* * *
Finalmente giras el rostro y me miras, tus pálidos ojos inundados.
* * *
—Martita, no estás…—Mi voz se eleva, aguda y delgada—. ¿Estás?
* * *
Deslizas tus ojos plateados más allá de mí y suspiras.
* * *
—No tiene nada que ver con el chico francés. No es suyo.
* * *
Echas la cabeza hacia atrás, dejas escapar una risa hecha de cristal.
* * *
—Es suyo —dices, finalmente, sacudiendo la barbilla hacia la pista de baile.
* * *
—¿José Antonio?
* * *
—Peor. Carlitos.
* * *
Carlitos y Paola pasan por ahí arrastrando torpemente los pies, y Paola nos grita que los alcancemos.
* * *
—Ridículo, ¿verdad? —dices y te empiezas a reír de nuevo sin mirarme.
* * *
Una risa horrible que nunca he escuchado antes sale de ti, Martita, entre hipos, graciosísima. Hasta que caigo en cuenta de que no te estás riendo.
* * *
Entonces me toca a mí no mirar. Y es como si la música hubiera dejado de tocar, como si todo en el salón se hubiera detenido en ese momento porque no recuerdo la música, solo el sonido de los pies de los bailarines barriendo el piso, y todo dando vueltas y vueltas en un círculo adormecedor a contrarreloj.
Puffi, mi cara amica,
En París no hay sol y yo pálida como ostión. Algunos días creo que ritornerò a casa, pero Milano en febrero es famoso por la neblina. Estoy en la escuela de idiomas otra vez. ¿Recuerdas tu café? Conocí a un bel tipo de Rímini allí. Tal vez visito Rímini. Tienes mucho mar y sol en Niza. Mejor visito a te.
Ciao ciao,
Paola
Querida Puffina:
¿No tenés otros amigos en la foundation además de tu yugoslavo? ¿Mujeres tal vez? ¿Por qué decís que te da miedo estar en un cuarto lleno de poetas? Ahora sería buen momento de que alguien velara por vos. Estoy tratando de adivinar qué edad tendrá tu poeta. ¿Te está pagando por traducir sus poemas al inglés? ¡Asegurate de que te pague! Cuidate por favor. Pensás que todo el mundo es bueno como vos.
* * *
No he encontrado trabajo todavía. Para colmo, el salario de mi madre ha estado congelado desde antes de que saliera yo a París. Ella se queja de que todo cuesta más y más, pero cada vez que quiero salir y buscar trabajo, ella se preocupa de que me secuestren. Creo que es el cambio de vida lo que la vuelve loca. ¿Qué hago yo en este manicomio? Pues comer. Mi madre hace comida de verdad, en una cocina de verdad.
* * *
Y, ¿qué creés? Estoy aprendiendo a bailar tango con un vecino tan viejo como mi abuelo. Cuando él era joven, los hombres practicaban bailar entre ellos, así que sabe guiar y seguir, y me está enseñando a guiar. Yo debería tomar lecciones de cómo guiar todo en mi vida. Lo que más deseo ahora es llegar a ser autosuficiente.
* * *
Deseame suerte, amiga, y yo te desearé lo mismo.
Te abrazo,
Martita
Puffinísima,
Hace mucho no sé niente de ti. ¿Qué tal Sarajevo? ¿Y tu boyfriend? ¿Adoran poetas en su patria o son solo como músicos, unos vagos? ¿Tiene trabajo bueno?
* * *
And as for me, mi vida es one big same. Aburrida. Espero Marta no dijera a su mamma de su problema en París. Mi tío no sabe que pagó por la clínica. Probablemente cree que la emergencia fue mía, but I don’t care.
* * *
¿Te acuerdas del chico de Rímini? Me invita a visitarlo y estoy pensando sí, por qué no, sicuramente sí.
* * *
Encontré trabajo en guardería y yo era excelente, excepto me corrieron porque estaba fumando mientras cargaba a un bebé, que está prohibido. Dije que no era certo, pero el pelo del bebé olía a cigarro y ahora, mírame, sin trabajo. Así que pienso estudiar para ser maestra de niños. Cuando deje de fumar. Ja, ja. No lo digo en broma. ¿Qué crees? Yo, maestra de bambini. ¡Risas!
