia regida por las estrellas,
La epifanía en la doble boca del degollado.
Y yo vi a los jóvenes poetas caminando de la mano
Por el Paseo Marítimo, alejándose como juncos mágicos del Club de Yates
Rumbo a la Roca de las Palomas,
La que corta en dos la bahía.
Y vi a la hermana mayor escondida
Debajo de la cama
Y dije sal de ahí, no llores más, nadie le hará daño a nadie, soy yo,
El que os alquila la habitación de arriba.
Y en sus ojos, en la condensación que eran sus ojos,
Vi a la noche navegar a 30 nudos por hora
Por el mar de los sobresaltos, y vi al amanecer,
Allí, en la vesícula de la luna, emprender la persecución
A 35 nudos por hora.
Y vi salir a las mujeres del «Trianón», del «Eva», del «Ulises»
Con las faldas arrugadas y los escotes inseguros: un café con leche
Y dos donuts en el «Pitu Colomer» para después volver
A la gran corriente.
Y dije: salgamos, está amaneciendo, que la mañana deshaga los restos de la pesadilla.
Y los poetas ascendieron hasta el mirador de la Roca de las Palomas
Y después volvieron a bajar, pero por la pared del mar,
Hasta el acomodo de un saliente
Como un nido de Pájaro Roc
En donde a merced de los vientos, pero protegidos por la piedra,
Se besaron, se acariciaron las revueltas cabelleras,
Hundieron sus rostros en el cuello del otro
Riendo y acezando.
Y la hermana mayor salió conmigo: seguimos
La ruta de los camiones cisterna hasta el deslinde geométrico del pueblo,
hasta el lugar donde explotaban
Las casas, las flores, los hoyos ayer abiertos por trabajadores olvidados
Y hoy convertidos en marmitas de un caldo
Más duradero que nosotros.
Y en un bar junto a los riscos pronunciamos
Nuestros nombres
Y comprendí que el vacío podía ser
Del tamaño de una nuez.
Ella acababa de llegar de Madrid y en su cansancio
Crecían pesadillas y fantasmas. ¿Qué
Edad tienes?, dijo riendo. 39, respondí.
¡Qué viejo! Yo tengo 25, dijo.
Y tu nombre empieza por L, pensé,
Una L como un bumerang que vuelve una y otra vez
Aunque sea arrojado al Infierno.
REUNION
Esta noche se parece
a un enano que crece
DE ORY
Two poets 20 and 23 years old,
Naked in bed with the shades drawn
Intertwine themselves, suck nipples and
Erect cocks, between
Vaguely literary moans
While one’s older sister curled up in the armchair by the TV,
Eyes enormous and scared,
Observes the great metallic wave of the Pacific
In scans of capricious fragments and discontinuous trails,
And screams: fascism, fascism, but only I
Hear her, I
The writer locked in the guest room
Uselessly trying to dream up
An ideal letter
Full of adventures and pointless anecdotes
To cover up the real letter,
The terrifying letter goodbye
And a certain kind of
Occasional amnesia,
While the poet’s sister bangs the doors of empty rooms
Like someone banging the successive doors of Thought
And screams or whispers fascism,
At the moment when, with two dry bangs, the 20-year-old poet butt fucks
The 23-year-old poet who goes ugh ugh,
A 23-centimeter cock like an iron worm
In the 23-year-old poet’s rectum,
And the 20-year-old poet’s mouth clings like hyssop
To the 23-year-old poet’s
Neck
And the 20-year-old poet’s little ivory teeth
Seek out muscles, joints, the bone in the neck,
In the nape, smell the cerebellums
Of the 23-year-old poet.
And the sister screams
Fascism, fascism, a strange fascism, sure
, a fascism nearly translucent
Like the butterfly of deep forests,
Though what prevails in her eyes is the Great Metallic Wave
Of the Pacific
And the poets scream
Fed up with such hysteria:
Once and for fucking all stop reading fucking
Raúl Zurita!
