Negué con la cabeza. El corazón me latía con fuerza.
– Para usted es mejor que Goddard no sepa cómo se enteró de las negociaciones con Delphos.
– ¿O tal vez cree que puede ir al FBI? Y decirles «yo fui espía, me contrató Wyatt», ¿no es así? Ah, eso les encantará. Usted sabe lo comprensivo que es el FBI, ¿no es cierto? Lo aplastarán como a una cucaracha, una cucaracha de mierda, y yo lo negaré todo y no tendrán más opción que creerme, ¿sabe por qué? Porque usted no es más que un timador de medio pelo. Usted tiene todo un historial como estafador, mi amigo. Un estafador de pacotilla. Usted me desfalcó y yo lo despedí, y todo eso está muy bien documentado.
– Si es así, no le va a resultar muy fácil explicar por qué Wyatt Telecom me recomendó con tanto entusiasmo.
– Si alguien lo hubiera hecho. Pero nadie lo hizo, ¿no lo entiende? Nunca recomendaríamos a un timador como usted. Usted, como el mentiroso compulsivo que ha sido siempre, falsificó nuestro membrete, falsificó sus propias recomendaciones cuando pidió empleo en Trion. Esas cartas no vinieron de nosotros. El análisis del papel y el examen forense de los documentos lo probarán sin lugar a dudas. Usted usó una impresora distinta, cartuchos de tinta diferentes. Usted llegó a falsificar firmas, gilipollas -Wyatt hizo una pausa-. ¿De verdad creyó que no íbamos a cubrirnos las espaldas?
Traté de sonreír también, pero no logré que los músculos temblorosos de mi boca cooperaran.
– Lo siento, pero eso no explica las llamadas de ejecutivos de Wyatt a Trion -dije-. De cualquier forma, Goddard verá que es cierto. Él me conoce.
La risa de Wyatt fue más como un ladrido.
– ¡Lo conoce! ¡Eso sí que es gracioso! Joder, tío, de verdad no sabe usted con quién se ha metido, ¿verdad? Está de mierda hasta el cuello y no lo sabe todavía. ¿Piensa que alguien creerá que nuestro Departamento de Recursos Humanos llamó a Trion con elogiosas recomendaciones después de haberle echado a la calle de una patada en el culo? Pues bien, investigue un poco, cerdo, y verá que absolutamente todas las llamadas de Recursos Humanos fueron redirigidas. Los registros muestran que todas venían de su propio piso, Adam. Fue usted quien hizo todas las llamadas, gilipollas, haciéndose pasar por los supervisores de Recursos Humanos, falsificando cada una de esas recomendaciones tan entusiastas. Usted no es más que un fracasado, un asqueroso fracasado. Su caso es patológico. Por eso inventó toda esa historia según la cual había sido uno de los mandamases del proyecto Lucid, lo cual es falso. Y eso es fácil de probar. Verá, gilipollas, la gente de seguridad de aquí se reunirá con la de allá y compararán notas, es así de simple.
La cabeza me daba vueltas lentamente. Sentí náuseas.
– Y tal vez -siguió diciendo- quiera usted revisar esa cuenta secreta que tanto lo enorgullece. En la que está tan seguro de haber recibido fondos de alguna cuenta extranjera. ¿Por qué no rastrea el verdadero origen de esos fondos?
Lo miré fijamente.
– Ese dinero -explicó Wyatt- llegó directamente de varias cuentas de Trion. Y sus huellas digitales, querido amigo, están por todas partes. Usted robó ese dinero igual que antes nos robó a nosotros -los ojos se le iban a salir-. Tiene usted la cabeza en la guillotina, capullo. Para la próxima vez que nos veamos, usted habrá conseguido las especificaciones técnicas del chip óptico. De lo contrario, puede darse por muerto. Ahora lárguese de mi casa.
Octava Parte. Bolsa negra
Trabajo de bolsa negra: Jerga referida a cualquier tipo de entrada subrepticia a un despacho o domicilio con el fin de obtener archivos o materiales de forma ilegal.
El libro del espía:
Enciclopedia del espionaje
Capítulo 77
– Más vale que sea importante, viejo -dijo Seth-. Es más de medianoche.
– Lo es. Te lo prometo.
– Sí, ahora sólo llamas cuando necesitas algo. O cuando se te muere un padre, ese tipo de cosas.
Estaba hablando en broma, pero no tanto. La verdad es que tenía todo el derecho de estar cabreado conmigo. Desde mis inicios con Trion, no me había preocupado por mantener el contacto con él; y él, en cambio, me había acompañado tras la muerte de mi padre y durante todo el funeral. Había sido mucho mejor amigo que yo.
