Book Read Free

The Poems of Octavio Paz

Page 12

by Octavio Paz


  toda la noche las piedras rotas se buscan a tientas en mi frente, toda la noche pelea el agua contra la piedra,

  las palabras contra la noche, la noche contra la noche, nada ilumina el opaco combate,

  el choque de las armas no arranca un relámpago a la piedra, una chispa a la noche, nadie da tregua,

  es un combate a muerte entre inmortales, No,

  dar marcha atrás, parar el río de sangre, el río de tinta,

  remontar la corriente y que la noche, vuelta sobre sí misma, muestre sus entrañas,

  que el agua muestre su corazón, racimo de espejos ahogados,

  que el tiempo se cierre y sea su herida una cicatriz invisible, apenas una delgada línea sobre la piel del mundo,

  que las palabras depongan armas y sea el poema una sola palabra entretejida,

  y sea el alma el llano después del incendio, el pecho lunar de un mar petrificado que no refleja nada

  sino la extensión extendida, el espacio acostado sobre sí mismo, las alas inmensas desplegadas,

  y sea todo como la llama que se esculpe y se hiela en la roca de

  entrañas transparentes,

  duro fulgor resuelto ya en cristal y claridad pacífica.

  Y el río remonta su curso, repliega sus velas, recoge sus imágenes y se interna en sí mismo.

  Ginebra, 1953

  El cántaro roto

  La mirada interior se despliega y un mundo de vértigo y llama nace bajo la frente del que sueña:

  soles azules, verdes remolinos, picos de luz que abren astros como granadas,

  tornasol solitario, ojo de oro girando en el centro de una explanada calcinada,

  bosques de cristal de sonido, bosques de ecos y respuestas y ondas, diálogo de transparencias,

  ¡viento, galope de agua entre los muros interminables de una garganta de azabache,

  caballo, cometa, cohete que se clava justo en el corazón de la noche, plumas, surtidores,

  plumas, súbito florecer de las antorchas, velas, alas, invasión de lo blanco,

  pájaros de las islas cantando bajo la frente del que sueña!

  Abrí los ojos, los alcé hasta el cielo y vi cómo la noche se cubría de estrellas.

  ¡Islas vivas, brazaletes de islas llameantes, piedras ardiendo, respirando, racimos de piedras vivas,

  cuánta fuente, qué claridades, qué cabelleras sobre una espalda obscura,

  cuánto río allá arriba, y ese sonar remoto de agua junto al fuego, de luz contra la sombra!

  Harpas, jardines de harpas.

  Pero a mi lado no había nadie.

  Sólo el llano: cactus, huizaches, piedras enormes que estallan bajo el sol.

  No cantaba el grillo,

  había un vago olor a cal y semillas quemadas,

  las calles del poblado eran arroyos secos

  y el aire se habría roto en mil pedazos si alguien hubiese gritado: ¿quién vive?

  Cerros pelados, volcán frío, piedra y jadeo bajo tanto esplendor, sequía, sabor de polvo,

  rumor de pies descalzos sobre el polvo, ¡y el pirú en medio del llano como un surtidor petrificado!

  Dime, sequía, dime, tierra quemada, tierra de huesos remolidos, dime, luna agónica,

  ¿no hay agua,

  hay sólo sangre, sólo hay polvo, sólo pisadas de pies desnudos sobre la espina,

  sólo andrajos y comida de insectos y sopor bajo el mediodía impío como un cacique de oro?

  ¿No hay relinchos de caballos a la orilla del río, entre las grandes piedras redondas y relucientes,

  en el remanso, bajo la luz verde de las hojas y los gritos de los hombres y las mujeres bañándose al alba?

  El dios-maíz, el dios-flor, el dios-agua, el dios-sangre, la Virgen,

  ¿todos se han muerto, se han ido, cántaros rotos al borde de la fuente cegada?

  ¿Sólo está vivo el sapo,

  sólo reluce y brilla en la noche de México el sapo verduzco,

  sólo el cacique gordo de Cempoala es inmortal?

  Tendido al pie del divino árbol de jade regado con sangre, mientras dos esclavos jóvenes lo abanican,

  en los días de las grandes procesiones al frente del pueblo, apoyado en la cruz: arma y bastón,

  en traje de batalla, el esculpido rostro de sílex aspirando como un incienso precioso el humo de los fusilamientos,

  los fines de semana en su casa blindada junto al mar, al lado de su querida cubierta de joyas de gas neón,

  ¿sólo el sapo es inmortal?

