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El Diccionario del Mago

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by Allan Zola Kronzek


  De los cuentos escritos sobre espejos mágicos, quizás el más famoso sea el de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, en el que una niña llamada Alicia» cae dentro del espejo de su habitación y entra en un mundo mágico donde todo y todos van marcha atrás. La gente camina de espaldas, lee desde el final hacia el principio, e incluso se pinchan y gritan en orden inverso. Por supuesto, los espejos sí que hacen que las cosas se vean del revés, lo que explica que en el mundo mágico el espejo de OESED refleje DESEO.

  Supersticiones en torno a los espejos

  Hoy día, la ciencia óptica ha restado mucho misterio a los espejos. Sin embargo, unas cuantas supersticiones populares aún perduran para recordarnos su magia. Estas son diez de las más comunes:

  Romper un espejo acarrea siete años de mala suerte. Esta creencia se inició con los romanos, aproximadamente en el siglo I a. C., que añadieron los siete años a otra superstición griega más antigua. Sin embargo, la mala suerte se puede evitar enterrado un trozo del espejo.

  Cuando un espejo cae de la pared significa que alguien morirá pronto.

  Los espejos deben cubrirse durante las tormentas eléctricas para que no atraigan los rayos.

  Los vampiros y las brujas no se reflejan en los espejos, porque carecen de alma.

  Los espejos pueden atrapar el alma humana y deben cubrirse cuando alguien acaba de morir.

  Un espejo enmarcado únicamente por tres lados ha sido usado por una bruja para ver a mucha distancia.

  No se debe permitir a un niño contemplarse en un espejo hasta cumplido un año, por temor a que absorba su joven alma.

  Una novia vestida para su boda no debe mirar su reflejo hasta después de la ceremonia, porque trae mala suerte.

  Mirarse en un espejo a la luz de una vela atrae la mala fortuna, especialmente en Halloween.

  Para soñar con tu futura pareja, duerme con un espejo bajo la almohada.

  ¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen de verdad los fantasmas? ¿O por qué flotan por el mundo algunas almas de difuntos, como Myrtle La Llorona y el profesor Binns, mientras otras permanecen dentro de una tumba agradable y tranquila? Pues no eres el único. En el folklore, literatura y religión de prácticamente todas las civilizaciones, los fantasmas y las historias de fantasmas han desempeñado un papel importante.

  Los fantasmas se manifiestan de muchas maneras. El tipo de fantasma más básico y universal es la aparición, o espíritu sin cuerpo. Algunas apariciones parecen compuestas de un vapor pálido semejante a la niebla, pero otras muchas se presentan como seres humanos de carne y hueso, totalmente normales. El folklore europeo está repleto de fábulas sobre fantasmas con apariencia muy humana, que comen, beben y realizan todas las funciones corporales típicas de los vivos. A menudo, la naturaleza fantasmal de tales espectros se manifiesta solo por su misteriosa capacidad para desmaterializarse, o por el extraño olor a rancio o podrido que algunos fantasmas dejan tras de sí.

  En la Grecia y Roma antiguas, los espíritus de los muertos solían adoptar la forma de sombras oscuras, extrañas manchas negras o presencias invisibles, similares a los poltergeist. Los antiguos egipcios creían que los muertos podían aparecer dentro de su propio cuerpo reanimado, y en otras muchas culturas se ha creído que los fantasmas podían presentarse como demonios, animales o incluso plantas.

  En las sociedades más antiguas, tanto en Oriente como en Occidente, se daba por hecho que los fantasmas eran un fenómeno real, y natural, y muchas culturas celebran fiestas a lo largo del año para mantener buenas relaciones con sus muertos. Quizá la fiesta antigua más extraña de todas las dedicadas a los muertos sea la fiesta romana de Lemuralia, celebrada cada primavera. Durante la Lemuralia, los romanos se levantaban en mitad de la noche y marchaban por el salón de la casa, dejando un rastro de judías pintas tras de sí. «Con estas judías —entonaban los hombres con actitud ceremoniosa—, me compro a mí mismo y a mi familia.» Recorrían todo el perímetro de la sala, tirando las judías y repitiendo esta frase nueve veces, para asegurarse de que a los espíritus de los muertos les diera tiempo de recoger su ofrenda. A continuación, el dueño de la casa que ejecutaba el ritual hacía sonar un pesado címbalo de bronce y exclamaba: «Espíritus de mis antepasados, marchaos», tras lo cual se creía que todos los fantasmas desaparecían tranquilamente hasta el año siguiente.