And at the very moment they say Zurita
They come,
So that the surname of our national poet
Is proffered almost in agony
Like a free fall into the boiling alphabet soup
Of poetry
And then silence settles on the toys
And the wind, a wind from another continent and even maybe
From another time, passes through
The wooden house, slips
Under doors, under
Beds, under armchairs,
And the young poets get dressed and go out for dinner
At Los Meandros restaurant, also called
La Sevillana Ilustrada
In homage to the owner,
A specialist or maybe just well versed
In Bocángel and Juan Del Encina
And the older sister cries
Curled up in the armchair touched by the moon
And her hiccups move about the wooden house
Like a squad of ghosts,
Like a squad of lead soldiers,
Till they tear me from my dreams full of naivety and mutations,
My vaporous dreams
From which I emerge with a start
Warned of danger by an angel
And then I smooth my hair and my flowered shirt
Before stepping into the hallway to see what’s going on,
But only the night breeze and the sound of the sea
Answer my questions.
And what is it that grows like hair on dead skulls?
And what is it that grows like nails on talons,
The talons that Destiny took upon herself — just because — to hold a wake over
And bury in the foothills of a mountain of ash?
Life, I suppose, or this star-governed inertia,
The epiphany in the double mouth of one whose throat has been slit.
And I saw the young poets walk hand in hand
Along the Paseo Marítimo, moving away from the Yacht Club like magical junks
Straight toward Pigeon Rock,
Which cuts the bay in two.
And I saw the older sister hidden
Beneath the bed
And said come out of there, stop crying, no one will hurt you, it’s me,
The guy who rents the room upstairs.
And in her eyes, in the condensation of her eyes,
I saw the night travel at 30 knots an hour
Through the sea of horrors, and saw sunrise,
There, in the moon’s vesicle, embarking on the chase
At 35 knots an hour.
And I saw women leaving Trianón, Eva, Ulises
With wrinkled skirts and disheveled necklines: a café con leche
And two donuts in Pitu Colomer so they could return
To the great current.
And I said: let’s go, it’s getting light, let morning wipe away what’s left of the nightmare.
And the poets climbed to the lookout on Pigeon Rock
And then descended again, but down the wall facing the sea,
Until they reached the comfort of a ledge
Like a Rock Bird nest
Where at the mercy of winds, but protected by stone,
They kissed, caressed disheveled locks,
Buried their faces in each other’s necks
Laughing and panting.
And the older sister went out with me: we followed
The tanker trucks’ route toward the town’s geometric limit,
To where there was an explosion of
Houses, flowers, pits opened yesterday by forgotten workers
And today converted to stock pots for a soup
More lasting than ourselves.
And in a bar beside the cliffs we said
Our names
And I realized the void could be
The size of a nut.
She’d just arrived from Madrid and in her exhaustion
Nightmares and ghosts were mounting. How
Old are you? she said laughing. 39, I responded.
You’re old! I’m 25, she said.
And your name begins with L, I thought,
An L like a boomerang that comes back again and again
Even if it’s thrown to Hell.
EL SEÑOR WILTSHIRE
Todo ha terminado, dice la voz del sueño, y ahora eres el reflejo
de aquel señor Wiltshire, comerciante de copra en los mares del sur,
el blanco que desposó a Uma, que tuvo muchos hijos,
el que mató a Case y el que jamás volvió a Inglaterra,
eres como el cojo a quien el amor convirtió en héroe:
nunca regresarás a tu tierra (¿pero cuál es tu tierra?),
nunca serás un hombre sabio, vaya, ni siquiera un hombre
razonablemente inteligente, pero el amor y tu sangre
te hicieron dar un paso, incierto pero necesario, en medio
de la noche, y el amor que guió ese paso te salva.
MR. WILTSHIRE
It’s all over, says the voice in the dream, and now you’re the reflection
of that guy Wiltshire, copra merchant in the South Seas,
the white man who married Uma, had lots of kids,
the one who killed Case and never went back to England,
you’re like the cripple turned into a hero by love:
you’ll never return to your homeland (but which is your homeland?),
you’ll never be a wise man, come on, not even a man
who’s reasonably intelligent, but love and your blood
made you take a step, uncertain but necessary, in the middle
of the night, and the love that guided that step is what saves you.