Baci,
Paola
Querida Puffina,
Pensé en vos y en Paola hoy mientras caminaba por la Avenida Santa Fe. Recordé cuando caminaba con ustedes dos por los Champs-Élysées y esto me hizo echarlas de menos.
* * *
Por lo que contás en tu carta, sonás como el ama de casa de Davor, no su huésped. ¿Viajaste hasta Sarajevo solo para lavar tapetes turcos y romper nueces para un pastel con un martillo? Pero las llamadas al rezo “desplegándose como una bandera de seda negra” y los minaretes que describís, pues me imagino un relato de Las mil y una noches.
* * *
Estoy trabajando en una tienda de guantes. Es solo a medio tiempo, pero es algo. Tengo que estirar los dedos con una herramienta de metal que se ve como la letra “A”, luego espolvoreo talco en las palmas de los clientes y después tiro de ellos para que les entren en las manos. Son guantes italianos. Pienso en Paola cada vez que veo la etiqueta.
* * *
No sé en qué anda la Paola. No he sabido nada de ella excepto que su tío se enteró de Doménico. Ella escribió y parece que le está yendo bien, pero no me importa decirte que no me cae nada bien ese Doménico. Está casado, ¿te lo mencionó a vos? Creo que ella manda postales para no decir más.
* * *
No necesitás preocuparte de mí, Puffi. Estoy bien la mayoría de los días. Un día pensás que es el fin del mundo, y luego todos los sentimientos tristes y horribles que llevás adentro simplemente pasan, como las nubes.
Te mando mi cariño,
Martita
Brava, Puffinísima,
Has hecho bien en terminar con ese bruto. Nunca debes quedarte con alguien que te pega. Estoy feliz de que estés home in Chicago sana y salva. Mi vida, puro movimiento igual. Voy a conseguir un apartamento en Milano que es negozio de Doménico. Me promete trabajo en el hotel de un socio. Solo es cuestión de mudarme y el trabajo es mío seguro. ¿Qué voy a hacer? ¿Algo es mejor que nada, certo? No me escribas hasta que sepa mi dirección nueva, te la mando pronto for sure.
Baci,
Paola
Querida Puffi:
¿Te acordás de cuando cantábamos “Gracias a la vida” juntas para olvidar el frío? Me siento agradecida por mi vida ahora. ¿Por qué? Estoy trabajando: ¡en París! Sí, París. Es decir, la Pâtisserie Paris, cerca del Teatro Colón acá en Buenos Aires (espero haberte hecho reír).
* * *
Conseguí el laburo porque puedo pronunciar toda la repostería a la perfección. Saludo a los clientes en francés, aunque ellos no lo hablen, pero mi jefe está convencido de que eso atrae a la clientela. También trabajo en la caja registradora, limpio los mostradores y las vitrinas de cristal, armo cajas y ato las compras con un lazo que enrosco con las tijeras.
* * *
Llevo puesto un uniforme del color de un alfajor rosado y un delantal blanco de ojales y un pequeño merengue de sombrero. Mi sueldo no es la gran cosa pero, si me va bien, mi jefe dice que podría darme un ascenso. Por ahora, me contrataron para decir bonjour, merci, au revoir, y todos contentos. Sobre todo, yo.
Mille et une embrasse,
Martita
P.D. Adjunto una foto de nuestra pâtisserie y una servilleta festoneada. Très jolie, ¿no?
Puffina bonita,
¿Quién es este fidanzato tuyo? Dices que tu papá está de acuerdo, pero ¿y tú? As for me, mi vida es como la fábula del bote y el río. Una vez que cruzas el río, no necesitas cargar el bote, certo? Así que ciao ciao, Doménico. Solo necesitaba a alguien que me pusiera en mi destino y ahora me va mejor que a la mayoría de los tontos que han escuchado a tontos. Me defiendo en tres lingue y estoy aprendiendo una cuarta. Encontré trabajo muy pronto en una agencia de viajes enfrente y eso me llevó a un hotel de turistas del rivale de
Doménico, donde trabajo ahora. Incluso mi tío dice que soy corcho. Cuando otros se ahogan, yo floto.
