El Diccionario del Mago

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by Allan Zola Kronzek




  Para quienes empiezan a adentrarse en el fascinante mundo de Harry Potter, pero también para quienes ya han profundizado en los mitos y leyendas en los que se inspira la obra de J. K. Rowling, este es un libro imprescindible. Con numerosas entradas adicionales y nuevas ilustraciones, esta edición ampliada de El Diccionario del mago es la versión definitiva de una obra que ya constituye un referente para los interesados en la magia y la mitología.

  ¿Cuáles son los ingredientes más empleados en las pociones mágicas? ¿Qué sistemas de adivinación y profecía se conocen? ¿Cuál es el significado del atuendo de un brujo?

  El diccionario del mago contiene más de ciento treinta entradas acerca de cuestiones tan diversas como los talismanes y los conjuros, los gigantes y las sibilas, y es un repaso exhaustivo de las leyendas ancestrales que han dado origen al universo de Harry Potter. El auténtico libro de cabecera de todo aprendiz de mago.

  Este libro no ha sido realizado o aprobado por ninguna persona o entidad relacionada con las obras originales o licenciadas de Harry Potter.

  Allan Zola Kronzek & Elizabeth Kronzek

  El Diccionario del Mago

  Edición ampliada

  ePub r1.0

  Titivillus 02.05.17

  Título original: The Sorcerer’s Companion

  Allan Zola Kronzek & Elizabeth Kronzek, 2010

  Traducción: Inés Balaustegui & Paula Vicens & Rosa Borràs

  Editor digital: Titivillus

  ePub base r1.2

  La escritura desatada

  destos libros da lugar

  a que el autor pueda mostrarse épico,

  lírico, trágico, cómico, con todas

  aquellas partes que encierran en sí las

  dulícísimas y agradables ciencias

  de la poesía y de la oratoria;

  que la épica tan bien puede escribirse

  en prosa como en verso.

  MIGUEL DE CERVANTES

  El Quijote 1,47

  Si eres como la mayoría de los seguidores de Harry Potter, seguramente sabrás que la posesión más preciada de Harry es su escoba voladora, que la asignatura favorita de Hermione es la aritmomancia y que una criatura magnífica llamada hipogrifo ayudó a Sirius Black a escapar.

  Pero ¿sabías que hubo un tiempo en que se creía que los brujos volaban montados en horcas, que la aritmomancia es una forma muy antigua de adivinación del futuro y que los primeros jinetes de los hipogrifos fueron los legendarios caballeros de Carlomagno? ¿O que Nicholas Flamel, amigo del profesor Dumbledore y creador de la piedra filosofal, existió de verdad?

  El caso es que las extraordinarias aventuras de Harry y sus amigos suceden a tal velocidad, que apenas nos queda un momento para reflexionar sobre la cantidad de auténtica mitología, folklore e historia que se oculta bajo la superficie.

  Uno de los grandes placeres de leer los libros de Harry Potter deriva de la extraordinaria riqueza de su universo mágico, creado, en parte, por la imaginación aparentemente ilimitada de J. K. Rowling, y en parte, por la sabiduría popular y colectiva tan amplia que sobre lo mágico existe en todo el mundo. Pociones, encantos, gigantes, dragones, calderos, bolas de cristal, todos estos elementos tienen detrás una intrigante y a menudo sorprendente historia, que se remonta a cientos de años, a veces miles. Las varitas mágicas como las que se venden en el callejón Diagon eran creadas antiguamente por los hechiceros druidas, que extraían la madera del tejo, un árbol sagrado. El origen de las pociones amorosas se remonta a las antiguas Grecia y Roma. Y los libros de conjuros y maldiciones (que son de lectura obligada en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería) eran muy populares, aunque también muy criticados, en la Edad Media.

  Este libro ofrece al lector curioso la posibilidad de buscar cualquier elemento «mágico» que aparezca en los primeros cuatro libros de Harry Potter, así como de descubrir todo un mundo de información fascinante y sorprendente. ¿Cómo consiguió su poder la piedra filosofal? ¿Cuáles fueron las primeras palabras mágicas? ¿Son el basilisco, la veela o el malvado grindylow fruto de los sueños de J. K. Rowling? Y si no los soñó ella, entonces, ¿quién? Este libro contiene todas las respuestas.

