En busca de la memoria perfecta: Episodios en la historia de las técnicas de memorización (Spanish Edition)

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En busca de la memoria perfecta: Episodios en la historia de las técnicas de memorización (Spanish Edition) Page 8

by Luis Sebastián Pascual


  Q

  — — · —

  Qocoricó

  R

  · — ·

  Ramona

  S

  · · ·

  Sevilla

  T

  —

  Tos

  U

  · · —

  Único

  V

  · · · —

  Ventilador

  W

  · — —

  Wavonpost

  X

  — · · —

  Xochimilco

  Y

  — · — —

  Yosimoto

  Z

  — — · ·

  Zocoyula

  Pero no es esta la única estrategia posible, ni mucho menos. Otra modalidad muy similar consistiría en buscar palabras con tantas sílabas como puntos o rayas formaran las letras; las sílabas de una o dos letras corresponderían al punto, las sílabas de tres o más letras a la raya.

  Así, la letra A se representaría, por ejemplo, con «Árbol» (A = Ár-bol = · —), la B podría ser «Bandolero» (B = Ban-do-le-ro = — · · ·), la C «Campamento» (C = Cam-pa-men-to = — · — ·), etc.

  Para las personas más visuales, para aquellos que prefiriesen memorizar un dibujo en lugar de una palabra, existía una tabla con las letras escritas en mayúsculas y, sobre el trazo de cada letra, marcas con los puntos y rayas correspondientes.

  El método cégaro es una variante de lo anterior. La invención la debemos al teniente Celestino García Rodríguez, que a mediados del siglo pasado publicó en Madrid un pequeño librito —apenas 24 páginas— donde desarrolla la siguiente idea: dibujar las letras exclusivamente con los puntos y rayas correspondientes según el código morse (Método Cégaro: normas mnemotécnicas para el rápido aprendizaje del alfabeto morse, 1950).

  Veamos algún ejemplo:

  Decodificaremos la sucesión de puntos y rayas al pensar en el dibujo de la letra y reproducir estos signos en sentido de arriba a abajo o de izquierda a derecha (por eso el punto de la «a» aparece un poco más a la izquierda de donde se inicia la raya, para señalar la sucesión punto-raya y no al revés).

  Estas normas de mi sistema «Cégaro» (por llamarle de algún modo), constituyen el sedimento de varios años, en la superación de abundantes dificultades docentes. Y, al fin, creo poder confesar que la inteligencia más roma aprende en mis normas el morse en menos de una hora.

  El misterio surge al final del libro. Bajo el epígrafe «Aprendizaje rápido por sonido» encontramos una tabla, del tipo que veíamos al principio, donde cada letra va asociada a una palabra que representa los puntos y rayas. Pero el teniente Celestino olvida dar la clave de cómo interpretar dichas palabras y deducir, a partir de ellas, la serie de puntos y rayas correspondiente a cada letra.

  Confieso que he dedicado un par de largos ratos a tratar de descifrar la tabla, pero no logro encontrarle sentido. Quizás el misterio esté en la pronunciación (tal vez hubiera que oírle dar especial énfasis a determinadas sílabas). En todo caso, reproduzco la tabla tal como aparece en el libro, por si alguien acepta el desafío y consigue resolver el enigma12.

  Tabla mnemotécnica del código morse

  A

  · —

  TI TA

  B

  — · · ·

  BO BA LI CÓN

  C

  — · — ·

  PA CO PA CO

  CH

  — — — —

  CHO CO LA TE

  D

  — · ·

  DAD DE DE

  F

  · · — ·

  O TRO TO RO

  G

  — — ·

  SOY LA GE

  H

  · · · ·

  SAN SE BAS TIAN

  I

  · ·

  PI PI

  J

  · — — —

  DI JA JA JA

  K

  — · —

  CA PI TÁN

  L

  · — · ·

  LI MA LO LO

  M

  — —

  MA MA

  N

  — ·

  TA TI

  Ñ

  — — · — —

  ÑO ÑA PI ÑO ÑO

  O

  — — —

  CE RO RO

  P

  · — — ·

  YO SOY LA PE

  Q

  — — · —

  QUE MAS TE DA

  R

  · — ·

  RI TA RO

  S

  · · ·

  SAN TAN DER

  T

  —

  TA

  U

  · · —

  SI SE ÑOR

  V

  · · · —

  VA LLA DO LID

  X

  — · · —

  SA PI PI SA

  Y

  — · — —

  YA TE PO NE

  Z

  — — · ·

  ZA ZA SI SI

  Misterios editoriales

  Personalmente nunca he tenido demasiado interés por los libros antiguos; es algo que respeto y valoro, pero no me apasiona especialmente. Sin embargo, para descubrir la mnemotecnia de antaño ha sido necesario recurrir a libros escritos hace mucho, donde autores de otras épocas dejaron testimonio de sus ideas, sus técnicas y sus consejos.