Nos vimos una hora después cerca de su piso, en un Dunkin' Donuts abierto veinticuatro horas. El lugar estaba casi desierto salvo por unos cuantos vagabundos. Seth llevaba los mismos vaqueros Diesel viejos y una camiseta de la gira del Dr. Dre.
Me miró fijamente.
– ¿Qué coño te ha pasado?
No le oculté el más mínimo detalle. ¿Qué más daba, a estas alturas?
Al principio pensó que me lo estaba inventando, pero poco a poco vio que todo era verdad, y su expresión cambió de escepticismo divertido a fascinación espantada y luego a franca comprensión.
– Joder, tío -dijo cuando hube terminado el relato-, estás perdido.
Me miró como quien curiosea frente a un accidente de tráfico. Sonreí con tristeza, asentí.
– Estoy jodido -dije.
– No me refiero a eso -dijo-. Aceptaste hacerlo, eso es lo grave.
– No «acepté», Seth.
– No me vengas con eso, cabrón. Tuviste opción, ¿no?
– ¿Opción? -dije-. ¿Cuál, ir a la cárcel?
– Aceptaste el trato que te ofrecían, tío. Te cogieron por las pelotas y te rendiste sin más.
– ¿Qué opción tenía?
– Para eso están los abogados, gilipollas. Podías habérmelo dicho, yo habría podido conseguirte uno de mis jefes. Te habríamos ayudado.
– ¿Ayudarme cómo? Yo cogí ese dinero, comencemos por ahí.
– Habrías podido llevar a uno de los abogados del bufete, amenazarlos con sacarlo todo a la luz, hacer que se cagaran de miedo.
Durante un instante me quedé en silencio. No estaba tan seguro de que hubiera sido así de sencillo.
– Sí, bueno, ya es tarde para eso. De todas maneras lo habrían negado todo. Aunque alguno de tus abogados hubiera aceptado representarme, Wyatt habría puesto al Colegio de Abogados de Estados Unidos en mi contra.
– Tal vez. O tal vez habría preferido mantener la cosa en silencio. Quizá habrías podido detenerlo todo.
– No lo creo.
– Ya veo -dijo Seth, rezumando sarcasmo-. Y en cambio aceptaste la oferta, dejaste que te dieran por el culo. Llevaste adelante el plan ilegal, aceptaste convertirte en espía, te garantizaste una temporada en la cárcel…
– ¿Qué quieres decir con que me «garanticé» una temporada en la cárcel?
– … y luego, sólo para alimentar tu ambición desatada, llegaste a joder al único tío en toda la América empresarial que te ha dado una oportunidad.
– Gracias -dije, resentido. Sabía que tenía razón.
– La verdad, te mereces lo que te pasa.
– Gracias por la ayuda. Gracias por el apoyo moral, amigo.
– Míralo de esta forma, Adam: para ti, yo puedo ser un fracasado patético. Pero al menos he llegado a mi fracaso honestamente. ¿Y tú? Tú eres un completo fraude. ¿Sabes quién eres? Eres Rosie Ruiz, joder.
– ¿Eh?
– La que ganó la maratón de Boston hace como veinte años, la que estableció un nuevo record femenino, ¿lo recuerdas? Y eso sin sudar ni una gota. Resultó que se había metido en la carrera media milla antes de llegar. Había cogido el metro, joder. Ese eres tú, tío. El Rosie Ruiz de la América empresarial.
La cara se me ponía cada vez más roja y caliente, y me sentía cada vez más deprimido. Al final dije:
– ¿Has terminado?
– Por el momento.
– Bien -le dije-. Porque necesito tu ayuda.
Capítulo 78
Nunca había estado en el bufete de abogados donde Seth trabajaba o fingía trabajar. Ocupaba cuatro plantas de uno de esos rascacielos del centro, y tenía todos los símbolos del éxito que la gente espera de una lujosa firma de abogados: paredes de caoba, caras alfombras orientales, arte moderno en lienzos gigantes, y mucho cr
istal.
Seth nos consiguió una cita con su jefe a primera hora de la mañana. El jefe era un socio mayoritario del bufete llamado Howard Shapiro, especializado en trabajos de defensa penal, que había sido fiscal general en otra época. Shapiro era un tipo bajito, regordete y calvo; llevaba gafas redondas y negras y tenía una voz aguda. Hablaba a ráfagas, lleno de una energía frenética. Constantemente me interrumpía, picándome para que terminara mi relato y mirándose el reloj. Tomaba notas en un bloc amarillo. De vez en cuando me lanzaba miradas cautelosas, intrigadas, como si tratara de averiguar algo, pero la mayor parte del tiempo no reaccionaba a lo que le decía. Seth, como un preso liberado por buena conducta, simplemente callaba.