  He aquí a la rabia verde y fría y a su cola de navajas y vidrio cortado,

  he aquí al perro y a su aullido sarnoso,

  al maguey taciturno, al nopal y al candelabro erizados, he aquí a la flor que sangra y hace sangrar,

  la flor de inexorable y tajante geometría como un delicado

  instrumento de tortura,

  he aquí a la noche de dientes largos y mirada filosa, la noche que desuella con un pedernal invisible,

  oye a los dientes chocar uno contra otro,

  oye a los huesos machacando a los huesos,

  al tambor de piel humana golpeado por el fémur,

  al tambor del pecho golpeado por el talón rabioso,

  al tam-tam de los tímpanos golpeados por el sol delirante,

  he aquí al polvo que se levanta como un rey amarillo y todo lo descuaja y danza solitario y se derrumba

  como un árbol al que de pronto se le han secado las raíces, como una torre que cae de un solo tajo,

  he aquí al hombre que cae y se levanta y come polvo y se arrastra,

  al insecto humano que perfora la piedra y perfora los siglos y carcome la luz,

  he aquí a la piedra rota, al hombre roto, a la luz rota.

  ¿Abrir los ojos o cerrarlos, todo es igual?

  Castillos interiores que incendia el pensamiento porque otro más puro se levante, sólo fulgor y llama,

  semilla de la imagen que crece hasta ser árbol y hace estallar el cráneo,

  palabra que busca unos labios que la digan,

  sobre la antigua fuente humana cayeron grandes piedras,

  hay siglos de piedras, años de losas, minutos espesores sobre la fuente humana.

  Dime, sequía, piedra pulida por el tiempo sin dientes, por el hambre sin dientes,

  polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres,

  dime, cántaro roto caído en el polvo, dime,

  ¿la luz nace frotando hueso contra hueso, hombre contra hombre, hambre contra hambre,

  hasta que surja al fin la chispa, el grito, la palabra,

  hasta que brote al fin el agua y crezca el árbol de anchas hojas de turquesa?

  Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos,

  soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos,

  hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros,

  cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección,

  el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocerse y recobrarse,

  el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre,

  el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente estatua de la lluvia,

  para decir los pronombres hermosos y reconocernos y ser fieles a nuestros nombres

  hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba,

  más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo,

  echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, juntar de nuevo lo que fue separado,

  vida y muerte no son mundos c
ontrarios, somos un solo tallo con dos flores gemelas,

  hay que desenterrar la palabra perdida, soñar hacia dentro y también hacia afuera,

  descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara a cara al mediodía y arrancarle su máscara,

  bañarse en luz solar y comer los frutos nocturnos, deletrear la escritura del astro y la del río,

  recordar lo que dicen la sangre y la marea, la tierra y el cuerpo, volver al punto de partida,

  ni adentro ni afuera, ni arriba ni abajo, al cruce de caminos, adonde empiezan los caminos,

  porque la luz canta con un rumor de agua, con un rumor de follaje canta el agua

  y el alba está cargada de frutos, el día y la noche reconciliados fluyen como un río manso,

  el día y la noche se acarician largamente como un hombre y una mujer enamorados,

  como un solo río interminable bajo arcos de siglos fluyen las estaciones y los hombres,

  hacia allá, al centro vivo del origen, más allá de fin y comienzo

  México, 1955

  Piedra de sol

  * * * *

  Sunstone

  [1957]

  La trezième revient . . . c’est encore la première;

  et c’est toujours la seule—ou c’est le seul moment;

  car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?

  es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?