  Pero al indagar en esta historia me he encontrado con prácticas editoriales muy extrañas; al menos, para alguien ajeno a la historia de la industria editorial resultan un verdadero misterio.

  A continuación muestro un par de casos que por su carácter enigmático han llamado especialmente mi atención.

  Atkinson

  Uno de los casos más raros es el que rodea a la figura de William Walker Atkinson.

  Cuando me puse a indagar en la mnemotecnia de principios del siglo XX uno de los nombres que aparecía con cierta frecuencia era el de W. W. Atkinson, así que cuando finalmente conseguí un ejemplar de su libro titulado Nuestra memoria y el modo de utilizarla me puse a leerlo con interés.

  Pero, apenas empezar, conforme la vista recorría las primeras páginas me invadió la impresión de que aquello ya lo había leído antes. A cada párrafo volvía a comprobar la portada del libro para asegurarme de que, en efecto, se trataba de la obra de Atkinson: nunca había leído nada de este autor y, sin embargo, ese texto me era muy familiar…

  En mi estantería guardo un libro de 1915 titulado La educación de la memoria de John Hill. Un rápido vistazo al índice fue suficiente para comprobar que la obra de Atkinson y la de John Hill eran la misma. Véanse, por ejemplo, las primeras palabras del capítulo 1:

  (Atkinson)

  CAPITULO 1 — El depósito subconsciente — Se trata en este capítulo de la gran región subconsciente del pensamiento situada fuera de los limites de la consciencia, región en que se aloja la memoria, el depósito de las impresiones recibidas por los sentidos…

  (John Hill)

  CAPITULO 1 — El depósito de lo subconsciente — Estudia la inmensa región subconsciente del pensamiento colocada fuera de los límites de conciencia, en cuya región reside la memoria, almacenando las impresiones recibidas por los sentidos…

  No coincidían exactamente palabra por palabra, pero resultaba evidente que la editorial Sintes —que publicaba ambas obras— primero había sacado un texto atribuido a John Hill y pocos años después repetía la misma obra atribuyéndola a Atkinson: las diferencias se debían, sencillamente, a que en cada ocasión se recurría a un intérprete distinto: Pedro J. Llort firmaba la traducción de John Hill mientras E.H. (Eusebio Heras) la de Atkinson.

  Pero no acaba aquí la cosa.

  En 1957 la misma editorial Sintes publica una obra con el sospechoso título Nuestra memoria y el modo de utilizarla, pero atribuida en esta ocasión a un tal Waldo J. Swingle. ¿Otra vez el mismo libro?

  Pues sí, en efecto, nuevamente encontram
os el mismo texto —palabra por palabra— que unas décadas antes se había publicado figurando como autor W. W. Atkinson (se volvería a editar en 1962 y 1969).

  Tres libros, tres autores… y el mismo texto.

  Pero bueno, ¿quién demonios es el verdadero autor?, ¿a quién hay que atribuir esta obra? No os aburriré con las tediosas pesquisas. Finalmente concluí que estos libros se correspondían al título Memory culture de 1903 escrito por W. W. Atkinson. Este sería, pues, el autor real.

  Entonces, ¿por qué en español se publicó con otros nombres? Se me ocurre una posible explicación. Atkinson fue un personaje polémico, muy dado al ocultismo y al pensamiento yogi. Quizás la editorial sospechó que la fama del autor, más que atraer, espantaría a posibles lectores y, por cuestiones comerciales, cambió el nombre. O quizás el propio Atkinson, que en varias ocasiones utilizó seudónimos —Theron Dumont, Magus Incognito y otros más singulares como Swami Pachandasi o Yogi Ramacharaka, que al parecer copió de un personaje real—, impusiera esta condición. A saber.

  Pero no es este el verdadero misterio.

  Atkinson, junto con E. E. Beals, escribió una colección de doce libros en una serie titulada Poder personal (El poder personal, El poder creador, El poder del deseo, etc.).

