Lorca & Jimenez

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Lorca & Jimenez Page 8

by Robert Bly


  esquinas:

  él tenía un hijo.

  ¡ Un hijo! ¡ Un hijo! ¡ Un hijo

  que no era más que suyo, porque era su hijo!

  ¡ Su hijo! ¡ Su hijo! ¡ Su hijo!

  If my son had only been a bear,

  I wouldn’t fear the secrecy of the crocodiles

  and I wouldn’t have seen the ocean roped to the trees

  to be raped and wounded by the mobs from the regiment.

  If my son had only been a bear!

  I’ll roll myself in this rough canvas so as not to feel the chill of

  the mosses.

  I know very well they will give me a sleeve or a necktie,

  but in the innermost part of the Mass I’ll smash the rudder and

  then

  the insanity of the penguins and seagulls will come to the

  rock

  and they will make the people sleeping and the people singing

  on the streetcorners say:

  he had a son.

  A son! A son! A son

  and it was no one else’s, because it was his son!

  His son! His son! His son!

  DANZA DE LA MUERTE

  El mascarón. ¡ Mirad el mascarón!

  ¡ Cómo viene del África a New York!

  Se fueron los árboles de la pimienta,

  los pequeños botones de fósforo.

  Se fueron los camellos de carne desgarrada

  y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

  Era el momento de las cosas secas,

  de la espiga en el ojo y el gato laminado,

  del óxido de hierro de los grandes puentes

  y el definitivo silencio del corcho.

  Era la gran reunión de los animales muertos,

  traspasados por las espadas de la luz;

  la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza

  y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

  En la marchita soledad sin onda

  el abollado mascarón danzaba.

  Medio lado del mundo era de arena,

  mercurio y sol dormido el otro medio.

  El mascarón. ¡ Mirad el mascarón!

  ¡ Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

  Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío

  donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.

  Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,

  con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

  DANCE OF DEATH

  The mask. Look at the mask!

  It’s coming from Africa to New York!

  The pepper trees are all gone,

  the tiny buds of phosphorus with them.

  The camels made of torn flesh are gone

  and the valleys of light the swan carried in his bill.

  It was the time of dried things,

  of the wheat-beard in the eye, and the flattened cat,

  of rusting iron on the giant bridges

  and the absolute silence of cork.

  It was the grand reunion of the dead animals,

  cut through by blades of light;

  the eternal joy of the hippopotamus with his hoofs of ash,

  and the gazelle with an everlasting in its throat.

  In the withered solitude without waves,

  the dented mask was dancing.

  One half of the world was made of sand,

  the other half was mercury and the sun asleep.

  The black mask. Look at the mask!

  Sand, crocodile, and fear over New York!

  Mountain passes of lime were walling in the empty sky;

  you heard the voices of those dying under the dung of birds.

  A sky, clipped and pure, exactly like itself,

  with the fluff and sharp-edged lily of its invisible mountains,

  acabó con los más leves tallitos del canto

  y se fue al diluvio empaquetado de la savia,

  a través del descanso de los últimos desfiles,

  levantando con el rabo pedazos de espejo.

  Cuando el chino lloraba en el tejado

  sin encontrar el desnudo de su mujer

  y el director del banco observando el manómetro

  que mide el cruel silencio de la moneda,

  el mascarón llegaba al Wall Street.

  No es extraño para la danza

  este columbario que pone los ojos amarillos.

  De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso

  que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.

  El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,

  ignorantes en su frenesí de la luz original.

  Porque si la rueda olvida su fórmula,

  ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos:

  y si una llama quema los helados proyectos,

  el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.

  No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.

  El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,

  entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados

  que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,

  ¡ oh salvaje Norteamérica!, ¡ oh impúdica!, ¡ oh salvaje,

  tendida en la frontera de la nieve!

  has killed the most delicate stems of song,

  and gone off to the flood crowded with sap,

  across the resting time of the final marchers,

  lifting bits of mirror with its tail.

  While the Chinaman was crying on the roof

  without finding the nakedness of his wife,

  and the bank president was watching the pressure-gauge

  that measures the remorseless silence of money,

  the black mask was arriving at Wall Street.