– ¿Quién le ha pegado? -dijo Shapiro.
– Los tipos de Seguridad de Wyatt.
Tomó nota.
– ¿Fue cuando le dijo que abandonaría?
– Antes. Dejé de devolverles las llamadas, de contestar a sus mensajes.
– Y quisieron darle una lección, ¿eh?
– Supongo que sí.
– Permítame que le haga una pregunta, y dígame la verdad. Digamos que le consigue a Wyatt lo que quiere, ese chip o como se llame. ¿No cree que le dejará en paz?
– Lo dudo.
– ¿Cree que seguirán presionándolo?
– Es lo más probable.
– ¿Y no teme que todo esto pueda explotarle en la cara?
– Lo he pensado. Sé que los de Trion están realmente cabreados por el fracaso de la adquisición. Es probable que haya alguna especie de investigación, y quién sabe lo que ocurrirá. Además, el director de servicios financieros me vio con Wyatt.
– ¿En casa de Wyatt?
– No. En un restaurante.
– Mala cosa. ¿Y eso ha tenido consecuencias?
– La verdad, no.
– Bien. Tengo malas noticias para usted, Adam. Detesto tener que decírselo, pero usted es una mera herramienta.
Seth sonrió.
– Lo sé.
– Eso significa: o da el primer golpe, o está perdido.
– ¿Cómo?
– Digamos que todo estalla y lo cogen. No es improbable. Si usted queda a merced de un tribunal, pero lo hace sin cooperar, su destino es la cárcel, así de simple. Se lo garantizo.
Me sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Seth hizo una mueca de dolor.
– En ese caso, cooperaría.
– Demasiado tarde. Nadie va a ponérselo fácil. Además, usted es la única prueba contra Wyatt. En cambio, apuesto que Wyatt tiene miles de pruebas contra usted.
– ¿Qué sugiere?
– O va usted a por ellos, o ellos irán a por usted. Tengo un amigo en la Fiscalía General, un tipo de confianza. Wyatt es un pez gordo. Usted puede servírselo en bandeja de plata. El fiscal estaría muy interesado.
– ¿Cómo sé que su amigo no va a detenerme y encarcelarme a mí también?
– Le haré una oferta. Lo llamaré y le diré: tengo algo que puede interesarte. No te daré nombres. Si no negocias con mi chico, le diré, no le pondrás los ojos encima. Si quieres negociar, será en sesión de Reina por un día.
– ¿Qué es «Reina por un día»?
– Es así: vamos a verlo, nos sentamos con el fiscal y un agente. Nada de lo que se diga en esa sesión puede ser usado en su contra.
Miré a Seth, levanté las cejas y enseguida le dije a Shapiro:
– ¿Me está diciendo que podría quedar libre?
Shapiro negó.
– Gracias a su bromita en Wyatt, la fiesta de jubilación del tío del área de carga, tendremos que pensar en declararnos culpables de algo. Usted es un testigo untado, y el fiscal tendrá que demostrar que no ha salido indemne. No será absuelto completamente.
– ¿Algo más grave que un delito menor?
– Podría ser libertad condicional, o algo entre libertad condicional y delito grave, o entre delito grave y seis meses.
– De cárcel -dije.
Shapiro asintió.
– Y eso si están dispuestos a negociar -dije.
– Correcto. Mire, seamos francos, usted está con la mierda al cuello. La ley de Espionaje Económico de 1996 incluyó el hurto de secretos industriales entre los delitos federales. Podrían caerle diez años de cárcel.
– ¿Y Wyatt?
– ¿Si lo cogen? Bajo los Parámetros Penales Federales, el juez debe tener en cuenta el papel del acusado en el delito. Si uno es el instigador, el nivel del delito se incrementa en dos niveles.
– Así que le darán más duro.
– Exactamente. Además, usted no se benefició materialmente del espionaje, ¿correcto?
– Correcto -dije-. Me pagaron, eso sí.
– El sueldo en Trion, que recibió por el trabajo realizado en Trion.
Tartamudeé.
– Bueno, Wyatt siguió pagándome mediante una cuenta secreta.
Shapiro me miró fijamente.
– Eso es grave, ¿verdad?
– Es grave -dijo.
– Con razón aceptaron tan fácilmente -gruñí, más para mí que para él.
– Sí -dijo Shapiro-. Usted mismo se ha puesto el anzuelo. Bueno, ¿quiere que haga esa llamada o no?
Miré a Seth; él asintió. No parecía haber otra opción.
– ¿Por qué no me esperan fuera? -dijo Shapiro.
Capítulo 79
Nos sentamos en silencio en la sala de espera del despacho. Yo era un manojo de nervios. Llamé a Trion y le pedí a Jocelyn que aplazara un par de citas.