  Cuando en fecha indeterminada el editor Antonio Roch publica esta colección en español, inexplicablemente ha crecido hasta veinte volúmenes: los doce primeros se corresponden a los doce originales en inglés. De dónde salen los ocho restantes hasta llegar a veinte, no se sabe. Y justamente el último, el volumen veinte, es un texto dedicado a la mnemotecnia: El poder nemotécnico.

  Este libro se supone que es traducción de un texto original escrito por Atkinson y Beals, pero… ¿de qué libro se trata? No hay constancia de que Atkinson escribiera junto a Beals un libro de mnemotecnia, y en este volumen veinte no se indica otra cosa más que «traducción del inglés».

  Además, el interés de Atkinson era desarrollar la memoria, no enseñar a memorizar; de hecho, en su Memory culture critica las técnicas de memorización. No tiene ningún sentido que participase en un libro de mnemotecnia.

  ¿De dónde surge, pues, El poder nemotécnico? Lo dicho, misterios editoriales…

  Jagot

  Otro caso curioso es el de Paul-Clément Jagot.

  A Jagot podríamos considerarle como el homólogo francés de Atkinson. Autor prolijo, escribió numerosos libros de superación personal; también sobre ocultismo.

  Un breve repaso a su bibliografía nos dará una idea de sus intereses: El insomnio vencido, Cómo aumentar el dominio de uno mismo, El arte de adquirir y desarrollar el atractivo personal, Las marcas reveladoras del carácter y del destino, Autosugestión y sugestión, El hipnotismo a distancia, Ciencia oculta y magia práctica, etc.

  También fue autor de una obra titulada La memoria: Método práctico, para retener y recordar con facilidad y exactitud.

  La primera vez que me acerqué a este libro fue con la curiosidad de ver si incluía algún capítulo sobre técnicas de memorización. En efecto, el capítulo décimo está dedicado a esta materia: constituye una breve recopilación de ideas de otros autores, pero autores «antiguos» (Aimé Paris o Guyot-Daubes) lo que genera la impresión de estar ante un libro de épocas pasadas.

  Y no digo esto por el vocabulario o el estilo del autor —que también—, sino porque la obra encajaría perfectamente en esa corriente de principios de siglo XX enfocada a la «educación de la memoria», donde la mnemotecnia ocupaba un papel casi testimonial (o incluso se la rechazaba) y el principal objetivo era desarrollar la memoria natural mediante la búsqueda y ejercicio de aquellos principios que la sustentaran.

  En un pasaje donde menciona la mnemotecnia, dice así:

  Los últimos perfeccionamientos de la Mnemotecnia son debidos al abate Chavanty, que ha sabido combinar en sistema susceptible de sostener la universalidad de los conocimientos.

  Si tenemos en cuenta que Chavauty es un autor de finales del siglo XIX (Le nouveau système de mnémonique, 1886; L’art d’apprendre et de se souvenir, 1890), deducimos que la época por la que transita Jagot no es precisamente reciente.

  Esto me hizo consultar las primeras páginas del libro para ver la fecha de publicación. A pesar de que manejaba una edición de 1977, el texto se publicaba originalmente en 1935, siendo una versión en español —como averigüé después— del libro Comment acquérir infailliblement une parfaite mémoire souple, rapide, exacte, de 1921.

  El mismo libro de Jagot en distintas ediciones.

  Pero lo extraordinario del caso es que el ejemplar de 1977 que tenía en las manos era nada menos que… ¡la decimocuarta edición! Es decir, desde la publicación inicial en 1935 había estado periódicamente reimprimiéndose cada pocos años.

  Y, sinceramente, yo no veía en el texto nada tan importante o revelador que justificase tal elevado número de ediciones. Cierto es que muestra algún detalle original, como cuando compara la memoria con una especie de cilindro giratorio pero, vaya, en conjunto, nada especial.

  Investigando un poco descubrí que Jagot fallecía en París el año 1962, mucho tiempo después de haber escrito el libro. Esto me hizo pensar que tal vez siguió trabajando en el texto a lo largo de su vida, corrigiendo e incorporando nuevos contenidos que hubieran dado pie a sucesivas ediciones actualizadas.

  Pues bien, la Biblioteca Nacional guarda un ejemplar de la primera edición. Dispuesto a salir de dudas viajé a Madrid para consultarlo y comparar sus páginas con las de ediciones más recientes. Y sí, encontré alguna diferencia, pero no la que yo esperaba.