Bye bye,
Paola
Mi Puffina:
Te felicito. Me encantaron las fotos. Lucís como una niña en su primera comunión. Todavía pienso en vos como en nuestra pequeña Puffina, no como una esposa que me escribe sobre su confusión al comprar en el almacén. Me reí cuando dijiste que habías comprado una bolsa enorme de azúcar como lo hace tu madre, pero no sabés qué hacer con tanta azúcar. Dejala sobre el mostrador hasta que tu madre te confiese qué hace con el azúcar.
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Ahora es tu turno de felicitarme. Por fin me mudé del apartamento de mi madre. Estoy viviendo con dos amigas que conozco desde que éramos pibas. María Belén y Susana son estudiantes universitarias. Su compañera de casa se regresó a Mendoza y necesitaban que alguien las ayudara con el alquiler cuanto antes.
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Vivimos sobre un café en un edificio tan angosto como un libro. Duermo detrás de un armario en el comedor. Nunca he sido muy particular sobre dónde vivo, así que ¿qué importa si mi cama es un catre? Al menos estoy por mi cuenta otra vez, ¿no?
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Es re lindo despertarse y oler el café de abajo, aunque ya no coma pan gracias a la Pâtisserie Paris.
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Mi vida es más social con Belén y Susana. Son mucho más listas que yo, y no entiendo la mitad de lo que dicen, pero estoy mejorando. Hasta estoy leyendo poesía, ¿qué te parece?
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Escribí más seguido. Tus cartas, aun cuando te quejes, me divierten un montón. Te llevo en mis pensamientos.
Siempre,
Marta
Puffi, poverina,
Debes sentir todo magníficamente. Tal vez te pasan demasiadas cosas como para escribir, y lo entiendo. Es normal. No eres horrible. Y qué, tú, una divorciada. ¡No es ningún drama! Voy a prender vela a la Madonna per te. Y otra para Marta también, why not?
Baci,
Paola
Querida Puffina:
No sé si fui yo quien no contestó a tu carta o si fuiste vos quien no contestó a la mía. Ya no importa.
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Estaba arreglando la cómoda y en un cajón me encontré tus cartas (espero que la dirección sea la misma). Entonces me volvió todo, ese Año Nuevo en París y, más que eso, una sensación, un sentimiento…No tengo buena memoria, pero sí recuerdo las emociones.
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¿Cuántos días nos conocimos? Ni siquiera sé. Pero sé que te tomé mucho cariño, Puffina. Es lo que sentí de golpe cuando encontré tus cartas.
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Quiero que lo sepas. Es todo. Tengo una foto de nosotras —vos y yo y Paola— tomada en el metro en una de esas cabinas automáticas. ¿Recordás? Me alegra tenerla.
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Tratar de decirte a vos todo lo que me ha pasado desde entonces me es difícil…
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Estuve a punto de casarme, pero no pudo ser. Hace poco que rompí el compromiso y estoy un poco triste. Ya pasará.
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En mayo regreso a Europa para evitar el invierno argentino. Estaré en Madrid. Acá está la dirección en caso de que todavía estés viajando:
Marta Quiroga Pascoe
A/A Irene Delgado Godoy
Villanueva y Gascón no. 2–3a
28030 Madrid
España
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No sé cuánto tiempo me quedaré ahí. Quizá vuelva pronto a Buenos Aires. Quizá no. Tengo que rearmar mi vida un poco, pues ahora es un quilombo. Si Dios quiere, tendré algunas noticias tuyas. No me olvides.
Te abrazo,
Marta
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Estoy revolviendo el café con una cuchara, releyendo la última carta que me mandaste hace años. Hoy, sábado, a las 11:14 de la mañana, sentada a la mesa de la cocina pensando en ti, Martita, dondequiera que estés.