Después me quedé un rato pensando.
– ¿Sabes? -le dije a Seth-, lo peor de todo esto es que le di a Wyatt las llaves para que nos robara hasta el último centavo. Ya nos ha arruinado la gran adquisición, y ahora nos va a joder completamente, y es culpa mía.
Seth me miró un largo rato.
– ¿Quién es «nos»?
– Trion.
Negó con la cabeza.
– Tú no eres Trion. Constantemente dices «nosotros» cuando te refieres a Trion.
– Son lapsus -dije.
– No lo creo. Quiero que agarres una barra de jabón ahora mismo, una barra de ese jabón francés de diez dólares la unidad que seguramente usas, y escribas en el espejo del lavabo: «Yo no soy Trion, y Trion no soy yo.»
– Basta -dije-. Pareces mi padre.
– ¿Se te ha pasado por la cabeza que tal vez tu padre no estuviera siempre equivocado? Como los relojes estropeados, que dan la hora correcta dos veces al día. ¿No crees?
– Vete a la mierda.
En ese momento se abrió la puerta y Howard Shapiro estaba allí, de pie.
– No se levante -dijo. En su cara se veía que las cosas no habían marchado bien.
– ¿Qué ha dicho su amigo? -pregunté.
– A mi amigo lo han transferido al Departamento de Justicia. Su sustituto es un cabronazo.
– ¿Hasta qué punto? -pregunté.
– Me ha dicho: «¿Por qué no os declaráis culpables, y veremos qué pasa?»
– ¿Y eso qué quiere decir?
– Quiere decir que usted se declara culpable en privado y nadie se entera de ello.
– No comprendo.
– Si usted le da buenas pruebas, él está dispuesto a darle a cambio un Cinco-K. Cinco-K es la carta que escribe el fiscal al juez pidiéndole que se aparte de los Parámetros Penales.
– ¿Y el juez está obligado a hacer lo que el fiscal le pide?
– Por supuesto que no. Además, no hay ninguna garantía de que este cabronazo le escriba una Cinco-K verdaderamente buena. Francamente, no confío en él.
– ¿Cuál es su definición de «buenas pruebas»?
– Quiere que introduzca un agente secreto.
– ¿Un agente secreto? -dije-. ¡Eso es una locura! Wyatt se daría cuenta. Sólo se reúne conmigo. El tío no es idiota.
– ¿Y qué me dices de un micrófono oculto? -preguntó Seth-. ¿Aceptará un micrófono oculto?
– Soy yo quien no lo aceptará -dije-. Cada vez que esto
y en presencia de Wyatt tengo que pasar por un detector de aparatos. Me cogerían, tenlo por seguro.
– No pasa nada -dijo Shapiro-. Nuestro amigo de la Fiscalía no estaría de acuerdo, de todas formas. Sólo negociaremos si usted introduce un agente secreto.
– No lo haré -dije-. Wyatt se daría cuenta. ¿Y qué garantía tengo de que aun así no iría a parar a la cárcel?
– Ninguna -admitió Shapiro-. Ningún fiscal federal le hará una promesa cien por cien segura de que el juez le dará libertad bajo fianza. Pero sea como fuere, el fiscal le ha dado setenta y dos horas para tomar una decisión.
– ¿O qué?
– O pasará lo que tenga que pasar. Si usted no juega con sus reglas, no habrá Reina por un día. Mire, no confían en usted. No lo creen capaz de hacerlo sin ayuda. Y aceptémoslo, tienen la sartén por el mango.
– No necesito setenta y dos horas -dije-. Ya lo he decidido. No juego.
Shapiro me miró con aire extrañado.
– Seguirá trabajando para Wyatt.
– No -dije-. Haré esto a mi manera.
Ahora Shapiro sonreía.
– ¿Y cómo, si puede saberse?
– Pongamos que consigo pruebas verdaderamente concretas contra Wyatt -dije-. Pruebas serias y tangibles de su criminalidad. ¿Podríamos llevar eso al FBI y hacer un trato mejor?
– En teoría, sí, claro.
– Bien -dije-. Creo que prefiero hacerlo por mi cuenta. El único que puede sacarme de esto soy yo.
Seth me enseñó media sonrisa y me puso una mano en el hombro.
– ¿Yo? Y cuando dices yo, ¿no querrás decir nosotros?
Capítulo 80
Recibí un correo electrónico de Alana en el que me decía que estaba de vuelta, que su viaje a Palo Alto había terminado antes de lo previsto -no me explicó por qué, pero yo ya lo sabía- y que le encantaría verme. La llamé a su casa y hablamos un rato del funeral y de cómo me sentía y todo eso. Le dije que no tenía muchas ganas de hablar de mi padre, y en ese momento ella dijo:
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