by Alice Walker
por esto.
Pero no. Hay otra forma
de mirar a toda pérdida
y consiste en que es una puerta.
Por supuesto es una puerta en el mismo
fondo de tu mundo
pero la hallarás
si mantienes el rumbo
de la curiosidad
entre quien eras antes
y quien eres ahora.
No será de mucha ayuda saber
que lo que te sucedió
le está sucediendo a niños
por todo el mundo
dondequiera que se hallen indefensos
y débiles
dondequiera que sus familias protectoras
y sus vecinos
hayan sido
muchos de ellos
asesinados
o cruelmente alejados.
Nada penetrará tu dolor.
O tu soledad.
Esto lo sé.
Y aun así
heme aquí cantando
una canción sobre puertas
en el fondo de oscuros pozos
ya inundados
de ratas y cadáveres.
Aquí estoy diciéndote
que en realidad
y por improbable que parezca:
no existe
fondo (sin puerta)
en esta vida.
Don’t Give Up (Beautiful Child, Other Self)
What they will pretend not to know
when you are injured
is how ugly you feel now.
It is hard to imagine living
without a part
of yourself.
Every other working arm or leg
or eye
or foot
no matter who owns it
will arouse your envy.
You will hate yourself
for this.
But no. There is another way
to look at all loss
and that is that it is a door.
Of course it is a door at the very bottom
of your world
but you will find it
if you stay the course
of curiosity
between who you were before
and who you now are.
It will not help much to know
what has happened to you
is happening to children
around the globe
wherever they are defenseless
and weak
wherever their protecting families
and neighbors
have already,
so many of them,
been murdered
or taken brutally away.
Nothing will penetrate your sorrow.
Or your loneliness.
This I know.
And yet
here I am singing
a song about doors
at the bottom of dark wells
stuffed already
with rats and corpses.
Here I am telling you
that in reality
and as improbable
as it may seem:
There is no (doorless)
bottom
to this life.
Únanse
para Carl Dix y Cornel West
Todavía es duro pensar
que millones de nosotros vimos morir a Eric Garner.
Murió con lo que parecía media docena
de policías
fuertemente equipados
parados sobre su cuerpo, torciéndolo y golpeándolo
especialmente en su cabeza
y cuello.
Era un hombre corpulento. Debieron sentirse
como torpes enanos
mientras lo arrastraban.
Al ver el video,
recordaba el primer linchamiento
del que, casi involuntariamente, supe:
ocurrió en mi pequeño pueblo
de aserraderos antes de que trajeran las vacas
y jóvenes blancas
en adornadas camionetas
se volvieran reinas de lecherías.
Era también un hombre enorme,
a quien conocían mis padres,
lo atacó también una turba
de hombres blancos (con túnicas y capuchas blancas)
y lo mataron a golpes con
sus “dos por cuatro”*.
Debo haber sido una bebita
que de pasada oyó a mis padres hablar
perpleja sobre algo que
llamaban “dos por cuatro”.
Tiempo después, construyendo una casa
encontraría el peso,
la solidez de esta longitud variable
de madera y empezaría a entender.
¿Cuál es el odio
hacia el alto hombre negro
o el pequeño hombre negro
o el mediano
hombre negro
el hombre pardo
el hombre rojo
el hombre amarillo
de todos los tamaños
que impulsa la mentalidad de la turba
de linchadores blancos?
Siempre pensé que era envidia:
del genuino coraje para sobrevivir
y continuamente rehusar la conformidad
lo bastante como para cantar y bailar
o hacer discursos, o decir de tan extrañas
formas:
¡Ustedes no son
mis dueños!
Piensen en cuántos hombres negros
dijeron: “Cracker**, tú no eres
mi dueño”;
aun siendo esclavos. Piensen en cómo
la turba linchadora autorizada
no hace tanto tiempo
desgarró el cuerpo de Nat Turner
en cuartos
lo despellejaron
e hicieron “monederos”
de su “cuero”.
¿Quiénes son estos seres?
Ahora empezamos a hacernos
la pregunta crucial.
Si es natural ser negro
y rojo o pardo o amarillo
y si es hermoso resistir
la opresión
y si es espléndido ser de color
y andar libremente,
entonces ¿dónde reside
el problema?
¿Quién es esta gente
que mata a nuestros hijos en la noche,
y mata a nuestros hermanos a plena luz del día?