  La historia de las creencias mágicas es extensa, y al escribir esta obra hemos tenido que dejar fuera más datos de los que hemos incluido. Las ricas tradiciones de magia y mitología de China, África, India, Japón, Australia y Suramérica se mencionan solo de pasada. Más bien, hemos limitado nuestra atención a aquellos aspectos de la sabiduría popular que están relacionados de manera más directa con el universo de Harry Potter. Casi todas las prácticas mágicas que se enseñan en Hogwarts hunden sus raíces en la tradición mágica occidental, que a su vez surgió de los antiguos imperios de Oriente Medio, Grecia y Roma. Algunas criaturas imaginarias como los centauros, la mantícora o el unicornio, proceden de la misma tradición. Otros muchos seres mágicos, tales como los elfos, los gnomos, los trasgos, los hinkypunks y los trolls, proceden del folklore del norte de Europa y de las islas Británicas.

  Cuando empezamos a escribir este libro, preguntamos a los seguidores de Harry Potter qué materias les interesaban más. Algunos querían conocer más detalles sobre conjuros, encantos y maldiciones. Otros tenían ganas de aprender cosas sobre los boggarts o sobre los gorras rojas, y conocer la diferencia entre las brujas y las arpías.

  Suponemos que tú también tendrás tus propios intereses, y decidirás tu propio orden de lectura. Este libro no está pensado para ser leído siguiendo el orden alfabético, aunque también es posible hacerlo así. Quizá quieras comenzar por magia, a modo de introducción a este fascinante tema. Pero, en verdad, puedes empezar por donde quieras. Y es muy probable que acabes leyéndolo todo.

  En cada entrada hemos querido ofrecer una visión general del tema y de sus raíces mitológicas, folklóricas e históricas. Cuando aparece una letra en negrita, significa que tiene su propia entrada.

  Durante el trabajo de investigación para elaborar este libro, hemos aprendido muchas cosas curiosas que no nos esperábamos, como el método para leer hojas de té, o la manera de librarse de los trasgos, o cómo recolectar mandrágora sin correr peligro, y cómo usar la aritmomancia para escoger el desayuno. Y nos sentimos más seguros que sabemos cómo reconocer a un demonio, y qué hay que hacer si nos ataca un demonio necrófago (nunca le golpees dos veces). Esperamos que toda esta información te resulte tan interesante como lo es para nosotros. Quizás algún día pueda serte útil.

  «¿Con quién me casaré? ¿A qué edad moriré? ¿Cuál será el número premiado de la Lotería? ¿Se venderá bien este producto? ¿Se va a estrellar el avión? ¿Ganaremos la guerra?» Todo el mundo, desde los adolescentes enamorados hasta los líderes del planeta, quiere saber lo que depara el futuro. Por eso la adivinación, el arte de predecir el futuro, ha existido de una forma u otra en todas las culturas de la historia. En casi todas las ciudades del mundo podemos encontrar personas que se dedican a practicar alguna variante de la adivinación: astrología, lectura del tarot, consulta de la bola de cristal, quiromancia, numerología, interpretación de las hojas del té, y estos ejemplos son solo una pequeña muestra de los cientos de sistemas de adivinación que se han desarrollado a lo largo de los siglos.

  Con su sombrero, su atuendo y sus libros, el adivino era fácilmente reconocible. Este, del siglo XVII, sostiene un astrolabio como símbolo de sus conocimientos de astrología.

  (Fuente de la imagen 1)

  Muchos métodos adivinatorios se crearon en la antigua Mesopotamia hace más de cuatro mil años. Allí, las artes adivinatorias eran practicadas por los sacerdotes, que estudiaban los movimientos de los astros y planetas, y examinaban las entrañas de los animales sacrificados en busca de pistas acerca del futuro del monarca y de
la comunidad. Algunos adivinos buscaban información acerca de acontecimientos futuros entrando en estados de trance y pidiendo ayuda a los espíritus. Otros observaban la naturaleza en espera de augurios. Un eclipse, una tormenta de granizo, el nacimiento de gemelos, el modo en que el humo se elevaba en el aire o casi cualquier fenómeno, podían ser interpretados como señales del porvenir.

  En las antiguas Grecia y Roma había dos niveles de adivinación: adivinos profesionales y muy bien entrenados, que trabajaban para el gobierno, y adivinos corrientes, que decían la buenaventura a todo el que pudiera pagarles. De los adivinos oficiales, el más valorado en Grecia era el Oráculo de Delfos. La gente acudía con sus preguntas (tipo multirespuesta) y recibían una contestación directamente del dios Apolo, canalizada a través de una de las sacerdotisas del templo. Incluso emisarios de reyes vecinos consultaban al Oráculo sobre cuestiones tan importantes como dónde erigir un templo, o si debían lanzarse a una guerra. Los adivinos que trabajaban para el estado en Roma eran llamados augures (vocablo que procede del latín avis [pájaro] y garrire [charlar]), ya que sus consejos, que el Imperio tenía en mucha consideración, se basaban en la observación de los pájaros. De todas las criaturas de la Tierra, los pájaros eran las que estaban más cerca del cielo, así que se comprende que se los creyera buenos indicadores de lo que podía agradar o disgustar a los dioses. La interpretación se fundaba en muchos tipos de observaciones, como la cantidad y especie de aves y sus esquemas de vuelo, sus reclamos y cantos, la dirección del vuelo y su velocidad. Julio C Tsar, Cicerón, Marco Antonio y otros eminentes romanos ejercieron de augures alguna vez.