  Como indica el carácter amistoso de este rito, la mayoría de los fantasmas de la Antigüedad no eran temidos como ahora, sino venerados. Sin embargo, hoy día la mayor parte de las historias de fantasmas (contadas como historias ficticias, o como hechos reales) los describen como criaturas terroríficas y no naturales, que solo aparecen cuando el espíritu de una persona muerta está intranquilo o incómodo por alguna razón. Algunos espíritus intranquilos, como el personaje de Jacob Marley en Cuento de Navidad de Charles Dickens, están condenados a asustar a los humanos por los pecados que cometieron en vida. Otros caminan aún por la tierra debido a que su muerte fue violenta o inesperada. Por ejemplo, se dice que por la mansión de Beamish, en el condado inglés de Durham, ronda el fantasma de una joven desgraciada que murió asfixiada mientras se escondía en un baúl. (Cuenta la leyenda que estaba tratando de escapar del matrimonio convenido que le habían preparado. ¡Más vale que su prometido fuera tan malo como ella creía!)

  (Fuente de la imagen 37)

  La mayoría de los fantasmas de Hogwarts también sufrieron una muerte brutal o trágica. El espantoso fallecimiento de Nick Casi Decapitado puede estar inspirado en el caso del conde de Lancaster, del siglo XIV, que se cree que ronda por la mansión de Dunstanburgh, en Inglaterra, como represalia por su chapucera decapitación. (Según algunos testigos, ¡el inexperto verdugo tuvo que darle once hachazos para lograr separarle la cabeza del tronco, e incluso unos cuantos soldados bien curtidos se desmayaron ante el espectáculo!)

  En cuanto se deja suelto un fantasma, normalmente se ve obligado a vagar por el mundo, rondar casas o merodear por los cementerios, hasta que se libera su espíritu o es vengado. La forma más popular de librarse de un espíritu indeseable es contratar a un exorcista profesional, o «liberador de fantasmas», pero también se puede vencer a algunos espectros con solo volver a enterrar sus huesos en un cruce de caminos. Como los fantasmas tienen muy poco sentido de la orientación, este truquillo suele desorientarlos para toda la eternidad. Pero si todo falla, puedes acostumbrarte a tener uno de estos espíritus rondándote cerca. Al fin y al cabo, hay cosas mucho peores que ser invitado de vez en cuando a una fiesta de cumpleaños de muerte.

  La característica más destacable del fénix es que, como Harry aprende mientras espera en la oficina de Albus Dumbledore, periódicamente (más o menos cada quinientos años) este pájaro legendario arde en llamas, queda reducido a cenizas y renace luego de ellas. En la antigua mitología griega y egipcia este ciclo de muerte y renacimiento se relacionaba con el del Sol, que «moría» cada noche y dejaba el mundo en tinieblas para «renacer» al día siguiente. Durante la Edad Media, el fénix pasó a formar parte del simbolismo cristiano como representación de la muerte, la resurrección y la vida eterna. En la actualidad es una conocida metáfora del triunfo sobre la adversidad: de cualquiera que consigue sobreponerse a una calamidad o recuperarse de un fracaso se dice que ha «renacido de sus propias cenizas». En una forma algo diferente, el fénix también forma parte de la mitología China, donde durante siglos ha sido un símbolo de poder, integridad, lealtad, honestidad y justicia.

  (Fuente de la imagen 38)

  Los escritores clásicos griegos y romanos decían que solo había un fénix en el mundo y que vivía en Arabia, cerca de un pozo fresco en el que cada mañana se bañaba y cantaba una dulce melodía. «Su plumaje es en parte dorado y en parte carmesí, y se parece mucho a un águila por su figura y su talla», relataba el historiador griego Herodoto, quien también advertía a sus lectores: «Yo personalmente nunca lo he visto sino dibujado.» El fénix se alimentaba de incienso, canela y mirra, y cuando intuía que el fin de sus días se acercaba, reunía la corteza y la madera de estas plantas aromática
s para construirse un nido (algunos lo llamarían pira funeraria) en la copa de una palmera o de un roble. Entonces batía las alas muy deprisa hasta que se prendía en llamas y quedaba reducido a un montón de cenizas ardientes, del que surgía un nuevo polluelo de fénix. Después de recuperar su fuerza y probar sus alas, el nuevo fénix recogía las cenizas, las metía en un huevo de mirra y volaba con él hasta el Templo del Sol, en Heliópolis, Egipto, donde lo depositaba en el altar del dios del sol, Ra. Una vez hecho esto, el fénix podía regresar libremente a Arabia y comenzar otros quinientos años de vida.