  This vault that makes the eyes turn yellow

  is not an odd place for dancing.

  There is a wire stretched from the Sphinx to the safety

  deposit box

  that passes through the heart of all poor children.

  The primitive energy is dancing with the machine energy,

  in their frenzy wholly ignorant of the original light.

  Because if the wheel forgets its formula,

  it might as well sing naked with the herds of horses;

  and if a flame burns up the frozen plans

  the sky will have to run away from the roar of the windows.

  This place is a good place for dancing, I say this truth,

  the black mask will dance between columns of blood and

  numbers,

  between downpours of gold and groans of unemployed workers

  who will go howling, dark night, through your time without

  stars.

  O savage North America! shameless! savage,

  stretched out on the frontier of the snow!

  El mascarón. ¡ Mirad el mascarón!

  ¡ Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!

  Yo estaba en la terraza luchando con la luna.

  Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.

  En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.

  Y las brisas de largos remos

  golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

  La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro

  para fingir una muerta semilla de manzana.

  El aire de la llanura, empujado por los pastores,

  temblaba con un miedo de molusco sin concha.

  Pero no son los muertos los que bailan,

  estoy seguro.

  Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.

  Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;

  son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,

  los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,

  los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,

  los que beben
en el banco de lágrimas de niña muerta

  o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

  ¡ Que no baile el Papa!

  ¡ No, que no baile el Papa!

  Ni el Rey,

  ni el millonario de dientes azules,

  ni las bailarinas secas de las catedrales,

  The black mask! Look at the black mask!

  What a wave of filth and glow worms over New York!

  I was out on the terrace fighting with the moon.

  Swarms of windows were stinging one of the nights thighs.

  The gentle sky-cows were drinking from my eyes.

  And winds with immense oars

  were beating on the ash-colored lights of Broadway.

  A drop of blood was looking for the light at the yolk of the star

  in order to imitate the dead seed of an apple.

  A wind from the prairies, pushed along by the shepherds,

  shivered with the fear of a mollusc with no shell.

  But the dead are not the ones dancing,

  I’m sure of that.

  The dead are totally absorbed, gobbling up their own hands.

  It’s the others who have to dance with the black mask and its

  guitar;

  it’s the others, men drunk on silver, the frosty men,

  those who thrive at the crossroads of thighs and mineral fires,

  those who are searching for the worm in the landscape of

  staircases,

  those who drink the tears of a dead girl in a bank vault,

  or those who eat in the corners the tiny pyramids of the dawn.

  I don’t want the Pope to dance!

  No, I don’t want the Pope to dance!

  Nor the King,

  nor the millionaire with his blue teeth,

  nor the withered dancers of the cathedrals,

  ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.

  Sólo este mascarón,

  este mascarón de vieja escarlatina,

  ¡ sólo este mascarón!

  Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,

  que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,

  que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,

  que ya vendrán lianas después de los fusiles

  y muy pronto, muy pronto, muy pronto.

  ¡ Ay, Wall Street!

  El mascarón. ¡ Mirad el mascarón!

  ¡ Cómo escupe veneno de bosque

  por la angustia imperfecta de Nueva York!

  Diciembre 1929

  nor the carpenters, nor emeralds, nor madmen, nor corn-holers.

  I want this mask to dance,

  this mask with its musty scarlet,

  just this mask!

  Because now the cobras will whistle on the highest floors,

  and the stinging weeds will make the patios and terraces

  tremble,

  because the stock market will be a pyramid of moss,

  because the jungle creepers will come after the rifles

  and soon, soon, very soon!

  Look out, Wall Street!

  The mask, the mask. Look at the mask!

  How it spits the poison of the forest

  over the faulty pain of New York!

  December 1929

  CIUDAD SIN SUENO

  (Nocturno del Brooklyn Bridge)

  No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.

  No duerme nadie.

  Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.

  Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no

  sueñan

  y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas

  al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los

  astros.

  No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

  No duerme nadie.