  Adivinos mucho menos famosos estaban al alcance de casi todo el mundo (incluso a los esclavos se les permitía a veces hacer consultas), y el negocio de la predicción del futuro florecía en todos los rincones del mundo antiguo. La interpretación de los sueños y la astrología eran los sistemas con mayor tradición, peto también eran populares la aritmomancia, el divisamiento (método parecido a la consulta a la bola de cristal) y la quiromancia, así como otros sistemas que tenían que ver con pájaros, dados, libros, flechas, hachas y otros muchos objetos sorprendentes. Los adivinos populares, muchos de los cuales también vendían talismanes y amuletos, no gozaban del respeto que tenían los adivinos oficiales. A menudo eran unos timadores, y los humoristas disfrutaban burlándose de la gente que acudía en masa a pedirles consejos sobre cualquier asunto sin importancia.

  Gentes de toda clase y condición acudían a los adivinos profesionales. Aquí vemos a un joven noble sorprendido ante lo que las cartas revelan.

  (Fuente de la imagen 2)

  Las artes mánticas

  ¿Qué tendrá que ver ese temible depredador verde del reino de los insectos, conocido con el nombre de mantis religiosa, con los sistemas de adivinación? Pues no mucho, la verdad. Lo único que tienen en común es una curiosa conexión en cuanto al lenguaje: la palabra griega mantikos, que significa «profeta». Dada la naturaleza profética de la adivinación del futuro, a veces se dice que los adivinos practican las «artes mánticas», y los redactores de diccionarios usan el sufijo «-mancia» para referirse a cualquier forma de adivinación. La lectura de las palmas de la mano se llama quiromancia (xhiros es la palabra griega para «mano»), la interpretación de los sueños es la oniromancia (oneiros significa «sueño»), y así sucesivamente.

  (Fuente de la imagen 3)

  La voraz mantis de jardín recibe su nombre de la típica posición de sus patas delanteras, que nos recuerda a un profeta con las manos juntas en actitud de rezo. Sin embargo, normalmente las mantis religiosas suelen estar más centradas en la presa que en adivinar el futuro o implorar al cielo.

  Muchos antiguos sistemas de adivinación perduraron en la Edad Media, a pesar de la oposición de la Iglesia en Europa. Seguía habiendo adivinos profesionales en las ciudades más grandes. También había adivinos ambulantes que iban de pueblo en pueblo, y hechiceros de aldea y mujeres sabias hacían esa misma función en sus pequeñas comunidades. Hay que señalar que se esperaba de los hechiceros de las aldeas que vieran el pasado además del futuro. Muchas veces se les pedía que encontraran objetos perdidos, identificaran ladrones, adivinaran dónde se encontraban personas desaparecidas y descubrieran la localización de tesoros enterrados (hace siglos, cuando había pocos bancos, mucha gente enterraba sus posesiones más valiosas en un agujero en la tierra, práctica que llevó a que los demás quisieran localizar el sitio y desenterrar el tesoro). La gente corriente también podía practicar un poco de adivinación casera, que aprendían de baratos librillos ilustrados sobre quiromancia, astrología y otros temas, que se podían comprar ya en el siglo XVI. Sin embargo, en su mayor parte la adivinación estaba en manos de profesionales, que aseguraban poseer información, entrenamiento adecuado y un «don», negados a los demás.

  Siglos más tarde se añadieron dos sistemas de predicción del futuro al arsenal de la adivinación. La cartomancia, adivinación mediante las cartas de la baraja, se desarrolló a partir de mediados del siglo XVII, unos 150 años después de la primera aparición de las cartas de juego en Europa. Pronto se convirtió en el sistema más usado por los adivinos zíngaros nómadas. El segundo, la taseomancia, adivinación por lectura de las hojas del té, aunque se practicaba en China desde el siglo VI aproximadamente, no llegó a Europa hasta mediados del siglo XVIII. Estos nuevos sistemas se hicieron muy populares, quizá porque jugar a las cartas y tomar té ya formaba parte de la vida cotidiana en esa época. Aunque muchos sistemas antiguos de adivinación no se siguen practicando, todos los que se enseñan en Hogwarts están vigentes hoy día.

