Border of a Dream: Selected Poems of Antonio Machado (Spanish Edition)
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a dream of lily in the far horizon.
He flees the city. The urban tedium
of sad flesh and coarse spirit!
This roaming soul is torn and broken,
but not because of a bitter tragedy,
and purged of alien sin, he has the wisdom,
the terrible wisdom, of the idiot.
Amanecer de otono
A Julio Roniero de Torres.
Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
Autumn Dawning
to Julio Romero de Torres
A long roadway
between gray cliff sides,
and a lowly meadow
where black bulls graze. Blackberries, thickets, rockroses.
The earth is soaked
with drops of dew,
and rows of gold poplars
along the river curve.
Behind the violet forests
first dawn is breaking.
On his shoulder a shotgun,
between his nimble hounds, a hunter is walking.
El tren
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estámos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
—esas rosas amarillas—
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas
fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
The Train
On any trip I take
—always on a wooden seat
in a third-class train—
I like to travel light.
On night rides, I don’t keep
my evenings for sleep,
and during the day I like
to see small trees rush by,
so I never sleep on the train
yet I am perfectly fine.
This happiness of breaking away!
London, Ponferrada, Madrid,
so lovely to get rid
of home. Arrival is my dismay.
The train and walking roads
always help me dream
and almost let me forget
the mess we’re climbing through.
Rooster, do you know the way?
Where are we anyway?
Where everyone gets off.
In front of me a young nun.
She is beautiful, her hair in a bun,
her expression is serene.
For one who cannot cope,
her serene gaze
offers infinity of hope.
And I think: You are good,
you gave your loves
over to Jesus, since you don’t care
to be the mother of sinners,
and yet you are
maternal,
blessed among women,
virginal
mother. Something in your face
is holy under the linen veil.
Your cheeks
(those yellow roses)
once were pink, and then
fire burned in your belly;
today you are the cross’s wife.
Now you are light and only light.
All beautiful women were
virgins like you, formed to be
locked up in a nunnery!
And the girl I love,
oh, she’d rather marry
a young bearded guy!
The train bangs on, limping by
as the cars and engine jolt
and cough an iron cough.
We streak in a lightning bolt!
Noche de verano
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cenit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.
Summer Night
It is a beautiful summer night.
The tall houses leave
their balcony shutters open
to the wide plaza of the old village.
In the large deserted square,
stone benches, burning bush and acacias
trace their black shadows
symmetrically on the white sand.
In its zenith, the moon, and on the tower
the clock’s illuminated globe.
I stroll through this ancient village,
alone like a ghost.
Campos de Soria
1
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
2
Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor—las nuevas hojas—
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales flore
cidos,
y brotan las violetas perfumadas.
3
Es el campo undulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.
Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las cumbres de nieve sonrosada.
4
¡Las figuras del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
5
La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.
Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.
Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
En torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
—tal el golpe de un hacha sobre un leño—.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.
Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.
La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.
6
¡Soria frío, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche alulan,
cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
tan bella! bajo la luna.
7
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
8
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria—barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
9
¡Oh, si! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!
Fields of Soria
1
Cold and arid land of Soria.
Through the hills and the bald sierras
small green meadows, high ashen slopes,
spring comes
leaving in the redolent grass
its diminutive white daisies.
The land does not awake, the field dreams.
In early April there is heavy snow
on the back of Moncayo.23
Those walking wrap a scarf
around neck and mouth, and the shepherds
make their way enveloped in trailing capes.
2
The plowed fields
like patches of brown serge,
the small orchard, the beehive, strips
of dark green where the merino grazes
on leaden rocky slopes
evoke a pleasant dream of childhood Arcadia.
In far black poplars by the road
stiff branches seem to steam
a glaucous vapor—new leaves—
and in the clefts of valleys and gorges
blossoming brambles whiten
and perfumed violets open.
3
A rolling field, and the roads
now conceal the travelers who ride
on tiny brown donkeys;
already at the scarlet rim of afternoon
small plebeian silhouettes rise,
staining the gold linen of the sunset.
But if you climb a hill and gaze at the field
from the peaks where the eagle lives,
you will see steel and carmine sunflowers,
lead plains and silver slopes
ringed by violet mountains
with summits of rose-tinted snow.
4
Those figures in the field against the sky!
Two slow oxen plow
a knoll in early autumn,
and, between the black heads bent down,
under the heavy yoke
is the cradle for a child.
Behind the team
a man plods leaning over the earth,
and a woman casts seed
into the open furrows.
Below a cloud of crimson and flame,
in the greenish and liquid gold
of s
unset, the shadows become giants.
5
Snow. In the inn facing the open field
you see the fireplace and smoking logs
and the stewpot bubbling at the boil.
The north wind sweeps the stiffened land,
arousing the silent snow
in white whirlwinds.
Snow over the field and roads
is falling as over a grave.
An old man shivers and coughs,
huddled over the fire. The old woman
spins her mop of wool. A young girl sews
green fringes on her scarlet serge.
The son of these old grandparents,
a muleteer, walked on the white land
and one night he lost his way
and vanished in the mountain snows.
Around the fire there’s an empty place,
and on the old man’s forehead a sullen wrinkle
like a big dark scar
—an ax blow into a log.
The woman looks at the field, as if she heard
footsteps on the snow. No one comes.
Deserted, the neighboring road;
deserted, the field around the house.
The girl is thinking of green meadows
she might race around on with other girls
on blue-and-gold mornings
when white daisies are growing.
6
Cold Soria! Pure Soria,
headland of Extremadura,24
with her warrior castle
in ruin over the Duero,
with crumbling walls
and houses turning black!
Dead city of lords,
soldiers or hunters,
of portals with shields
of a hundred hidalgo lines,
of ravenous hounds,
tense and skinny dogs
who are swarming
through the squalid alleys,
and at midnight howl
when the crows caw!
Cold Soria! The courthouse
bell strikes one.
Soria, Castilian city
so beautiful below the moon!