  Las ediciones más modernas no solo no han crecido, sino que han menguado. El ejemplar de 1935 incluye unos breves anexos donde Jagot trata sobre la reencarnación, el sonambulismo provocado, el recuerdo prenatal… Todo esto desaparece en ediciones posteriores que, por lo demás, presentan idéntico contenido (incluso las mismas erratas, como escribir Chavanty cuando el nombre correcto es Chavauty).

  Entonces, ¿cuál es el interés por esta obra?, porque todavía se siguen imprimiendo nuevas ediciones (la última de la que tengo referencias es del año 2013). Lo confieso: para mí, es un misterio…

  Nota final. He comprobado que otros libros de Jagot también han alcanzado numerosas ediciones (por ejemplo, El poder de la voluntad lleva más de veinte). Quizás nuestro autor sea un nombre relevante en otros campos —como el ocultismo— y el éxito de algunos títulos arrastre la publicación de otros, como el dedicado a la memoria. O quizás, sencillamente, seducidos por el título sigamos adquiriendo el libro sin ser conscientes de que se trata de una vieja obra, hoy de más valor por lo histórico que por lo novedoso de sus ideas.

  Pequeña historia de una pasión

  MoRRIS N. YOUNG ERA UN NIÑO cuando asistió a un número de escapismo de Harry Houdini, quedando entusiasmado, más aún cuando pudo estrecharle la mano al final de la actuación.

  Aquello marcó al joven Young que a los diecisiete años ya realizaba espectaculares números, como el de mantenerse en horizontal apoyando tan solo la cabeza y los pies sobre los respaldos de dos sillas. Parece ser que el propio Houdini, tras ver una de sus actuaciones, le invitó a formar parte de la asociación de magos americanos.

  De aquellos tiempos debió ser su primer contacto con la mnemotecnia, pues todo mago que se precie ha de conocer ciertas técnicas de memorización imprescindibles para llevar a cabo determinados juegos de magia.

  Pero, aunque la magia siempre estaría muy presente a lo largo de toda su vida, encaminó sus pasos por otros derroteros alejados del escenario: estudió química y medicina, convirtiéndose en oftalmólogo.

  Durante la segunda guerra mundial estuvo destacado en Europa como miembro del cuerpo médico —hizo carrera en el ejército, licenciándose con grado de coronel—. Allí, en Nápoles, conoció a la que años después se convertiría en su esposa, una criptóloga que trabajaba descifrando mensajes enemigos. Al parecer, ella fue quien definitivamente encendería la pasión de Young por la mnemotecnia.

  Pero, antes de seguir con la historia, digamos
que nuestro protagonista era, ante todo, un coleccionista.

  Como le gustaba la música, junto con su hermano se dedicó a comprar partituras y derechos de autor de muchos temas de su época (principalmente de las décadas de los 20 a los 50).

  Su pasión por la magia le llevó a reunir una enorme cantidad de objetos y libros relacionados con esta materia, especialmente todo lo vinculado con su admirado Houdini (junto al también entusiasta John J. McManus en 1955 lo donaría todo a la Biblioteca del Congreso para formar la Colección McManus-Young, la más completa sobre magia).

  Y cuando se volcó en la mnemotecnia inició junto a su esposa un proyecto colosal: crear la mayor colección de documentos sobre esta materia que jamás se hubiese conocido. Con el tiempo logró reunir 197 libros anteriores a 1 800, incluyendo once incunables y algún manuscrito medieval; más de 2 000 monografías, 2 000 artículos, 500 ilustraciones, etc.

  Testimonio del saber acumulado con este trabajo son libros como How to Develop an Exceptional Memory (en colaboración con Walter B. Gibson [Philadelphia, 1962] con quien ya había escrito en 1953 un libro sobre Houdini) o el How to read faster and remember more (en colaboración con su esposa Chesley V. Young [Nueva York, 1965] que años después, en 1971, publicaría en solitario The magic of a mighty memory).

  Pero sobre todo destaca el título Bibliography of memory (Philadelphia, 1961) en cuyas 436 páginas recopila miles de referencias bibliográficas de títulos relacionados con la memoria (principalmente escritos en inglés, aunque también incluye reseñas de otras lenguas, además del latín de los textos más antiguos). Hoy, más de cincuenta años después, y a pesar de estar desactualizado, sigue siendo la principal y más completa fuente de referencias para cualquier investigador.

 

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