  Gérard de Nerval, Arthémis

  Sunstone

  a crystal willow, a poplar of water,

  a tall fountain the wind arches over,

  a tree deep-rooted yet dancing still,

  a course of a river that turns, moves on,

  doubles back, and comes full circle,

  forever arriving: the calm course

  of the stars or an unhurried spring,

  water with eyes closed welling over

  with oracles all night long,

  a single presence in a surge of waves,

  wave after wave till it covers all,

  a reign of green that knows no decline,

  like the flash of wings unfolding in the sky,

  a path through the wilderness of days to come,

  and the gloomy splendor of misery like a bird

  whose song can turn a forest to stone,

  and the imminent joys on branches that vanish,

  the hours of light pecked away by the birds,

  and the omens that slip past the hand,

  a sudden presence like a burst of song,

  like the wind singing in a burning building,

  a glance that holds the world and all

  its seas and mountains dangling in the air,

  body of light filtered through an agate,

  thighs of light, belly of light, the bays,

  the solar rock, cloud-colored body,

  color of a brisk and leaping day,

  the hour sparkles and has a body,

  the world is visible through your body,

  transparent through your transparency,

  I travel my way through galleries of sound,

  I flow among echoing presences,

  I cross transparencies as though I were blind,

  a reflection erases me, I’m born in another,

  oh forest of pillars that are enchanted,

  through arches of light I enter into

  the corridors of a diaphanous fall,

  I travel your body, like the world,

  your belly is a plaza full of sun,

  your breasts two churches where blood

  performs its parallel rites,

  my glances cover you like ivy,

  you are a city the sea assaults,

  a stretch of ramparts split by the light

  in halves the color of peaches,

  a domain of salt, rocks and birds,

  under the rule of oblivious noon,

  dressed in the color of my desires,

  you go your way naked as my thoughts,

  I travel your eyes, like the sea,

  tigers drink their dreams in those eyes,

  the hummingbird burns in those flames,

  I travel your forehead, like the moon,

  like the cloud that passes through your thoughts,

  I travel your belly, like your dreams,

  your skirt of corn ripples and sings,

  your skirt of crystal, your skirt of water,

  your lips, your hair, your glances rain

  all through the night, and all day long

  you open my chest with your fingers of water,

  you close my eyes with your mouth of water,

  you rain on my bones, a tree of liquid

  sending roots of water into my chest,

  I travel your length, like a river,

  I travel your body, like a forest,

  like a path in the mountain that ends at a cliff,

  I travel along the edge of your thoughts,

  and my shadow falls from your white forehead,

  my shadow shatters, and I gather the pieces

  and go on with no body, groping my way,

  the endless corridors of memory,

  the doors that open on an empty room

  where all the summers have come to rot,

  jewels of thirst burn at its depths,

  the face that vanishes upon recall,

  the hand that crumbles at my touch,

  the hair spun by a mob of spiders

  over the smiles of years ago,

  setting out from my forehead, I search,

  I search without finding, search for a moment,

  a face of storm and lightning-flashes

  racing through the trees of night,

  a face of rain in a darkened garden,

  relentless water that flows by my side,

  I search without finding, I write alone,

  there’s no one here, and the day falls,

  the year falls, I fall with the moment,

  I fall to the depths, invisible path

  over mirrors repeating my shattered image,

  I walk through the days, the trampled moments,

  I walk through all the thoughts of my shadow,

  I walk through my shadow in search of a moment,

  I search for an instant alive as a bird,

  for the sun of five in the afternoon

  tempered by walls of porous stone:

  the hour ripened its cluster of grapes,

  and bursting, girls spilled out from the fruit,

  scattering in the cobblestone patios of the school,

  one was tall as autumn and walked

  through the arcades enveloped in light,

  and space encircled and dressed her in a skin

  even more golden and more transparent,

  tiger the color of light, brown deer

  on the outskirts of night, girl glimpsed

  leaning over green balconies of rain,

  adolescent incalculable face,

  I’ve forgotten your name, Melusina,

  Laura, Isabel, Persephone, Mary,

  your face is all the faces and none,

  you are all the hours and none,

  you’re a tree and a cloud, all the birds

  and a single star, the edge of the sword

  and the executioner’s bowl of blood,

  the ivy that creeps, envelops, uproots

  the soul, and severs it from itself,

  writing of fire on a piece of jade,

  crack in the stone, queen of snakes,

  column of mist, spring in the rock,

  lunar circus, aerie of eagles,

  anise seed, thorn tiny and m
ortal,

  thorn that brings immortal pain,

  shepherdess of valleys under the sea,

  gatekeeper of the valley of the dead,

  liana that drops from the cliffs of vertigo,

  tangling vine, poisonous plant,

  resurrection flower, grape of life,

  lady of the flute and the lightning-flash,

  terrace of jasmine, salt in the wound,

  branch of roses for the man shot down,

  snow in August, gallows’ moon,

  writing of the sea on basalt rock,

  writing of the wind on desert sand,

  the sun’s last will, pomegranate, wheat,

  face of flames, face devoured,

  adolescent face plagued by phantom years

  and circular days that open out

  on the same patio, the same wall,

  the moment is aflame, and all the faces

  that appear in the flames are a single face,

  all of the names are a single name,

  all of the faces a single face,

  all of the centuries a single moment,

  and through all the centuries of the centuries

  a pair of eyes blocks the way to the future,

  there’s nothing in front of me,

  only a moment salvaged this night

  from a dream of coupled images dreamed,

  a moment chiseled from the dream,

  torn from the nothing of this night,

  lifted by hand, letter by letter,

  while time, outside, is screaming curses,

  and pounding at the doors of my soul

  is the world with its bloodstained schedules,

  only a moment while cities, names,

  flavors and everything that is alive

  all crumble inside my blind skull,

  while the sorrows of night press on my thoughts,

  weigh down my spine, and my blood runs

  a little slower, my teeth wobble,

  my eyes cloud over, and the days

  and years heap their empty horrors,

  while time folds its fan shut

  and behind its images there’s nothing,

  the moment plunges into itself

  and floats surrounded by death,

  threatened by night’s lugubrious yawn,

  threatened by death that is masked and alive,

  the moment plunges into itself,

  enters itself like a closing fist,

  like a fruit that ripens towards its center

 

‹ Prev