¿Rechazan verse en nosotros
como nos hemos forzado, por siglos,
a vernos en ellos?
Tal vez seamos más diferentes
de lo que pensábamos.
¿Y esto nos asusta?
¿Y qué hay, digamos,
de aquellos entre nosotros
que actúan en connivencia?
Únanse.
Vengan a ver la calma
que hay ahora
en los rotos corazones
de la gente.
Es la quieta fuerza de la comprensión,
de la percepción
del sentido
de nuestra antigua
y perfecta
contrariedad;
de lo que ahora debe entenderse
y hacerse para honrarnos
y apreciarnos:
no importa quiénes
hoy puedan ser
los “jefes”.
Nuestra pasión y amor
por nosotros mismos
que debe finalmente
unirnos
y liberarnos. Mientras dejamos descansar
a nuestros sacrificados amados
en nuestro profundo
y amplio cariño:
inmenso, siempre móvil y sagrado
como el mar.
* N. del T.: Tablón de madera de dos pulgadas de espesor por cuatro pulgadas de ancho
** Cracker: por el chasquido, “crack”, que producía el látigo de los que conducían a los esclavos
Gather
for Carl Dix and Cornel West
It is still hard to believe
that millions of us saw Eric Garner die.
He died with what looked like a half-dozen
heavily clad
policemen
standing on his body, twisting and crushing
him
especially his head
and neck.
He was a big man, too. They must have felt
like clumsy midgets
as they dragged him down.
Watching the video,
I was reminded of the first lynching
I, quite unintentionally, learned about:
it happened in my tiny lumber mill
town before the cows were brought in
and young white girls
on ornate floats
became dairy queens.
A big man too,
whom my parents knew,
he was attacked also by a mob
of white men (in white robes and hoods)
and battered to death
with their two-by-fours.
I must have been a toddler
overhearing my parents talk
and mystified by pieces of something
called “two by fours.”
Later, building a house,
I would encounter the weight,
the heaviness, of this varying length
of wood, and begin to understand.
What is the hatred
of the big black man
or the small black man
or the medium-sized
black man
the brown man
or the red man
the yellow man
in all his sizes
that drives the white lynch mob
mentality?
I always thought it was envy:
of the sheer courage to survive
and ceaselessly resist conformity
enough to sing and dance
or orate, or say in so many outlandish
ways:
You’re not the boss
of me!
Think how many black men
said that: “Cracker,* you’re not the boss
of me”;
even enslaved. Think of how
the legal lynch mob
not so very long ago
tore Nat Turner’s body
in quarters
skinned him
and made “money purses”
from his “hide.”
Who are these beings?
Now we are beginning to ask
the crucial question.
If it is natural to be black
and red or brown or yellow
and if it is beautiful to resist
oppression
and if it is gorgeous to be of color
and walking around free,
then where does the problem
lie?
Who are these people
that kill our children in the night?
Murder our brothers in broad daylight?
Refuse to see themselves in us
as we have strained, over centuries,
to see ourselves in them?
Perhaps we are more different
than we thought.
And does this scare us?
And what of, for instance,
those among us
who collude?
Gather.
Come see what stillness
lies now
in the people’s broken
hearts.
It is the quiet force of comprehension,
of realization
of the meaning
of our ancient
and perfect
contrariness;
of what must now be understood
and done to honor
and cherish
ourselves:
no matter who
today’s “bosses”
may be.
Our passion and love for ourselves
that must at last unite
and free us. As we put our sacrificed
beloveds to rest in our profound
and ample caring:
broad, ever moving, and holy,
as the sea.
* Cracker: from the crack of the whip wielded by slave drivers
Haciendo frittatas*
para Rebecca
Diez años es mucho tiempo
y te he extrañado.
Pensé en esto
esta mañana cuando empecé a hacer
una espléndida (así salió) frittata.
Me enseñaste a hacerla. Tras diez años
en que asumí que no cocinabas —el tiempo se detiene
cuando estamos ausentes—
viniste a mi cocina y sin aspavientos,
mientras hablabas de cosas triviales,
hiciste la más deliciosa
frittata. No se pegó, no se quemó,
no quedó grasosa.
¡Era excelente!
En esos mismos diez años
traté de hacer frittatas pero temí que no se cocinaran
por completo; hasta arriba.
Pero no, mirándote de cerca, vi
que si la tuya amenazaba con quedar algo blanda
con toda calma la metías en el horno
lo cual me hacía pensar que de seguro la quemaría.