  Glosario de la adivinación

  A lo largo de los siglos han ido creándose cientos de sistemas de adivinación. Aquí están algunos de nuestros favoritos:

  AEROMANCIA: Con este antiguo sistema de adivinación no se predice el tiempo, sino que es el tiempo el que predice el futuro. Los creyentes veían profecías en las condiciones atmosféricas, o sea, en truenos, relámpagos, las formas de las nubes, la dirección y fuerza del viento, y la presencia de halos alrededor del Sol o de la Luna. La aeromancia era practicada por los sacerdotes de Babilonia, y es uno de los sistemas adivinatorios más antiguos.

  ALECTROMANCIA: Un gallo (alektor en griego) era la clave de esta antigua forma de adivinación. Se trataba de dibujar las letras del alfabeto alrededor de un gran círculo y poner granos de trigo sobre cada letra. El orden en que el gallo iba comiéndose los granos revelaba un mensaje. Si las palabras no tenían ningún sentido, el adivino las interpretaba. En cuanto el gallo se comía un grano, se volvía a poner otro en la letra para que todas pudieran aparecer tantas veces como el mensaje lo requiriera.

  ALOMANCIA: Hubo un tiempo en que en muchas partes del planeta se creía que la sal poseía propiedades mágicas. En este sistema de adivinación, el practicante echaba un puñado de sal sobre una superficie y después interpretaba las figuras que habían aparecido. Esta antigua práctica puede estar relacionada con la superstición de que derramar la sal da mala suerte, o con la idea de que echar un puñadito por encima del hombro (normalmente el izquierdo) da buena suerte o bien ahuyenta la mala fortuna.

  APANTOMANCIA: Encontrarse con un animal por azar era algo que se consideraba lleno de significado. En la Europa medieval, cruzarse accidentalmente con una cabra o con una liebre era señal de buena suerte inminente, sobre todo si se veía a la liebre escapando de unos sabuesos. Ver un murciélago, un cuervo o un asno era mala señal. La interpretación de estos encuentros fortuitos varía según la cultura. En Estados Unidos cruzarse con un gato negro suele considerarse indicio de mala suerte, mientras que en el Reino Unido puede tener justo el significado contrario.

  ASTRAGALOMANCIA: La adivinación mediante dados se remonta al antiguo Egipto, y a lo largo de los siglos han ido transmitiéndose muchos métodos diferentes. (Si te estás preguntando de dónde procede el nombre, es de la palabra griega astrágalos, que se refiere a un hueso pequeño de animal, que era el material original con que se fabricaban los dados). Un librillo medieval explica un sistema muy
simple, con tres dados. Sacar tres seises significa que tus deseos se van a hacer realidad. Dos seises y un dos indicaban éxito, pero con esfuerzo. Un seis y dos cuatros significaban que era mejor que te olvidaras del asunto, pues lo que deseabas no era buena idea.

  BIBLIOMANCIA: Solo hace falta un libro. El adivino plantea una pregunta, abre el libro al azar y, con los ojos cerrados, pone el dedo en algún sitio de la página. La frase o el párrafo donde está el dedo se toma como respuesta, o al menos como un comentario sobre la pregunta. La Biblia fue el libro elegido durante siglos, pero después se hicieron más populares los clásicos (Homero, Virgilio y Shakespeare). De todos modos, prácticamente cualquier libro puede servir, incluso este.

  CERMOMANCIA: Este antiguo sistema, de uso muy extendido, se centra en la cera derretida en un cuenco de metal. La cera caliente va vertiéndose poco a poco en otro cuenco lleno de agua fría. En cuanto la cera toca el agua, se solidifica y adquiere formas diferentes que luego son interpretadas por el vidente. A lo largo de los siglos se han recogido una serie de interpretaciones fijas para cada forma, de manera que cualquier persona puede aprender el sistema. Esas mismas interpretaciones fueron aplicadas después a la taseomancia, la lectura de las hojas del té.

  GEOMANCIA: Se recoge un puñado de arenilla con las manos y se echa suavemente al suelo. El vidente interpreta las siluetas que se han formado. Hay una versión más reciente llamada geomancia de papel, en la que el adivino plantea una pregunta y, con los ojos cerrados, apoya la punta de un lápiz sobre una hoja de papel y empieza a dibujar garabatos. Transcurrido el tiempo que considere necesario, termina el proceso y se interpretan los dibujos.

 

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