  Hay un muerto en el cementerio más lejano

  que se queja tres años

  porque tiene un paisaje seco en la rodilla;

  y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto

  que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

  No es sueño la vida. ¡ Alerta! ¡ Alerta! ¡ Alerta!

  Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda

  o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.

  Pero no hay olvido, ni sueño:

  carne viva. Los besos atan las bocas

  en una maraña de venas recientes

  y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso

  y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

  Un día

  las caballos vivirán en las tabernas

  CITY THAT DOES NOT SLEEP

  (Nightsong of Brooklyn Bridge)

  In the sky there is nobody asleep. Nobody, nobody.

  Nobody is asleep.

  The creatures of the moon sniff and prowl about their cabins.

  The living iguanas will come to bite the men who do not dream,

  and the man who rushes out with his spirit broken will meet on

  the streetcorner

  the unbelievable alligator quiet beneath the tender protest of

  the stars.

  Nobody is asleep on earth. Nobody, nobody.

  Nobody is asleep.

  In the graveyard far off there is a corpse

  who has moaned for three years

  because of a dry countryside in his knee;

  and that boy they buried this morning cried so much

  it was necessary to call out the dogs to keep him quiet.

  Life is not a dream. Careful! Careful! Careful!

  We fall down the stairs in order to eat the moist earth

  or we climb to the knife-edge of the snow with the voices of

  the dead dahlias.

  But forgetfulness does not exist, dreams do not exist;

  flesh exists. Kisses tie our mouths

  in a thicket of new veins,

  and whoever his pain pains will feel that pain forever

  and whoever is afraid of death will carry it on his shoulders.

  One day

  the horses will live in the saloons

  y las hormigas furiosas

  atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de

  las vacas.

  Otro día

  veremos la resurrección de las mariposas disecadas

  y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos

  veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.

  ¡ Alerta! ¡ Alerta! ¡ Alerta!

  A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,

  a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del

  puente

  o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,

  hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,

  donde espera la dentadura del oso,

  donde espera la mano momificada del niño

  y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

  No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.

  No duerme nadie.

  Pero si alguien cierra los ojos,

  ¡ azotadlo, hijos míos, azotadlo!

  Haya un panorama de ojos abiertos

  y amargas llagas encendidas.

  No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.

  Ya lo he dicho.

  No duerme nadie.

  Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,

  abrid los escotillones para que vea bajo la luna

  las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

  and the enraged ants

  will throw themselves on the yellow skies that take refuge in the

  eyes of cows.

  Another day

  we will watch the preserved butterflies rise from the dead

  and still walking through a country o
f gray sponges and silent

  boats

  we will watch our ring flash and roses spring from our tongue.

  Careful! Be careful! Be careful!

  The men who still have marks of the claw and the thunderstorm,

  and that boy who cries because he has never heard of the

  invention of the bridge,

  or that dead man who only possesses now his head and a shoe,

  we must carry them to the wall where the iguanas and the snakes

  are waiting,

  where the bears teeth are waiting,

  where the mummified hand of the boy is waiting,

  and the hair of the camel stands on end with a violent blue

  shudder.

  Nobody is sleeping in the sky. Nobody, nobody.

  Nobody is sleeping.

  If someone does close his eyes,

  a whip, boys, a whip!

  Let there be a landscape of open eyes

  and bitter wounds on fire.

  No one is sleeping in this world. No one, no one.

  I have said it before.

  No one is sleeping.

  But if someone grows too much moss on his temples during the

  night,

  open the stage trapdoors so he can see in the moonlight

  the lying goblets, and the poison, and the skull of the theaters.

  LA AURORA

  La aurora de Nueva York tiene

  cuatro columnas de cieno

  y un huracán de negras palomas

  que chapotean las aguas podridas.

  La aurora de Nueva York gime

  por las inmensas escaleras

  buscando entre las aristas

  nardos de angustia dibujada.

  La aurora llega y nadie la recibe en su boca

  porque allí no hay mañana ni esperanza posible.

  A veces las monedas en enjambres furiosos

  taladran y devoran abandonados niños.

  Los primeros que salen comprenden con sus huesos

  que no habrá paraíso ni amores deshojados;

 

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