¡Pero no!
De allí salía con perfecta consistencia.
¡Deliciosa!
Quedaba sobrecogida.
Y por eso, hoy, pienso: son todas las simples veces
de compartir simples cosas
lo que hemos extrañado. El mutuo enseñar y aprender
que es, o debe ser, el derecho de una hija y una madre.
* N. del T.: Tipo de tortilla italiana consistente y gruesa que puede llevar carne o vegetales
Making Frittatas
for Rebecca
Ten years is a long time
and I have missed you.
I thought of this
this morning as I commenced making
a splendid (it turned out) frittata.
You taught me how to do this. After ten years during
which I assumed you did not cook—time stops
when we are absent—
you stood in my kitchen and casually,
speaking of something trivial,
made the most mouthwatering
frittata. It did not stick, it did not burn,
it was not soggy on top
it was good!
During those same ten years
I tried to make frittatas but feared they’d never cook
all the way through; all the way to the top.
But no, watching you closely, I saw
when yours threatened to remain a bit mushy
you calmly transferred it to the oven,
which I thought would surely burn it.
But—not!
Out it came the perfect consistency.
Delicious!
I was in awe.
And so, today, I think: it is all the simple
times of sharing simple things
that we have missed. The mutual teaching and learning
that is, or should be, a daughter’s and a mother’s right.
A la entrada de la Prisión de Pollsmoor
para Kaleo, para Madiba*
Al llegar a la entrada de la Prisión de Pollsmoor
estábamos ya profundamente conmovidas
y nos sentamos un rato afuera
para calmarnos antes de entrar. Yo, respirando profundamente,
tú manteniendo la imagen de Madiba en la mente
de modo que al entrar pudieras visualizar más completamente
e incluso sentir,
las cadenas.
Una vez dentro nos mostraron
la minúscula celda
y me colocaron adentro
al igual que colocar
on a otros a quienes querían
brindar más que un vistazo de la experiencia en prisión
del muy reverenciado, a veces también muy vilipendiado,
Nelson Mandela;
Estuve de pie con mis brazos extendidos, sintiendo los lados
de la celda acercarse a mí. Y sintiendo todo mi ser
escuchar la eterna esencia tuya
que está
y no está allí. Bajé la vista
hacia el camastro en el piso
donde yacías despierto o dormido tantas noches
soñando estoy segura con Winnie y tus hijas.
Había una sensación de profundo silencio
en el lugar
donde viviste tanto tiempo
y me sentí feliz de que te permitieran
al menos mantener
tu mente.
La moda hoy en día
parece ser violar la mente; arruinar el espíritu.
Pero allí te sentabas o te echabas, noche tras noche, y tus camaradas
no estaban muy lejos
en otras celdas.
¿Qué te mantenía vivo?
Pienso que era el amor por quien tú eras, ¡y que sabías
quién era ese!
Algo que tus carceleros no podrían saber
o aun adivinar. No habrían sabido
que había ancianos
rigurosamente rectos
en tu linaje
tanto mujeres como hombres
y no solamente
los sanusis y sangomas**
que te enseñaron el amor propio. Habrían sido
ignorantes de la fe en ti de los ancianos
y lo mucho que eso significó para tu moral.
Esos a quienes ven, reconocen y abrazan
los viejos más sabios de la tribu
en especial tanto las mujeres como los hombres
como pasó contigo
no pueden realmente ser derrotados. Se puede mentir sobre ellos,
encarcelarlos por décadas, o incluso matarlos,
pero eso no es igual.
* madiba: anciano respetado, amado en lengua xhosa y apelativo cariñoso de Mandela
** sanusi: anciano; sangoma: curandero (zulú)
At the Door of Pollsmoor Prison
for Kaleo, for Madiba*
When we arrived at the door of Pollsmoor Prison
we were already deeply stirred
and sat a while outside
calming ourselves before going in. Me, breathing deeply,
you holding Madiba’s image in consciousness
so that walking in you might more completely
visualize
even feel, the chains.
Once inside they showed us
the tiny cell
and placed me inside it
as they place others they wish to gift
with more than a glance at the prison experience
of the much revered, also at times much reviled,
Nelson Mandela;
I stood stretching out my arms, feeling the sides
of the cell move toward me. And feeling my whole self
listening to the eternal essence of you