  No encontramos precedentes sobre la habilidad de Fawkes para curar heridas con sus lágrimas y dar poder a las varitas mágicas con las plumas de su cola. Sin embargo, en la antigua Roma, el escritor Lucano aseguraba que las cenizas del fénix eran un ingrediente indispensable en una poción que podía devolver la vida a los muertos. Otros romanos de la misma época se mostraban más interesados en la utilización del pájaro con fines simbólicos como, por ejemplo, al comparar la reconstrucción de Roma después de un incendio devastador con el renacimiento y la renovación del fénix. Más tarde, los alquimistas como Nicholas Flamel y Paracelso interpretaron la historia de la mágica transformación del pájaro a partir de sus cenizas como una metáfora de la transformación de los metales comunes en oro e incluso de la creación de la piedra filosofal. Por su asociación con la alquimia, el fénix se convirtió en un conocido símbolo de las boticas (actuales farmacias) y, a menudo, se solía representar en los carteles que presidían sus puertas. El fénix también se halla en monedas, mosaicos, amuletos y esculturas de la Antigüedad.

  Fawkes, el fénix de Dumbledore, se parece mucho al ave legendaria de la mitología clásica, aunque tiene algunos de los rasgos propios del de la china. Es el pájaro chino, con garras desnudas y alas desplegadas, el que se representa tradicionalmente atacando serpientes como el basilisco. Con las asociaciones centenarias del pájaro (renovación, renacimiento, justicia, lealtad, luz del sol y el poder de la piedra filosofal), no cabe duda de por qué los guerreros del número 12 de Grimmauld Place escogieron el fénix como símbolo de su causa.

  Por muy buena que pueda parecerle a un extraño la vieja y gris Señora Norris, ningún estudiante de Hogwarts se siente cómodo en presencia de la gata de Argus Filch. Siempre está al acecho, tratando de descubrir infracciones, y parece poseer una misteriosa habilidad para compartir información con su dueño sin siquiera maullar.

  Desde hace mucho tiempo se asocia a los gatos con lo mágico y lo sobrenatural. En el siglo XVI mucha gente los consideraba mascotas de las brujas y, como en el caso de la Señora Norris, se sospechaba que podían comunicarse con sus dueñas. En ciertos sitios de Escocia estaba tan arraigada esta creencia que mucha gente se negaba a tratar asuntos importantes relacionados con la familia si había un gato en la habitación, por temor a que lo que se decía pudiera ser usado contra ellos por una bruja.

  Sin embargo, según algunas teorías, los gatos eran algo más que espías de las brujas: eran verdaderas brujas disfrazadas. Nicholas Remy, un juez del siglo XVI que presidió cientos de juicios por brujería, aseguraba que casi todas las brujas a las que había conocido se transformaban fácilmente en gatos cuando deseaban entrar en las casas de otras personas. Pero a diferencia de la profesora McGonagall, que puede convertirse en gato cuantas veces quiera, se dice que las brujas reales solo podían ejecutar esta proeza siete veces, una por cada supuesta vida de los gatos. Las brujas inglesas llevaban ventaja en esto, ya que, según la tradición, los gatos ingleses tienen nueve vidas.

  El gato de bruja solía ser más un sirviente que una mascota; se lo consideraba un demonio menor, enviado por el Diablo para realizar cualquier acción malvada que la bruja pudiera idear, desde agriar la leche hasta matar ganado y otros animales, llevar enfermedades crónicas a los enemigos o incluso la muerte. En un juicio celebrado en el siglo XVI, una bruja confesa afirmó que su gato, Satán, le hablaba con una voz extraña y hueca, le buscó un marido adinerado, hizo que se quedara cojo y mató al bebé de seis meses de su dueña por orden de esta. En el oeste de Inglaterra, varios testigos aseguraron haber visto a una mujer, conocida como «la malvada bruja negra de Fraddam», volando a lomos de un enorme gato negro siempre que salía a buscar venenos y hierbas mágicas. Con historias así propagándose como la pólvora, no sorprende que la gente sintiera por los gatos el mismo terror que les causaban las brujas, y que los trataran con igual crueldad.