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Debí haber contestado tu carta. Algunas cosas que me han pasado fueron maravillosas y algunas partes fueron buenas solo porque ya pasaron. Cuando las cosas iban mal, seguía pensando que “algo mejor” estaba a la vuelta de la esquina, y para cuando tuve la energía de alzar la cabeza y dar un vistazo a mi vida, años y años habían pasado. Perdóname. No quería admitirme a mí misma que esto era todo lo que tenía que contarte, esta vida mía. En ese momento no parecía ser suficiente, no lo que yo esperaba, no lo que había pedido, no lo que quería compartir, ¿entiendes?
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Estoy sola esta mañana en mi cocina, disfrutando de mi cafecito y hablando contigo en mi cabeza. Me imagino que te dispones a almorzar en Buenos Aires. Me imagino que Paola está en Roma llegando a casa del trabajo. Me imagino que cada una de ustedes está leyendo un libro, llevándose una copa a los labios, caminando por la calle, deteniéndose ante el arabesco de una entrada o haciendo una pausa en una panadería o remojando un pan en el café.
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Estoy en Chicago, el lugar en el que dije que preferiría morir que vivir. Pero mírame, no me morí, ¿no? Vivo con mis dos niñas y su padre. Son buenas chicas, mis hijas. Paloma se parece a su papá, pero es más como yo era a su edad; una pajarita tramando volar muy lejos. Lupita nació el mismo día en que mi padre murió. La llamamos Guadalupe en su honor y, a veces, cuando me mira, juraría que mi padre nunca me dejó. Paloma y Pita. A veces, solo de verlas hacer algo bobo, bailar frente al televisor o cantar fuera de tono o desmoronar puñados de galletas saladas en la sopa, me toma completamente por sorpresa. ¿Cómo se volvieron tan maravillosas?
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Te caería bien mi Richard, creo. Lo amo, en verdad lo amo. Pero no estoy enamorada. He sacrificado esa parte de mi vida. Él trabaja duro, es un buen hombre. Alguien en quien confiar, que es más que lo que se puede decir de aquel de quien sí estaba enamorada. ¿Cómo podría uno sobrevivir ese tipo de destrucción más de una vez? Como cuando haces el amor con alguien, nunca es igual que con ninguna otra persona, ¿no?
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Richard y yo compramos un edificio de ladrillos de tres pisos y ahora estamos ocupados arreglándolo. Esperamos poder pagar la hipoteca con el alquiler de los otros dos apartamentos de abajo. Pero es mucho trabajo, Martita. Y los dos estamos atados pagándolo por ahora. Y llegar a casa del trabajo agotados y tener que trabajar también en los apartamentos, y darle de comer a nuestras hijas.
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Mi primer matrimonio fue con un muchacho tonto y grandulón. Pensamos que no podríamos tener hijos. Según los doctores, no había nada mal. Eran solo los nervios, dijeron. Si tan solo pudiera relajarme. Pero, dime, ¿cómo puede una relajarse cuando tus padres adoran a tu esposo más que tú? Y te sientes infeliz porque no puedes y esperas a que se abra una pequeña rendija, que entre un poco de aire y te haces la dormida cuando él trastabilla hasta la cama y te toca y tu cuerpo se retrae. Y tú ya lo sabes, él ya lo sabe, tú lo sabes ya.
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Unos cuantos meses después de que nos divorciamos, conocí a alguien con quien quería acostarme y pensé, ¿por qué no? Merezco que me abracen, ¿no? Lo más absurdo de todo, enamorarse tan completamente, finalmente estar enamorada y embarazarse así nada más.
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Fue cuando comenzaron los sueños. Un tigre de Bengala me brincó encima y me apisonó como si yo fuera un atado de pasto machucado. Olía como la noche antes de que llueva, su peso aplastante. Podía sentir su corazón pulsar a través de su piel. Cuando empezó a roncar, supe que podía quedarme perfectamente quieta y vivir, o escaparme y arriesgar despertarlo. Tuve este sueño una y otra vez.
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Como no podía tomar una decisión, mi cuerpo decidió por mí. Una parte de mí murió tras ese aborto espontáneo. Otra cuando él se fue. Tener a la persona a quien amas viva y sana, viviendo en el planeta al mismo tiempo que tú, pero eligiendo no estar contigo. Eso es peor que la muerte, creo yo.
Martita, I Remember You/Martita, te recuerdo Page 9