VERSOS DE JUAN RAMÓN
Malherido en un bar que podía ser o podía no ser mi victoria,
Como un charro mexicano de finos bigotes negros
Y traje de paño con recamados de plata, sentencié
Sin mayores reflexiones la pena de la lengua española. No hay
Poeta mayor que Juan Ramón Jiménez, dije, ni versos más altos
En la lírica goda del siglo XX que estos que a continuación
recito:
Mare, me jeché arena zobre la quemaúra.
Te yamé, te yamé dejde er camino . . . ¡Nunca
ejtubo ejto tan zolo! Laj yama me comían,
mare, y yo te yamaba, y tú nunca benía!
Después permanecí en silencio, hundido de quijada en mis fantasmas,
Pensando en Juan Ramón y pensando en las islas que se hinchan,
Que se juntan, que se separan.
Como un charro mexicano del Infierno, dijo horas o días más tarde
La mujer con la que vivía. Es posible.
Como un charro mexicano de carbón
Entre la legión de inocentes.
Los versos de J.R.J. pertenecen al poema «La Carbonerilla Quemada», de Historias para Niños sin Corazón Antolojía Poética, Editorial Losada, Buenos Aires, 1944.
VERSES BY JUAN RAMÓN
Badly injured in a bar that may or may not have been my victory,
Like a Mexican charro with a fine black mustache
And a cloth suit with silver stitching, I imposed,
Without really thinking, the penalty of the Spanish language. There’s no
Greater poet than Juan Ramón Jiménez, I said, nor higher verses
In 20th century Iberian lyric than the ones I’m about to
recite:
Mama, I frew sand ober da burn.
I cawled you, I cawled you fwum da woad . . . It’s
neber been so wonewy! Da fwame
s was eaten me,
Mama, and I was cawlin you, and you neber came!
Then I stayed silent, plunged jaw-deep in my phantoms,
Thinking of Juan Ramón and thinking of islands that swell,
That join together, that separate.
Like a Mexican charro from Hell, said the woman
I lived with, hours or days later. It’s possible.
Like a soot-covered Mexican charro
Among the legion of innocents.
The verses by J.R.J. are found in the poem “La Carbonerilla Quemada,” in Historias para Niños sin Corazón. Antología Poética, Editorial Losada, Buenos Aires, 1944.
LOS NEOCHILENOS
a Rodrigo Lira
El viaje comenzó un feliz día de noviembre
Pero de alguna manera el viaje ya había terminado
Cuando lo empezamos.
Todos los tiempos conviven, dijo Pancho Ferri,
El vocalista. O confluyen,
Vayo uno a saber.
Los prolegómenos, no obstante,
Fueron sencillos:
Abordamos con gesto resignado
La camioneta
Que nuestro mánager en un rapto
De locura
Nos había obsequiado
Y enfilamos hacia el norte,
El norte que imanta los sueños
Y las canciones sin sentido
Aparente
De los Neochilenos,
Un norte, ¿cómo te diría?,
Presentido en el pañuelo blanco
Que a veces cubría
Como un sudario
Mi rostro.
Un pañuelo blanco impoluto
O no
En donde se proyectaban
Mis pesadillas nómadas
Y mis pesadillas sedentarias.
Y Pancho Ferri
Preguntó
Si sabíamos la historia
Del Caraculo
Y el Jetachancho
Asiendo con ambas manos
El volante
Y haciendo vibrar la camioneta
Mientras buscábamos la salida
De Santiago,
Haciéndola vibrar como si fuera
El pecho
Del Caraculo
Que soportaba un peso terrible
Para cualquier humano.
Y recordé entonces que el día
Anterior a nuestra partida
Habíamos estado
En el Parque Forestal
De visita en el monumento
A Rubén Darío.
Adiós, Rubén, dijimos borrachos
Y drogados.
Ahora los hechos banales
Se confunden
Con los gritos anunciadores
De sueños verdaderos.
Pero así éramos los Neochilenos,
B00CMDZOCW EBOK Page 35