  Sin embargo, antes de que se les temiera, los gatos eran animales muy bien considerados. Los antiguos egipcios fueron el primer pueblo que los usó como mascota, y finalmente se convirtieron en objeto de devoción religiosa. Empezó alrededor de 2000 a. C., cuando la diosa Bastet, a la que suele representarse con cuerpo de mujer y cabeza de gato, era venerada como personificación de la fertilidad y la sanación. Según el historiador griego Diodorus Siculus, a los gatos designados para vivir en templos se les mimaba con comidas compuestas de pan, leche y trozos de pescado del Nilo. Incluso sus cuidadores gozaban de una elevada posición dentro de la comunidad. Al final se consideró a los gatos no solo símbolos de la diosa Bastet, sino también dioses. Matar uno, aunque fuera por accidente, podía ser castigado con la muerte, y cuando el gato de la familia moría de muerte natural, todos los miembros de la casa se afeitaban las cejas en señal de duelo. Se fabricaban y vendían miles de amuletos en forma de gato. Y la adoración profesada a estos animales no terminaba cuando morían. Era muy importante enterrar al gato con el mayor de los respetos, lo cual en aquella época significaba embalsamarlos como momias (se creía que el embalsamamiento permitía que los muertos regresaran a la vida). En el verano de 1888, un granjero egipcio que estaba excavando en su terreno descubrió un grupo de momias de gato de una antigüedad de dos mil años, enterradas justo debajo de la arena del desierto, ¡Había allí trescientos mil gatos momificados! Se trataba de uno de los muchos cementerios de gatos existentes en Egipto.

  Leyendas gatunas

  Hay mucha gente a la que le fascinan los gatos, y la tradición popular cuenta con montones de historias que atribuyen significados a cualquier cosa que los gatos hagan. Según cierta leyenda, se sabe que va a llover si los gatos están juguetones; otra dice que esto solo es verdad si el gato se pasa una pata sobre ambas orejas mientras se limpia. Se puede esperar invitados cuando un gato se atusa los bigotes, pero si estira las patas hacia el fuego es que los que vienen hacia la casa son desconocidos. Un gato que estornuda junto a una novia el día de su boda predice un matrimonio feliz, pero tres estornudos significan que todos los que están en la casa van a resfriarse. Y si te preguntas si la compañía de un gato negro te puede acarrear mala suerte o no, la respuesta depende de dónde vivas. Los norteamericanos aborrecen los gatos negros, mientras que en Inglaterra se cree que dan buena suerte. En los tiempos isabelinos se asociaba con las brujas no a los gatos negros o a los blancos, sino sobre todo a los manchados (o atigrados), como las tres famosas brujas que aparecen en Macbeth, de Shakespeare, que toman como señal para actuar el hecho de que «tres veces el gato manchado ha maullado». Nadie sabe a ciencia cierta por qué unas veces cierto color de gato se ha considerado de buen augurio y por qué otras era al contrario. Así que quizá lo más seguro sea seguir la tradición galesa que afirma que quienes tienen un gato negro como el carbón y otro blanco como la nieve son los más afortunados de todos.

  ¿Por qué será que a los gatos se les ha amado y odiado con la misma vehemencia? Hay muchas supersticiones sobre los gatos que responden a ciertas verdades básicas. Por ejemplo, como le pasa al gato de Hermione, Crookshanks, la mayoría de los felinos sienten un fuerte rechazo hacia las ratas. Hay quien dice que la adoración egipcia a los gatos procedía del hecho de que protegían los graneros y otros lugares donde se almacenaban alimentos de los roedores. Además, al haber visto que también mataban víboras venenosas, los egipcios llegaron a creer que el gato era el enemigo natural de la serpiente, símbolo tradicional del mal. Por otra parte, la excelente visión nocturna de los gatos y la manera en que sus ojos pueden reflejar la luz, volvién
dose casi fluorescentes, hizo creer que los gatos eran clarividentes: si eran capaces de ver en la oscuridad, ¿por qué no iban a poder también leer la mente o vislumbrar el futuro? La electricidad estática del pelo de los gatos (cuya cualidad varía cuando el aire es muy seco o muy húmedo) se interpretaba como una habilidad para predecir el tiempo. Y la tendencia de muchos gatos a mostrarse distantes e indiferentes hacia los humanos hizo que algunas personas los consideraran criaturas «de otro mundo», con vida secreta, o embusteros maquinadores a la espera del momento idóneo para saltar sobre un bebé dormido o para revelar a otros una conversación que habían escuchado. Así que, si te gusta acariciar la cabeza de un gato suave y ronroneante y susurrarle un secreto al oído, quizá sería mejor que lo hicieras con un perro.

  Debe de ser difícil vivir bajo el peso de la fama de tus antepasados. No hay duda de que esa es la razón por la que la descomunal Madame Maxime insiste en que ella no es ningún gigante, que solo tiene «los huesos grandes». Desde hace siglos, los gigantes tienen fama de crueles y tontos y, como descubre Hagrid, la mayoría de los humanos no los soportan.

 

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